El tema ¨empleo¨ es un subconjunto del tema ¨trabajo¨ que es, de hecho, una cuestión mucho más amplia. No todo el trabajo se realiza en un contexto que de empleo; parte del trabajo más importante para la supervivencia y el bienestar de nuestra especie se realiza sin paga en hogares y comunidades donde los niños son criados y se encaran aspectos relevantes de la socialización, la salud, el descanso, el confort y el entretenimiento de las personas. De ahí que, en estas líneas se considere el tema más amplio, el trabajo, antes de indagar en su subconjunto, el empleo. El trabajo presenta tres funciones principales positivas:
– Provee ingresos al trabajador, esto cuando el trabajo se realiza como empleo con un consecuente salario.
– Crea bienes y servicios valiosos para quienes los utilizan. En el caso del trabajo remunerado, los usuarios de estos bienes y servicios son llamados consumidores. Por su parte, quienes utilizan lo producido por el trabajo no remunerado conforman una diversificada categoría que carece de un nombre estándar; en ocasiones, incluye al propio trabajador, como es el caso de los alimentos cultivados para consumo doméstico.
– El trabajo en sí mismo puede tener un significado positivo para el trabajador, ya sea porque es realizado con otras personas creando relaciones positivas, sea que el trabajador disfruta de la sensación de un ¨trabajo bien hecho¨, sea porque está feliz de producir algo que tenga valor para otros, o porque satisface impulsos creativos. En cambio, el análisis económico estándar trata al trabajo como un mal en sí mismo, algo que las personas sólo hacen por necesidad.
Existen dos claves esenciales para alcanzar una buena sociedad post-crecimiento: las cuestiones de cómo el trabajo es recompensado y cómo los niños y otros que no pueden trabajar son asistidos. Las sociedades socialdemócratas de Europa del Norte ofrecen muchos buenos modelos para alcanzar la segunda clave. En este punto me desviaré de la teoría para hacer foco en el primer crucial asunto: cómo el trabajo es remunerado.
No todo trabajo cumple las tres funciones señaladas. Puede crear bienes y servicios de valor o proveer de sentido positivo al trabajador, con o sin generar ingresos para el trabajador; pero también puede generar ingresos sin producir nada de valor o ser algo psíquicamente negativo para el trabajador.
Por no menos de un siglo se les ha dicho a los estudiantes de economía que la única recompensa relevante del trabajo es el salario. Ese es un primer error: si bien los salarios son importantes, el trabajo tiene otras recompensas positivas que no deberían ser ignoradas.
Un segundo error se refiere a enmarcar por completo nuestro entendimiento de los salarios dentro de la teoría estándar de precios. Esto es, se coloca la precisa intersección de oferta y demanda y el valor de lo producido por el último trabajador contratado en una categoría específica (el ¨ingreso marginal producido”) como las variables que determinan el salario. De seguro que estos son factores muy relevantes pero muchos otros elementos también intervienen para afectar por qué un tipo de trabajo, o un tipo de trabajador, recibe un mayor salario que otro.
Un tercer error es ignorar la gran cantidad de trabajo social y económicamente significativo que se lleva a cabo sin el atractivo de un salario. De hecho, es importante pensar en el trabajo que se realiza en cualquier sociedad a partir no sólo de una sino de dos grandes categorías: el empleo que genera un ingreso monetario y el trabajo no remunerado. La segunda categoría produce resultados que, en términos monetarios, han sido valuados en el equivalente a un tercio o más del PBI. [[La líder en este campo ha sido Marylin Waring quien escribió Si las mujeres fueran tenidas en cuenta (If Women Counted) en 1988.
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En los libros de texto de economía el tratamiento del trabajo se focaliza generalmente en la función de generación de ingreso. Sin embargo, las economías modernas están entrando en un período de gran transición ya que los sistemas que en el pasado han funcionado para producir crecientes niveles de vida, acompañados (hasta cierto punto) por un creciente bienestar, requieren ser reexaminados. Los sistemas que caracterizan a las modernas economías industrializadas producen cada vez más miseria junto con riqueza. Algunos de los problemas, como también potenciales soluciones, pueden detectarse al examinar las tres funciones del trabajo enumeradas previamente. Un problema de gran envergadura, y también una oportunidad, emerge al tomar en cuenta que la primera y la segunda función no necesariamente van juntas. El trabajo puede proveer ingresos sin producir valor social neto; y, por supuesto, puede generar valor social neto sin generar un ingreso monetario.
Cuando el trabajo no genera valor (humano)
– El trabajo que implica hacer cigarrillos, o instrumentos financieros con riegos ocultos, son ejemplos de trabajos que producen cosas que de hecho lastiman a quienes las utilizan. En una categoría similar, la carne puede ser una fuente de salud en la dieta del ser humano pero no cuando es elaborada de tal manera que quede emponzoñada con antibióticos u hormonas de crecimiento.
– Ciertos productos pueden disminuir el bienestar neto al engendrar frustraciones y molestias para el usuario que terminen pesando mucho más que su utilidad. Por ejemplo, productos diseñados para convertirse en obsoletos o tan mal hechos que resulte probable una falla temprana.
– Aparte de estos casos específicos de producción de ¨malos¨ más que de ¨bienes¨, hay mucha evidencia que un país adinerado como Estados Unidos ha alcanzado la saturación en varias áreas de consumo; las compras adicionales no aumentan el bienestar del comprador.
– En líneas más generales, prácticamente toda producción tiene algún grado de consecuencia ambiental negativa en cuanto a utilización y rendimiento de energía y materiales.
Por supuesto este último punto no significa que toda producción sea mala; sin embargo refuerza la idea que, en tiempos de creciente restricción de recursos, es cada vez más importante establecer prioridades entre actividades productivas y encontrar modos, sea a través de incentivos o de regulación, de orientar los recursos de la sociedad hacia las producciones más valiosas. Para ello necesitamos encontrar nuevas maneras, diferentes de quién puede pagar más que otros, de definir qué es valioso.
Opinion Sur



