Si yo fuera rey del mundo

Para salir airosos de la crisis, soluciones hay muchas, algunas de ellas audaces. Para estudiarlas conviene suspender la precaución habitual e imaginar un poder ilimitado y benigno, es decir imposible, que nos lleve a un mundo mejor. Para entender lo real, se puede apelar a lo irreal. Para llegar a buen puerto se puede usar la utopia como estrella de navegación.No se preocupe el amable lector. Rey no soy ni lo seré. Sin embargo, vale el ejercicio porque ayuda a estimar las medidas racionales que podrían sacar al mundo de sus mas graves desequilibrios. Cito sólo algunos: la gran desproporción entre pobres y ricos (personas, países, y regiones), entre los pocos que quieren guerra y la inmensa mayoría que desea vivir en paz, entre los seis mil dirigentes (políticos, financistas y tecnócratas) que manejan el mundo y los seis mil quinientos millones que se dejan conducir, entre los dos millardarios que gastaron 100 millones de dólares cada uno en yates que no sirven para nada y en una regata que duró quince minutos (la Copa América en Valencia), mientras dos mil millones de personas ganan un dólar por dia y se transportan a pie, entre el derroche de unos y la penuria de muchos, entre la multiplicación de bienes innecesarios y la carencia de agua y comida, entre los grandes gastos militares y la poca inversión en salud o educación, en la combinación perversa de dos sistemas defectuosos: un socialismo fracasado y un capitalismo en bancarrota, y finalmente en el desplante de aquellos que en muchos países (de izquierda, centro, o derecha) se encaraman en el poder y dicen: ‘para nuestros amigos todo, y para los otros la ley.’

Si yo fuera rey del mundo decretaría un freno al ansia de riqueza y promulgaría su mejor distribución; haría que en las escuelas los niños piensen menos en uno y mas en los demás, menos en tener mas y mas en vivir mejor, menos en el derecho y mas en la obligación, menos en su patria y mas en el planeta, menos en hoy y mañana y mas en lo que vendrá después, menos en la tele y mas en la visión, menos en nosotros y mas en las criaturas que comparten la tierra que habitamos, menos en la cantidad y mas en la calidad. Encargaría a una asamblea de sabios que redactara una constitución que combinara en cada articulo la innovación con la conservación. Instituiría un nuevo premio Nobel para quienes mejor conjuguen la ciencia con la ética. Suspendería en cambio el actual Nobel de economía, hasta que los practicantes de esa disciplina vuelvan a combinar el cálculo con la moral.

¿Será posible compatibilizar estructuras financieras con la ética? Hace un mes me tomé unas cortas vacaciones en México, junto al mar, después de terminar un libro donde toco el tema del capitalismo tardío,  corrompido por la especulación financiera.  Creo que saldrá a la venta en unos dos meses.  El título provisorio que le he dado es South of the Crisis.  A Latin American Perspective on the Late Capitalist World. (Al sur de la crisis. Una perspectiva latinoamericana sobre el mundo del capitalismo tardío).  Para no hacer un descanso perezoso, llevé conmigo el reciente libro de Joseph Stiglitz [[Joseph E. Stiglitz. Free Fall, New York: Norton, 2010.]] (el Nobel de economía del 2001), donde habla justamente de lo imbricados que están el cálculo económico y la ética.  Ese libro se titula Free Fall.  America, Free Markets, and the Sinking of the World Economy (En caída libre. Estados Unidos, la libertad de los mercados y el hundimiento de la economía mundial).i Stiglitz enfatiza, en su teoria económica, el papel de los incentivos.  Cuando la estructura de incentivos (que funciona como la gramática de una economía) está distorsionada, el comportamiento de individuos y empresas se orienta «racionalmente» hacia la especulación.  Esta a su vez distorsiona toda la economía, y sobre todo distorsiona la capacidad de los mercados de asignar correctamente los precios.  Este error de asignación se auto-alimenta, se producen enormes burbujas, que terminan por estallar y, dada la complejidad de los instrumentos y la interrelación de todos los agentes a nivel planetario, llevan a un riesgo sistémico y a la caída de todo el modelo.  La base de todo esto está, según ese autor, en la perdida de control (que Roberto Mizrahi llama el desenfreno) de variables elementales.  Esto tiene que ver menos con la teoría económica que con la ideología política, que ha cundido en todo el mundo desde la época Reagan-Thatcher-Friedman-Greesnspan, etc.  

El método de Stiglitz es el «pelar una cebolla» capa por capa de estas distorsiones, hasta llegar a un meollo que dejar de ser económico y es en el fondo ético.  Como es un gran economista, trata de salvar lo bueno de su disciplina de lo espurio, pero no puede negar que en los últimos 20 años el cauce principal de las ciencias económicas ha funcionado menos como ciencia que como murga propagandística de un modelo de poder concentrado y privilegiado.  

Lo que saco en limpio de todo esto es que hay una relación profunda entre economía y ética, que ya estaban relacionadas en la obra fundacional de Adam Smith, a quien luego otros han leído en forma superficial y errónea.  El corolario es este: los mercados no se autorregulan, sino que se basan, para funcionar bien, en estructuras (sociales, comunitarias y estatales) que están fuera del mercado pero que constituyen sus condiciones de posibilidad y de buen funcionamiento.  En el caso europeo que conozco, que es el de Italia central, ha sido la confianza heredada de estructuras medievales en comunidades locales la que permitió un desarrollo capitalista de pequeñas y medianas empresas muy prosperas, que se hicieron muy ricas y que aumentaron (no disminuyeron) la igualdad social.  Hoy han sido superadas y en algunos casos dañadas mucho por la globalización reciente.  Eso por el lado «de abajo», que es el de una ética comunitaria.  Caso curioso: cuando los comunistas italianos se dieron cuenta que nunca llegarían al poder central y que el modelo soviético era un fracaso, dedicaron sus energías a ganar elecciones locales en municipios de Italia central.  En su manejo del poder local se distinguieron por su falta de corrupción y su apoyo a asociaciones cívicas, que a su vez ayudaron a las empresas de sus respectivas regiones.  ¡Se transformaron en asociacionistas cívicos pro-capitalismo!  Y la cosa salió bien.  

Por el otro lado, «desde arriba» Italia ya no es un ejemplo, pero si lo han sido los países escandinavos, con políticas fiscales y control del estado para evitar la especulación.  El modelo hipotecario de Dinamarca, por ejemplo, ¡ha funcionado sin burbujas por un lapso de 200 años!  

La tragedia norteamericana es que, por obra de una ideología generalizada de des-regulación e «individualismo posesivo» se llegó a un distanciamiento enorme de las operaciones económicas de todo anclaje comunitario, local, y de veeduría estatal.  La economía se transformó en una casino de valores ficticios superpuestos a través de «innovaciones» financieras como las derivadas y los credit default swaps, que diluyeron la responsabilidad por la consecuencia de los actos.  Peor aun, como el ganar dinero se volvió un único objetivo personal y cultural, se inventaron esquemas depravados, como por ejemplo engañar a los pobres para que se endeudaran con cédulas hipotecarias y tarjetas de crédito, a sabiendas que nunca podrían pagar.  La ironía de todo esto, es que cuando la especulación se cortó y todo el sistema cayó, los mismos responsables, igual que el gobierno, tuvieron que recurrir a una intervención del estado masiva y general, como nunca había ocurrido hasta ahora.  Hoy en dia, el capitalismo norteamericano es una economía estatista, en la que los grandes grupos económicos son sostenidos por el erario publico y los contribuyentes: ¡vaya socialismo!  El modelo fue y seguirá siendo insostenible, de manera que toda experimentación alternativa y todo retorno a la ética, desde la práctica local hasta la teoría económica, será bienvenido.  Entramos en un periodo de re-equilibrio global y local, y de experimentación.

En el mundo de la post-crisis, las ciencias económicas dejarán de dedicarse exclusivamente a la fantasía de ser ciencias exactas para volver a su cauce original: el de una interpretación objetiva de la realidad social en toda su complejidad, que es inevitablemente un mundo de valores. El análisis económico, como el análisis médico, no dejará de ser científico, pero será también un arte: el arte de organizar la creación y la distribución de riqueza en función de valores discutidos y compartidos.

Vuelvo a mi reinado ficticio: el reino de lo deseable y el reino de lo factible, donde cito otro libro reciente e interesante. Se trata de un texto escrito por un consultor de inversiones y analista de la bolsa de valores de Hong Kong, economista del Banco Mundial y director de estrategias de la firma ABN AMOR en Londres, Richard Duncan. Duncan se propuso analizar la hegemonía del sector financiero en la economía mundial, y llegó a la conclusión que el capitalismo tardío se corrompió y nos han llevado al desastre[[Richard Duncan. The Corruption of Capitalism, Hong Kong: CLSA, 2009.]]. Hoy hay muchos libros que pregonan un futuro oscuro para un sistema rapaz y parasitario, pero muy pocos se atreven a proponer soluciones. Richard Duncan no tiene reparos en hacerlo. Sus propuestas se basan en la necesidad imperiosa de re-equilibrar la economía global y de restablecer un crecimiento sustentable. Propone crear un nuevo tipo de contexto macro-económico estable y menos riesgoso. Según este autor, tal contexto sólo puede existir cuando las principales economías tengan presupuestos equilibrados, intercambios también equilibrados, un sistema monetario en el que los gobiernos no puedan crear o rebajar monedas, y un sector financiero rigurosamente vigilado. Sostiene que tal contexto existió en los Estados Unidos hace cincuenta años, y que es necesario volver a el. Pero, añade el autor, un re-equilibrio drástico y severo provocaría una nueva Gran Depresión, razón por la que propone medidas de ajuste graduales, de lo contrario, una fuerte carga impositiva, una gran reducción del gasto, y un proteccionismo tarifario nos llevaría a una situación similar a la de los años treinta. Pero si la alternativa es no hacer nada, o sostener una tambaleante actividad económica con la terapia intensiva de gasto y de emisión (como se hace ahora), sólo se lograría prorrogar el desbarranco final.

¿Cómo se logra entonces la cuadratura de este circulo? El primer paso (el que yo daria como rey del mundo) es orientar el gasto público hacia nuevas tecnologías en materia de producción “verde” (de poca incidencia ambiental), en energías sustitutivas, y en la salud de la población. Por ejemplo, una vacuna contra el cáncer (producto de esa enorme inversión) daria suficiente rédito como para borrar la deuda acumulada de toda la nación (se refiere al caso particular de los Estados Unidos). En materia de intercambio, toda política proteccionista es contraproducente, y la manipulación cambiaria lo es también. Para zafar del dilema, hay que pensar de otra manera. Pensar por ejemplo, que un país como los Estados Unidos declare unilateralmente, que no importará ninguna mercadería que no haya sido producida sin un salario mínimo y móvil global—un aumento, digamos, de 1 dólar diario anual. De esta manera, el salario mundial promedio actual subiría de $5 a $6 y así sucesivamente, hasta triplicarse en el lapso de 10 años. Los países emergentes, como China, mejorarían la situación de sus trabajadores y desarrollarían un mercado interno, en vez de volcarse exclusivamente a la exportación. Como contrapartida, los países avanzados podrían exportar mas de su propia y novedosa producción y eliminarían menos puestos de trabajo. El intercambio entre los actuales deudores y sus acreedores se volvería mas justo y mas sano.

En materia monetaria, si yo fuera rey del mundo regularía y condicionaría con la mayor firmeza las emisiones de moneda que los gobiernos puedan realizar. Un intercambio equilibrado a base de un salario mínimo y móvil mundial, una inversión masiva en innovaciones tecnológicas, y una moneda sana serian los pilares de mi imaginaria gestión. En cuanto al sector financiero, decretaría lisa y llanamente el desmembramiento de los grandes conglomerados bancarios, la separación estricta de los bancos comerciales y los fondos de inversión, y la vuelta al viejo sistema de bancos locales y regionales abocados al crédito a las PYMES.

Finalmente (y con esta medida me jubilaría de rey) dispondría que los representantes del pueblo (diputados, senadores, concejales, y demás) no pudiesen se reelegidos después de una única gestión. Es una medida preventiva contra el soborno, la corrupción y el enriquecimiento por ejercicio de la función publica. En caso de que aun así existiese la compra y venta de votos, decretaría que desde entonces en adelante, los representantes del pueblo fuesen sorteados por lotería entre toda la población, como sucedía en algunas ciudades de la antigua Grecia.

Finalmente ejecutaría mi propia abdicación y dispondría la posterior extinción de la monarquía.

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