Una víctima importante de la tremenda crisis mundial ha sido la credibilidad del sistema capitalista global basado en los Estados Unidos. Aparte de las medidas separadas o conjuntas que los principales países del planeta logren tomar para frenar la caída en depresión, lo sorprendente es la puesta en evidencia de la peligrosa proliferación descontrolada del capital financiero en el centro mismo del sistema. Esta situación lleva a muchos estudios de la economía actual a diagnósticos coincidentes y analogías insospechadas.En la foto de grupo tomada al final del vértice de los 20 grandes países industrializados y emergentes en Londres, los líderes del mundo exhiben su “satisfacción oficial” en el proscenio. Al mal tiempo le han puesto buena cara. Han limado asperezas y consensuado sobre tres paquetes de medidas coordinadas: (1) estimular con fondos la demanda y el comercio, (2) vigilar mas estrictamente al sector financiero y parafinanciero, y (3) eliminar los “paraísos fiscales.” Tal vez el resultado mas impresionante fue la resurrección y recapitalizacion del Fondo Monetario Internacional como barco de salvataje de países a riesgo de hundimiento. Ninguna de las medidas ataca a la raíz de la crisis, que es el pozo sin fondo de valores ficticios o perdidos y cómo hacerlos desaparecer de los libros bancarios. Proponen una nueva arquitectura financiera para evitar en el futuro un nuevo descarrilamiento de la economía, pero no toman acto de las dimensiones del descarrilamiento actual. Son, en otras palabras, estructuralistas a medias. Entretanto, el volumen de la producción, del comercio internacional y de la ocupación sigue en caída libre. Con todo, se logró mas de lo que se esperaba, y eso se refleja en los rostros sonrientes y bastante satisfechos.
Acostumbrados como estamos a percibir a los Estados Unidos como un ogro hegemónico –filantrópico o nefasto, según la ideología política de cada uno— resultan novedosas y controvertidas las opiniones de distinguidos economistas norteamericanos (tanto conservadores como liberales), publicadas recientemente, en las que se compara la crisis de la economía norteamericana (y por ende mundial) con las crisis de los llamados mercados emergentes de los últimos diez años –en particular los desastres acaecidos en Argentina y Rusia en los albores de este siglo. Hasta hace muy poco, a nadie se le ocurría pensar “en serio” que en la primera potencia mundial se pudiese desencadenar un proceso de desintegración financiera y económica como el que se produjo en Argentina entre el 2001 y el 2002, o un default a la russe, como el de 1998.
La analogía no es falsa, pero es exagerada. Se la usa como una provocación al pensamiento crítico. Es además un índice del profundo disgusto que provoca en ciertos ámbitos académicos y de gestión el comportamiento irresponsable de Wall Street, que ha convertido a los Estados Unidos en un mercado con características similares a las de algunos países emergentes “inmaduros.”
Simon Johnson, hoy profesor del MIT (Massachusetts Institute of Technology) en Boston, fue hasta hace poco el economista principal del Fondo Monetario Internacional. En el último numero de la revista Atlantic, publica un ensayo muy interesante , donde sostiene que la crisis actual en los Estados Unidos le recuerda las crisis que él tuvo que afrontar como funcionario, hace diez años, en países como Argentina, Rusia, y Malasia. “Un sector financiero hiperendeudado que, al fin de cuentas, pone en fuga a los inversores del mundo: es lo que sucedía entonces en aquellos países. Y es exactamente lo que ha llevado a Lehman Brothers a la bancarrota el mes de septiembre último,” escribe Johnson. Los “señores del universo”, dueños de la “patria financiera”, sostiene Johnson, se comportaban como oligarcas rusos. Especulaban en forma desenfrenada, asumían enormes riesgos con el dinero ajeno (sobre todo de quienes contribuían a los fondos de pensión y no tenían la menor idea de que otros jugaban a la ruleta con sus ahorros), y se mostraban satisfechos con la probabilidad de que, en caso de perder sus apuestas, el gobierno correría a socorrerlos.
En la Argentina, esta situación fue descrita con bastante exactitud hace cien años en la novela de Julian Martel, La Bolsa, a propósito del crack financiero de 1890. En los Estados Unidos 15 años después, Louis D. Brandeis, un jurista comercial y futuro miembro de la Corte Suprema de Justicia, advirtió al público de la época acerca del peligro que corría cuando se combinaban la avaricia, la falta de transparencia y la poca vigilancia sobre el sector financiero, en un libro titulado El dinero de los otros y cómo los bancos lo utilizan. Pasaban los años y los ciclos económicos, entre ellos el crack bancario de 1907 que obligó a J.P. Morgan a “limpiar” al sector de truhanes e incapaces, y llegó la gran crisis del treinta, es decir la Gran Depresión, que hoy debemos denominar la Gran Depresión I. Como consecuencia de ella, el Senado norteamericano puso a los principales banqueros de Wall Street en el banquillo de los acusados. Las revelaciones fueron sensacionales. Se descubrieron prácticas tan obcecadas como obscenas. El principal investigador de la comisión del Senado encargada de interrogar a los banqueros se llamaba Ferdinand Pecora. Varios años después, en 1939, Pecora publicó sus notas y memorias en un libro que tituló Wall Street bajo juramento. Su lectura revela que hemos aprendido muy poco en casi 80 años de evolución capitalista. Hace unos meses conseguí una copia del libro de Pecora en la biblioteca de la New York University. Nadie lo había consultado en los últimos años. Al leer sus páginas me pareció asistir a un careo de las comisiones de investigación del mismo Congreso en estos días. Los personajes son casi los mismos; los excesos y errores cometidos son también muy parecidos.
La única diferencia importante es el conjunto interactivo de 4 datos: el volumen de los fondos, la velocidad de su movimiento, el mayor alcance global, y las fórmulas matemáticas de la especulación [léase derivados: operaciones construidas o derivadas de otro título o valor (acción, bono, moneda o commodity). Los derivados se pueden negociar en la bolsa o fuera de ella (conocida como Mercado Extrabursátil u OTC). Derivado matemáticamente es la segunda derivada del la función del precio de un bono con respecto a su rentabilidad (TIR).] Estos ejemplos nos llevan a comparar las crisis del capitalismo avanzado de entonces y de ahora (recordemos que en 1910 Argentina era el segundo país del mundo en términos de ingreso per capita). Hoy en cambio los críticos dan un paso mas audaz: paragonan el sector financiero de los Estados Unidos con el de los mercados emergentes. Tal vez sea ésta una consecuencia no deseada de la globalización a ultranza que se desató a partir de 1989.
Johnson usa expresiones fuertes en su artículo. Habla del riesgo que corren los Estados Unidos de volverse una “república bananera.” No es el único a usar la frase despectiva y anti-tropical. El giro retórico ha sido también utilizado por otro gran economista liberal, ganador del Premio Nobel del último año, Paul Krugman, y no es ajeno a las expresiones criticas de otro Nobel en economía, Joseph Stiglitz. Ambos han estudiado en detalle la crisis argentina del 2001-2002. Ni Johnson, ni Krugman ni Stiglitz son analistas que se puedan tomar a la ligera. Para consuelo de los argentinos, podemos humildemente responder que en el país no crecen las bananas. Las traemos del Brasil. Los economistas que nos usan de mal ejemplo podrían al menos decir “república sojera.”
Pero Johnson es escuchado con respeto por Larry Summers, el súper consejero económico del presidente Obama y que no es un liberal. Curiosamente, con las críticas de Johnson coincide Desmond Lachman, otro ex – dirigente del FMI con un sesgo político muy distinto, que fue banquero en Wall Street y hoy es analista económico del ultra-conservador American Enterprise Institute. Las declaraciones del conservador Lachman se asemejan a las del liberal Johnson. “Cuando hace diez años viajaba por varios países a cargo del Fondo Monetario, me sentía un hombre afortunado. Venia yo de un país, los Estados Unidos, donde las situaciones que yo observaba a mi alrededor eran inimaginables. En cambio hoy, mientras otros economistas temen que los Estados Unidos puedan pasar, como el Japón, por una década perdida, yo temo algo peor: que nuestro país se asemeje cada vez mas a la Argentina o a Rusia; que deba afrontar problemas típicos de los mercados emergentes.” En mis propias charlas con mas de un inversor norteamericano de corte conservador yo he escuchado propósitos parecidos en las últimas semanas.
Para ahondar el tema, me puse a buscar estudios realizados con una perspectiva mas amplia, o si el lector prefiere, “sociológica,” de preferencia provenientes desde fuera de los Estados Unidos, para equilibrar el peso etnocéntrico de los trabajos. Entre ellos me llamó la atención, por su amplitud y objetividad, el estudio realizado recientemente por Ronald Dore, un experto en la economía japonesa que hoy enseña e investiga en la London School of Economics, sobre la financializacion de la economía global.
La tesis de Dore es la siguiente. La inestabilidad del sistema financiero mundial, que se ha hecho patente en la ultima década, es consecuencia de una dominación creciente del capital financiero sobre la economía real. Dore hace un estudio pormenorizado de las fuentes y del avance de la financializacion de la economía. Según este autor, no se trata solamente del carácter crecientemente hipotecado, complejo e incomprensible de las formas de intermediación entre los detentores de ahorros por un lado y quienes, en la economía real, necesitan créditos y seguros, por el otro. Según él, se debe también y en gran medida a la doctrina casi universal que postula que la única razón de ser de la empresa es maximizar el beneficio de sus accionistas. Este dogma sostiene asimismo que la función principal del gobierno es la creación y el sustento de una “cultura de accionistas.” Esta doctrina tiene sus fuentes en la escuela de Chicago y en la prédica del genial monetarista Milton Friedman, padre del moderno neoliberalismo. La tesis de Dore es pues profundamente sociológica, ya que atribuye la financialización de la economía a un proceso de adoctrinamiento ideológico masivo, y a la cultura resultante. Las consecuencias sociales de esa hegemonía son, para este autor, valores negativos. Entre esas consecuencias cita el aumento de la desigualdad dentro y entre las sociedades del planeta, una creciente inseguridad de las personas (en materia de salud, vejez, educación), un drenaje de talentos hacia los sectores mas especulativos de la economía, y la erosión de la confianza y del sentido de solidaridad. Todo esto termina en un descontrol del crecimiento económico y su descarrilamiento en una crisis sistémica descomunal.
El diagnóstico de los críticos tanto de derecha como de izquierda, lleva a ambos campos a tomar distancia de la estrategia de la administración Obama para salir de la crisis. Esta última consiste en recapitalizar al sector financiero con una inyección masiva de fondos de los contribuyentes, pero dejando a las estructuras infectadas en su puesto y ayudándolas a purgarse de sus haberes tóxicos. Los críticos (de ambos bandos) son escépticos acerca del éxito de esta estrategia. La equiparan al intento de hace entrar mas muebles en un edificio en llamas. Proponen estrategias mucho mas drásticas: cirugía de estado o muerte natural.
Los “liberales de izquierda” proponen la nacionalización lisa y llana de los grandes bancos al borde de la quiebra, su reestructuración, la venta o eliminación de los haberes tóxicos, y una ulterior privatización de un sector financiero mas ordenado y reducido. En resumen, proponen una disciplina de estado (similar a la que en su oportunidad ejerciera el gobierno sueco frente a la crisis bancaria escandinava de 1990). Para Johnson –el mas jacobino en sus declaraciones—se trata de decapitar a la oligarquía financiera. Dore en cambio, parece favorecer una revolución cultural. Los conservadores proponen otra solución: una disciplina del propio mercado, es decir, que con la abstención del estado, el mecanismo de mercado se encargue de eliminar los sectores moribundos, sin primeros o segundos auxilios. Cuentan con la flexibilidad, productividad y energía creadora de la sociedad norteamericana. Esta estrategia fue la propuesta por el presidente Hoover antes de perder el poder a favor de Franklin Delano Roosevelt en 1932. En efecto, el “hooverismo” goza de una cierta resurrección en sectores de la derecha fundamentalista de mercado, acompañada de un revisionismo histórico, es decir, de una crítica retrospectiva del New Deal como salida de la crisis. Sin embargo, hoy como entonces, esta posición no calcula el costo político de semejante caída libre social.
Estamos pues frente a una encrucijada de tres senderos –ésa que los romanos llamaban trivium, con un gobierno decidido a tomar la vía del medio. La elección no es para nada “trivial.” Curiosamente, la vía del medio puede ser la mas riesgosa de las tres.
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Notas:
1.Simon Johnson, “The Quiet Coup” The Atlantic, 27 de marzo de 2009.
2. Masters of the Universe. Asi se llamaban los directores de las grandes bancos de inversion, de los hedge funds (el sector financiero extrabancario), y de las companias de seguros en Wall Street, cuya insolencia se paseaba en los restaurantes de la ciudad, en las fiestas de beneficiencia, y en sus mansiones de Greenwich en inverno y de los Hamptons en Long Island en el verano. Por su parte, las escuelas de negocios se habían transformado, de productoras de ejecutivos con responsabilidad social, a criaderos de especuladores jóvenes cuyo talento era potenciado por la voracidad. Para un excelente analisis de esa transformacion ver el libro de Rakesh Khurana, From Higher Aims to Hired Hands: The Social Transformation of American Business Schools and the Unfulfilled Promise of Management as a Profession, Princeton University Press, 2007.
3. Julián Martel [seud. de José María Miró] La Bolsa. Estudio social. Segunda edición, Imprenta artística «Buenos Aires», 1891.
4. Louis Dembitz Brandeis, Other People’s Money–and How the Bankers Use It. Harpers, 1913-14.
5. Ferdinand Pecora, Wall Street Under Oath: The Story of Our Modern Money Changers. New York: Simon and Schuster, 1939.
6. Paul Krugman, “Don’t Cry for Me, America,” The New York Times, 18 de enero de 2008.
7. Joseph Stigliz, “A Bank Bailout that Works,” The Nation, 23 de marzo de 2009.
8. Desmond Lachman, “Welcome to America, the World’s Scariest Emerging Market,” The Washington Post, 29 de marzo de 2009.
9. Ronald Dore, “Financialization of the global economy,” Industrial and Corporate Change, Volume 17, Number 6, pp. 1097–1112 , 30 de octubre de 2008. Originalmente preparada para la revista italiana Stato e mercato.
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