Amor y odio a la razón.  La supuesta amenaza de la inteligencia artificial.

La supuesta amenaza de la inteligencia artificial es una cortina de humo que oscurece las verdaderas causas del malestar social y exculpa a los beneficiarios de un sistema injusto y cruel.

En los últimos meses tanto muchos medios masivos de comunicación como ciertas publicaciones especializadas destinadas a un público mejor informado se han hecho eco de varias opiniones “autorizadas” sobre las posibles consecuencias perversas y catastróficas de la inteligencia artificial. Es una preocupación dirigida de arriba hacia abajo, es decir, desde algunas elites (industriales, financieras, y académicas) hacia la sociedad civil que en general es indiferente o distraída y a veces hacia el estado que en general hace oídos sordos a esas advertencias. 

El pedido de regulación –estatal e inter-estatal– de la inteligencia artificial por parte de estos actores me hace recordar el capítulo de la Odisea en el que el astuto Ulises decide hacer pasar su nave por el peligroso estrecho que separa los acantilados de Escila y el torbellino de Caribdis. Sabe Ulises que los marinos que allí navegan naufragan guiados por el canto y el encanto de las sirenas de Escila que hacia las agudas rocas los llevan, o a la voraz succión del torbellino.  Para evitarlo, hace que sus remeros se taponen con cera los oídos y que a él lo aten al palo del barco para poder escuchar el fatídico canto y enloquecer a los gritos sin que nadie le haga caso. De esa manera puede tenerlo todo, que es como tener el pastel y comérselo.  Es hacer algo peligroso y pretender ser actor prudente al mismo tiempo.

¿Qué preocupa a esas elites? En pocas palabras: la pérdida de control de procesos “macro” que ellos mismos han producido y de los que hasta ahora han sido los principales beneficiarios.  En áreas como la tecnología de computación, las finanzas, y el conflicto bélico, temen ser superados en inteligencia y velocidad por máquinas inteligentes que aprenden de sus propios errores y que podrían volverse contra sus creadores.  El tema fue anticipado hace mucho por la literatura.  Se remonta al mito griego de Pigmalión y Galatea[1], al aprendiz de brujo en un poema de Goethe, y a la infeliz criatura del Dr. Frankenstein en la novela de Mary Shelley, sin citar a innumerables obras de ciencia ficción. 

Las alarmas que hoy hacen sonar tanto las elites de poder como los gurús de alta tecnología funcionan de dos maneras.  Por un lado señalan algunos riesgos reales y peligros nuevos.  Por otro lado son columnas de humo (en ingles red herrings) que confunden a la gente (ella tiene otras urgencias cotidianas) y se dirigen a los estados (que tienen otras prioridades políticas del momento), y sirven para exculparse por anticipado de algunas catástrofes venideras.

Si el tema no es nuevo, tampoco lo es la preocupación.  Cada gran innovación tecnológica ha dado lugar a temores y protestas, desde los artesanos luditas ingleses que, en el siglo 19, protestaron contra las máquinas de la Revolución Industrial, hasta las alarmas por un posible holocausto nuclear en el siglo 20.  Usando algunos viejos conceptos del materialismo histórico, cuya figura decimonónica mas notoria fue Karl Marx y cuya influencia fue notable durante todo el siglo 20, podemos decir que siempre hubo una relación conflictiva –o si prefieren dialéctica—entre lo que ese pensador llamaba “las fuerzas de producción” y las “relaciones de producción” (en especial la propiedad de los medios productivos). Las primeras eran vistas como el motor principal del desarrollo económico que las últimas facilitaban hasta un cierto punto pero que mas tarde trataban de frenar si veían amenazados sus intereses creados por un desarrollo técnico y productivo ulterior.  En ese caso, y después de muchas luchas, otros grupos sociales interesados en las nuevas fuerzas productivas desplazaban a los anteriores y tomaban la delantera[2]

Tal era la visión economicista de la filosofía del progreso heredera del iluminismo.  A la larga esa visión desembocaba en un paisaje idílico en el que al final se acababa la división de clases y el conjunto de la sociedad decidía en forma democrática la dirección futura de las fuerzas de producción.  El progreso social se haría a través de discusiones maduras y sin polarización.   Demás está decir que esa visión nunca se realizó.  Mas bien quedó archivada como una serie de ideas y propuestas fuera de lugar, o sin lugar alguno (ou topos, es decir ουτοπία).   ¿Qué sucedió en cambio?  Las fuerzas de producción siguieron su avance vertiginoso: industrialización, pos-industrialización, híper comunicación, control cibernético, automatización y finalmente inteligencia artificial.  Surgieron nuevos y poderosos grupos que con algunos desplazamientos y superposiciones controlaron cada avance de las fuerzas productivas, pero siempre y con variaciones en una estructura piramidal de clases y concentración del excedente económico en altas esferas (desigualdad descomunal con algo de bienestar social o sin él). No surgieron grupos masivos con propuestas igualitarias, democráticas, y alternativas, autores de una fuerte visión de futuro y capaces de reemplazar la enajenación primero del trabajo, y después de la inteligencia humana.  Esta última es mas nefasta e insidiosa que la explotación laboral. Se llegó así a un umbral de la civilización no previsto por ninguna teoría anterior, a saber: la autonomía de las fuerzas productivas (que se han vuelto inteligentes) con exclusión mayoritaria y la posibilidad de una exclusión también elitaria. El espectro que acecha al mundo no es la revolución social sino la transformación automática de las fuerzas de producción en fuerzas de destrucción masiva.

Volvamos ahora sobre nuestros pasos y repasemos La República de Platón. En esta obra base del pensamiento occidental (en particular el Libro VI y los siguientes) Sócrates expone sus argumentos sobre porqué el Estado ideal ha de estar gobernado por filósofos.  En el Libro VII el filósofo habla sobre la importancia que tiene la educación del rey-filósofo (elite ilustrada). Aquí expone el mito de la caverna a fin de explicar la importancia del filósofo como guía de las personas para extraerlas de la ignorancia y dirigirlas hacia el conocimiento. No pudo Sócrates (interpretado por Platón) imaginar que 2.393 años después el rey filósofo fuese reemplazado por una máquina súper-inteligente que guiase a las personas en un amplio paseo por la caverna pero sin dirigirlas hacia el conocimiento afuera de ella ni mucho menos a una discusión socrática sobre la justicia y la felicidad.

En nuestra época algunos sistemas políticos autoritarios, en su empedernida búsqueda del estado ideal, se han acercado al modelo platónico del rey filósofo (idealmente un elitismo tecnocrático, meritocrático y colegiado) con algunos sesgos de inteligencia artificial que por ahora no los ha amenazado, pero sin saber por cuanto tiempo más[3].  Pienso en el organigrama del Partido Comunista Chino. (Con más de 90 millones de miembros se ha convertido en una de las mayores organizaciones políticas del mundo.) Por el momento, en el mundo actual, y antes de llegar a la anunciada pesadilla de Inteligencia Artificial en el control político y social total, los sistemas democráticos se deslizan hacia un destino autoritario (EEUU, Italia, Polonia, Hungría) y los actuales sistemas autoritarios ya establecidos (colegiados y semi-platónicos) como China se deslizan lisa y llanamente hacia una tiranía (Rusia), mas o menos como argumentaba Sócrates en los Libros VIII y IX de La República de Platón. El Estado nunca ha sido suficiente contrapeso de control de las fuerzas de producción, y la sociedad, lejos de dominarlas y modelarlas, no hace mas que otorgarles cada vez mas autonomía. 

Triste es colocar el destino humano en un robot inteligente y equivocado el intento de culparlo por comportamientos destructivos anteriores a su invención.  El antídoto de este veneno está en el cambio de mentalidades como preludio a una movilización social masiva, independiente e igualitaria. Hasta ahora eso fracasó pero no deja de tener atractivo.  Tenemos que salir de la cueva de Platón y no continuar a decorarla con ayuda de robots.  Si no volvemos a repasar y poner al día las supuestas “utopías” de los dos siglos pasados, en éste que estamos viviendo no vamos a ningún lado (ou topos).


[1] El efecto Pigmalión negativo o efecto Golem (en el folclore hebreo) produce que la autoestima del sujeto disminuya y que el aspecto sobre el que se actúa disminuya o incluso desaparezca.

[2] El caso histórico mas conocido fue el desplazamiento de la aristocracia feudal terrateniente por la burguesía industrial y financiera.

[3] Hasta hoy el experimento mas avanzado de control de un billón de personas ha sido el disciplinamiento de la población china durante la pandemia de Covid. Esa práctica totalitaria superó con creces el modelo de control panóptico presentado por Michel Foucault en su libro Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión (versión española 2010).

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