Mientras los más moralistas critican que la TV pervierte a los niños, la siguiente nota reivindica a la televisión basura. Pero critica la ideología totalitaria que ostentan los programadores de los canales de aire, la falta de pluralismo de las grillas y el no respeto por los horarios pautados. En la Argentina un programa anunciado a las 10 puede empezar a las 10.30 a las 11, a las 9.30 o no empezar nunca.

¿Quién necesita del cable? Me fui a vivir solo, y tener cable es un lujo asiático. Son casi 100 mangos tirados a la basura. Listo, lo saco. Estoy seguro de que la televisión de aire es igual. Esa es la magia. El cable está pensado para un público específico y hay canales exclusivos para chicos, para amas de casas, para mujeres que no son tan amas de casas, para hombres idiotas, para gente que le gusta el buen deporte, para gente que le gustan los deportes aburridos, para los que les gustan los idiomas… En el aire es distinto: se ofrece una programación para que la familia se siente frente al televisor. El aire nos gusta a todos, porque su programación es variada.

Los canales de aires son cinco. En realidad cuatro, porque nadie mira el canal público. El lunes viene el operador del cable y me desconecta. Sentí que me faltaba algo, pero rápidamente prendí la tele y recordé que todavía me quedaban cinco canales. La mañana es un horario ideal para magazines, programas de interés general. Canal 1, Los Simpsons, Canal 2, un resumen del Gran Hermano de ayer, Canal 3, resumen de Bailando por un Sueño; Canal 4, la repetición editada de todos los programas que hablaron en la semana sobre Bailando por un Sueño y Gran Hermano. Canal 7: no vale la pena. ¿Quién mira el canal público?

Minas en bolas, baile en el caño, streepdance, una casa con 20 bobos inmorales que hacen guarangadas, putean en cámara y tienen sexo bajo las sábanas. Están pervirtiendo a nuestros niños.
Un bonito mail que me llegó proponía un test para la familia. Constaba de cinco preguntas: 1) “¿Desea tener un hijo violador?”; 2) ¿Desea que entre los 10 y los 15 años su hija sea abusada? 3) ¿Desea que su hijo menor sea sometido por otros chicos como un juego más? 4) ¿Desea que su hija juegue a la tevé y se pasee o baile desnuda entre sus amigos (los de ella) o los suyos? 5) ¿Desean Ud. y su mujer compartir ese futuro con sus hijos?
Conclusión del mail: si no quiere todo eso, apague la tele.

Son las trece, horario ideal para noticieros o programas de actualidad. Prendo la tele. Canal 1, Los Simpsons, Canal 2, ¿Cómo almuerzan los chicos de gran hermano?; Canal 3, ¿Cómo se preparan las bailarinas del Bailando?; Canal 4, Almorzando con Mirtha Legrand. Por fin algo bueno, pienso. Tema del día en el almuerzo: Bailando por un Sueño. Canal 7: no vale la pena. ¿Quién mira el canal público?

Los comentarios en esos términos son recurrentes. Y me preocupa.
No me gusta Bailando por un Sueño (o sus formatos alternativos), porque me parece un programa aburrido. Pero debo decir que (al menos antes de que se desvirtuara con tanto escándalo) es un programa cultural/educativo muy bueno. Un show en que se muestran distintas variedades de bailes, que permite que los niños, los futuros violadores, conozcan diversos estilos artísticos. Como aderezo tiene un fin social ya que el ganador cumple un sueño solidario, que hasta los perdedores cumplen por el sólo hecho de que aparecer en la tele. ¿Dónde está la TV basura? Luego aparecieron bailes pseudoeróticos (nada grave teniendo en cuenta que es un programa que se emite fuera del horario de protección al menor). Insisto: no lo veo porque me aburre, pero ¿es inmoral porque no me guste?…
Gran Hermano me despierta más simpatía. Me gusta ver cómo se desenvuelven los 20 monos en cautiverio y cómo reaccionan frente a distintos estímulos. Me interesan las reacciones humanas y me divierte mirar durante 10 minutos a alguien mientras se saca un moco.
Es cierto que las personas que están adentro son malhabladas, groseras, discuten sobre temas “no apropiados”… pero son parte de la sociedad. Y si bien debería haber una normativa que evite que los chicos vean determinadas cosas, nadie puede prohibirme a mí que miré lo que tenga ganas de mirar. ¿Quién es quién para calificar a la TV como TV Basura?

Cinco de la tarde, buen horario para prender la tele y mirar los dibus mientras tomamos la leche con vainillas. Canal 1, Los Simpsons, Canal 2, Las meriendas exóticas de Gran Hermano, Canal 3 Entrevistas con los sentenciados de Bailando por un Sueño, Canal 4: Vidas Cruzadas: ¿Qué tienen en común Natalia de GH y Verónica de BS? Canal 7: no vale la pena. ¿Quién mira el canal público?

El debate de la TV es entre autoritarios y totalitarios. Son autoritarios aquellos que piden que se prohíba aquello con lo que no están de acuerdo. Si les preocupan los chicos, ¿qué hacen los chicos mirando tele a las 10 de la noche? ¿Por qué no están durmiendo? Algo falla en ellos como padres, tal vez. Tengo derecho a ver lo que quiero, y en todo caso también tengo derecho a apagar la tele cuando lo que veo no me gusta. ¿Por qué es inmoral que Nazarena Vélez aparezca desnuda y no lo es emitir el Ultimo Tango en París? ¿Quién determina qué es arte y qué es pornografía barata?
Pero la contracara del autoritarismo moralista es el totalitarismo de los programadores de los canales. El concepto de “Totalitarismo” refiere a un régimen que “subordina de manera absoluta los derechos de los individuos”; se baja una ideología con la que se pretende totalizar la sociedad en la que se vive. Los ejemplos clásicos de esto son el nazismo o el stalinismo: en función de una idea superadora se anulaba a todo aquel que piense distinto. Hoy el totalitarismo no viene desde el Estado, sino de los programadores de TV. La mayoría destruye a la minoría. El rating está por encima de todo.
Repito: no estoy en contra de los programas considerados basura, pero sí estoy en contra de que no haya opciones para las personas que no les gustan esos respetables programas. Y me parece terrible que todos los demás ciclos sólo se basen en levantar conflictos surgidos en esos dos programas. Si estoy en contra de que un canal de aire base su programación por completo en Gran Hermano y Los Simpsons, como sucede con un canal argentino.

10 de la noche, el horario tan esperado. Luego de todo el día llenándome la cabeza para que vea Gran Hermano y Bailando por un Sueño, espero con ansias el “momento más esperado”. Mi vida no tenía sentido hasta entonces, sólo quiero ver la tele. Prendo a las 10 en punto. Canal 1, Los Simpsons, Canal 2, Los Simpsons, Canal 3, Los Simuladores, Canal 4, un resumen de lo que vendrá en GH y BS. Canal 7: no vale la pena. ¿Quién mira el canal público?

La señal de TV de aire (al igual que la radio) es finita y según el artículo 4° de la Ley de Radiodifusión Argentina “son de interés público” y su administración depende del Estado, que es el que adjudica las licencias. Por lo tanto, los canales no son dueños de la señal, sino que simplemente la explotan. ¿No deberían entonces garantizar una programación para todos y una oferta variada?
Y aquí sobresale una palabra que parece olvidada: pluralismo. No se trata de ser autoritario y prohibir los programas que no me gustan, sino que los canales -que son empresas que hacen negocios a partir de un servicio público- garanticen una programación diversa y de calidad.

22.30. ¿Habrán empezado ya mis programas favoritos? Canal 1, Los simpsons, Canal 2, Los simpsons, Canal 3, Los Simuladores, Canal 4, un informe exclusivo de Rolando Graña comiendo fideos con tuco.

Vivimos en sociedades con una pobreza alarmante, con crisis económicas recurrentes, casos de corrupción resonantes, debilidad institucional… Tenemos tantos problemas que resolver, que parece tonto desperdiciar tiempo y espacio en esta nimiedad.
Pero la tele es un reflejo de lo que somos. Todo lo que sucede en una organización (social, política, empresaria) es en algún punto un espejo de la sociedad en la que se vive. Si queremos cambiar lo que somos, tenemos que cambiarlo en todos los ámbitos: la política, las empresas, la tele, el fútbol… Ver Opinión Sur Joven #17
En la televisión argentina no se respetan los horarios. Un programa anunciado a las 22 puede salir al aire a las 22.30 o a las 23 (si el programa anterior está midiendo bien), a las 21.30 o no salir ese día. Últimamente la publicidad de la emisión dice “al término de…”.
La ley dice: “Los titulares de los servicios de radiodifusión deberán asegurar la regularidad de las transmisiones y el cumplimiento de los horarios de programación”. ¿Es la tele el único ámbito en que no se cumple la ley? No, y por eso tomamos natural que esto pase allí.
También se viola el contrato con el consumidor. Ningún negocio funciona sin la confianza entre el comprador y vendedor. Uno de los problemas más graves que ha tenido este país es que no ha sabido construir un empresariado fuerte y sólido dispuesto a invertir resignando ganancias presentes para maximizarlas en el futuro. Y no aprendimos la lección: la tele lo demuestra; lo que importa son las ganancias momentáneas. Un punto más de rating hoy y mañana veremos.
¿Qué pasaría si los programas más taquilleros se emitieran una vez por semana? Tal vez, como sucede en Estados Unidos, durarían 10 años. Se consumen y evaporan 10 años de potenciales ganancias en tan sólo un par de meses, dado que la gente se aburre de que todos los días (y horas) le ofrezcan lo mismo.
¿Cómo se evalúan los resultados de un producto televisivo? ¿Se pueden evaluar minuto a minuto? Cualquier negocio o producto necesita un tiempo para instalarse, para probar, para equivocarse, para cambiar… La televisión requiere de una empatía entre el emisor y el receptor, que sólo se puede generar con un tiempo de ruedo. Eso requiere de inversión económica, y de paciencia. No se puede planificar un canal en base a la planilla del minuto a minuto; no se puede gobernar un país mirando las encuestas.

23. Aparece una publicidad. Gran Hermano, “Al término de Los Simpsons”. Canal 4. Rolando Graña sigue comiendo fideos: ahora agrega queso rallado.

La televisión debe ser considerada un servicio público. Y como tal debe tener una regulación estatal. Es un servicio público, porque es vehículo de cultura: de la buena y de la mala; de la que me gusta y de la que no me gusta. Y todos debemos tener acceso a ella, con horarios previsibles, que nos permitan mirar TV sin necesidad de vivir atado a ella.
¿Por qué ver TV? ¿Por qué no la puedo apagar y leer un libro? Porque puedo hacer las dos cosas, como lo hacen los ciudadanos de cualquier país civilizado. La tele es cultura como lo son los libros y nadie -ni los programadores ni la mano invisible del mercado- deberían impedir que tengamos acceso a ella.
No podemos pensar un país en serio si en los distintos sectores públicos -incluyendo la tele- no se respeta el derecho de todos.

Epílogo:

A las 3 AM Canal 1 cerró la transmisión con un capítulo de los Simpsons. Gran Hermano comenzó a las 23.15, una hora y cuarto después de su anuncio. A las 3AM su conductor seguía repitiendo que éste sería un programa que quedaría en la historia universal. Bailando por un Sueño comenzó a las 23.16, un minuto después que Gran Hermano y cortando por la mitad el espectacular capítulo estreno de Los Simuladores. A las 3 AM Silvia Suller escupió en la cara a Gerardo Sofovich. En ese mismo momento, Rolando Graña terminaba su plato de fideos. Le dio diarrea.

PD: Lo de la televisión pública es una ironía. Vale verla aunque nadie la vea. Te vas a llevar una sorpresa

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