Abatir pobreza rural en la década del 2010

La base agropecuaria sigue siendo la principal fuente de soluciones para la pobreza rural pero se complementa con otras soluciones que procuran agregar valor a la pequeña producción agropecuaria y, más ampliamente, a toda la gama de capacidades no agropecuarias de la población rural. Es necesario integrar servicios ya existentes con una batería de nuevos instrumentos, entre otros, desarrolladoras de emprendimientos rurales inclusivos, redes de inversores ángeles que aplican recursos y gestión en emprendimientos rurales con alto impacto social y ambiental, fondos locales de inversión en apoyo a los pequeños productores, programas que financien la innovación rural. Estos nuevos instrumentos apuntan a superar circunstancias que traban el desarrollo de la pequeña producción rural: la escala en que se mueven, la brecha de conocimientos, la iniciativa alertagada por las condiciones de extrema escasez, el acceso a contactos y a mercados, el cambio cultural hacia una efectividad responsable.

La base agropecuaria sigue siendo, sin lugar a dudas, la principal fuente de soluciones para la pobreza rural. Esto incluye considerar aspectos críticos para la pequeña producción agropecuaria como son la tenencia y uso de la tierra y del agua, la innovación tecnológica y las mejoras de productividad, la gestión de las pequeñas unidades, el acceso al crédito, la comercialización y los sistemas de intermediación, el transporte de sus productos, la infraestructura de riego, de acopio, vial, de puertos y de comunicaciones, la modernización de las instituciones agropecuarias asegurando un mayor foco al desarrollo rural.

Complementando ese cuerpo central de acciones para abatir pobreza rural, aparecen otras soluciones que procuran agregar valor a la pequeña producción agropecuaria y, más ampliamente, a toda la gama de capacidades no agropecuarias de la población rural de bajos ingresos. En este campo se inscriben las agroindustrias que valorizan la producción de los pequeños productores agropecuarios; el turismo rural y las manufacturas rurales; la promoción de centros rurales de servicios sociales y productivos, un mejor desempeño del sistema educativo rural, en particular de colegios e institutos agropecuarios.

Un sistema de apoyo al desarrollo rural

Un efectivo sistema de apoyo al desarrollo rural que integre servicios ya existentes con otros nuevos es un crítico elemento dentro del esfuerzo por abatir la pobreza rural. Como toda innovación, agregar nuevos componentes a los que hoy ya estuviesen prestando un buen servicio entraña riesgos pero, bien diseñados y estructurados, pueden ayudar a catalizar el tremendo potencial que anida en la base de la pirámide social rural.

Las experiencias ensayadas han permitido acumular conocimientos sobre problemas y soluciones; sin embargo, las iniciativas de desarrollo rural casi siempre se desenvolvieron en un contexto de severas restricciones, a veces por carecer del suficiente respaldo político, otras por atravesar difíciles circunstancias nacionales, por enfrentar intereses más poderosos que los de la pequeña producción rural, por impericia o por la propia dureza de la problemática rural.

En las actuales circunstancias vale ensayar nuevas modalidades de operación que sean capaces de promover mejores iniciativas de desarrollo rural, que despierten mayor confianza e interés de los actores involucrados y que agreguen efectividad y concresión a los esfuerzos en curso. Estamos hablando de reforzar el presente sistema de apoyo al desarrollo rural con una batería de nuevos instrumentos movilizadores de la base de la pirámide social rural: entre otros, desarrolladoras de emprendimientos rurales inclusivos, redes de inversores ángeles que aplican recursos y gestión en emprendimientos rurales con alto impacto social y ambiental, fondos locales de inversión en apoyo al pequeño productor rural, programas que financien la innovación rural.

Estos nuevos instrumentos apuntan a superar las circunstancias que traban el desarrollo de la pequeña producción rural: la escala en que se mueven, la brecha de conocimientos, la iniciativa alertagada por las condiciones de extrema escasez, el acceso a contactos y a mercados, el cambio cultural hacia la efectividad responsable.

La diminuta escala le impide acceder al pequeño productor a mejores oportunidades económicas; sin embargo existe hoy moderna ingeniería de negocios que permite articular con efectividad pequeña producción dispersa en organizaciones empresariales de porte medio. Por ejemplo, sistemas de franquicias, conglomerados cooperativos, centrales de servicios, consorcios de comercialización y de exportación, agroindustrias locomotoras y supermercados comunitarios. Pero ¿quiénes en la actualidad son capaces de promover esas nuevas formas de dinamizar la pequeña producción?, ¿quiénes facilitan acceder al conocimiento de excelencia, a la información y a los contactos que sirven de base a las modernas soluciones?, ¿quiénes podrían promover una gestión al mismo tiempo justa y eficaz?, ¿quiénes sabrían convocar socios estratégicos para los emprendimientos inclusivos que, además de recursos financieros, pudieran aportar valor agregado no financiero de modo de no recaer en proyectos que terminan siendo “guetos de pobres”?

Una desarrolladora de emprendimientos rurales inclusivos puede identificar buenas oportunidades comerciales que permitan dinamizar a conjuntos de pequeños productores rurales y, en función de ello, organizar modernos emprendimientos inclusivos que combinen efectividad y justicia[[ Acerca de la naturaleza y funcionamiento de desarrolladoras de emprendimientos inclusivos puede consultarse el artículo sobre este tema publicado en el número de diciembre/09 de Opinión Sur.]]. Esto aplica tanto para la producción agropecuaria como para otras producciones rurales no agropecuarias. Al accionar de esta forma, la desarrolladora resuelve la pequeña escala, establece un canal permanente de acceso a conocimientos, información y contactos, ayuda a la población rural de bajos ingresos a tomar valiosas iniciativas y facilita un cambio cultural que, al tiempo que preserva la identidad de la comunidad rural, le posibilita acceder a nuevas tecnologías, formas de gestión y responsabilidades. En verdad no es complejo establecer una desarrolladora (Opinión Sur ofrece asistencia en ese campo) pero para lograrlo se requiere del compromiso de un firme y esclarecido liderazgo local.

Por su parte, una red de inversores ángeles y un fondo local orientados a invertir en emprendimientos rurales inclusivos constituyen buenos complementos estratégicos para abatir pobreza rural y pueden promoverse como una iniciativa mixta pública-privada-sociedad civil; ayudan a viabilizar las nuevas oportunidades identificadas para movilizar la producción de la base rural de la pirámide social.

Del análisis a la acción

Hasta mediados del siglo pasado la pobreza rural tenía una entidad propia y su resolución revestía alta prioridad en casi todo el mundo. Con el proceso de urbanización y globalización, la pobreza rural retrocedió en el interés y consideración de los estrategas del desarrollo, en particular de los principales centros de pensamiento estratégico de países afluentes. En cambio, en nuestros países del Hemisferio Sur la pobreza rural está aún gravosamente vigente; despreocuparse por ella constituye una de las más graves falencias del accionar presente y de nuestra visión de futuro. La enorme potencialidad que anida en la base de las sociedades rurales es la contracara del tremendo atraso en el que se encuentran sumidas. Salir de la crisis contemporánea ajustando el rumbo y nuestra forma de funcionar exige recuperar ese universo poblacional y productivo, apreciar y dimensionar su real contribución al desarrollo, escuchar sus voces y conocer sus vocaciones y, en base a ello, agregarle valor a iniciativas movilizadoras del potencial productivo rural, agropecuario y no agropecuario. Para ello son necesarias buenas políticas y regulaciones pero también contar con aquella nueva generación de instrumentos de promoción que hagan parte de un efectivo, no burocrático sistema de apoyo a pequeños y medianos emprendedores rurales.

En la década que comienza no basta entonces realizar un poco más de lo mismo; es necesario ajustar el rumbo y sumar innovación a la experiencia ya acumulada. El eje del esfuerzo pasa por movilizar productivamente a los sectores rurales de bajos ingresos y, en ese proceso, facilitar su acceso a una adecuada rentabilidad. Para lograrlo se requiere hacer converger en favor de la base de la pirámide social rural (i) las políticas macroeconómicas (particularmente a través de mejorar la asignación del gasto público, de abatir la regresividad de la política fiscal y de asegurar estabilidad monetaria y acceso al crédito institucional), (ii) nuevas iniciativas mesoeconómicas de quienes lideran cadenas productivas rurales de modo de valorizar la pequeña producción y promover su competitividad, y (iii) acciones de apoyo directo a los pequeños productores rurales a través tanto de los mecanismos tradicionales de asistencia como de los nuevos instrumentos de promoción antes mencionados.

En ese contexto, el desarrollo de pensamiento estratégico autóctono y la elaboración de efectivas políticas son aspectos fundamentales para orientar el proceso de transformación pero resta realizar un mucho mayor esfuerzo por asegurar que esas construcciones se materialicen en iniciativas y medidas concretas. Si bien sería un error abalanzarse sobre soluciones sin un análisis sistémico del desarrollo rural (las soluciones podrían terminar siendo inefectivas o contraproducentes), también es cierto que muchas veces se ha abusado de investigaciones y elaboraciones de política respondiendo más a la perspectiva o a los intereses de quienes las realizan que a las poblaciones involucradas. Analizar, reflexionar, consultar, movilizar voluntades, proponer medidas conforman un conglomerado de actividades complementarias que se enriquecen unas a otras pero que encuentran su mayor justificación social cuando llegan a ser implementadas.

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