Otros Capitalismos

arton472En el campo del desarrollo sostenible con inclusión social, que es el caballito de batalla de Sur Norte y de Opinión Sur, conviene aprovechar las experiencias exitosas de otras latitudes, aunque no las podamos importar como se importa un automóvil. Un primer paso para sacar provecho de ellas es dejar de lado la retórica de los “modelos” y dedicarnos a examinar los resultados a mediano y largo plazo de la inversión pública. Un segundo paso consiste en examinar la base social y político/institucional del consenso en torno a políticas de estado.Una excursión a pueblos distintos.

Ya son cuatro los veranos en los que surco, en mi velero, los mares de Escandinavia. Primero fue el Mar del Norte, a lo largo de las costas y los fiordos de Noruega, hasta llegar mas allá del circulo polar. Luego hice transportar el barco hasta Finlandia, donde fue construido 35 años atrás. Allí fue sometido a una minuciosa restauración. Una vez finalizada la obra, pude recorrer todo el Golfo de Botnia (la parte norte del mar Báltico), desde Finlandia hasta Suecia, para regresar finalmente a Finlandia a través del laberíntico archipiélago de las islas Aland. Fue un gran desafío y una experiencia magnifica. No solo náutica. Pude visitar islas ignotas, aldeas de pescadores, y ciudades maravillosas. Llegue a la legendaria Ultima Thule. Aprendí a leer y barruntar algunas frases en sueco y en noruego. Me rendí impotente ante las dificultades del finlandés –una lengua fino-úrica cuyos origenes, como los del idioma vasco, son desconocidos. Por suerte, casi todo el mundo habla inglés.

La pasión del mar, sin embargo, no logró desplazar la curiosidad intelectual. En Noruega me interesé por un tema de importancia estratégica, a saber cómo un país puede enriquecerse con el petróleo sin corromper sus hábitos e instituciones. Visité pozos y plataformas, entreviste a ciudadanos comunes, obreros del petróleo y ejecutivos de empresas, en Oslo, Stavanger y Bergen, y a lo largo de una costa que se extiende hasta latitudes extremas. En Suecia tuve que anclar en la ciudad veraniega de Oregrund esperando que pasase un temporal. Para aliviar la espera, pude ir en omnibus hasta la antigua ciudad universitaria de Uppsala, donde visité bibliotecas, la tumba de Swedenborg y los jardines de Lineo. Allí me interesó la manera en que Suecia, en los años 90 salió airosa de una crisis financiera similar, en reducida escala, a la que azotó a todo el planeta en el 2008 y el 2009. En Finlandia, en cambio, me pregunté (y pregunté a quienes pude entrevistar) cómo un país pequeño, poco poblado, de fuerte arraigo rural pudo dar un salto a la vanguardia del mundo postindustrial y salir a competir en todos los mercados con productos de alta tecnología. No pude todavía visitar a la alegre Dinamarca, pero lo haré pronto, porque según las encuestas, tiene la población mas feliz del mundo: aparentemente los daneses son altamente productivos, muy libres en sus costumbres, y cambian de trabajo como de vestido, sin temer el desamparo. Completaré así una visión de conjunto de los países nórdicos. A esta altura del periplo puedo anticipar algunas concusiones. Paso a enumerarlas. Les asigno algunos títulos insólitos.

El valor de lo concreto.

Las ideologías ofuscan porque toman como seres reales a las meras abstracciones. Estas se vuelven así los ídolos de la tribu, adorados o aborrecidos, y en general, todos temidos. En torno a ellos se forman bandos cerrados y enemigos. En el fragor de la lucha estos bandos abandonan la sensatez y llegan a veces a preferir el fervor o el delirio al reconocimiento de la mundana realidad. Todos los “ismos” que nos acosan en el discurso publico o en la cháchara social simplifican el mundo, lo tergiversan, lo estilizan demasiado en capsulas antagónicas que separan a la gente, y tienen el triste destino de estandartes en peleas que son tan feroces como fútiles. El siglo pasado ha sido un cementerio de “ismos”: fascismo, comunismo, nazismo, liberalismo, etc. Casi todos murieron, pero en el siglo 21 nacen otros: neoliberalismo, socialismo “siglo 21”, fundamentalismo, terrorismo, etc. Los contenidos y los rótulos cambian; la función es la misma.

La única forma eficaz de superar estas quimeras no es la lucha ni en la calle ni en la cancha, sino la desconstrucción. Entiendo por desconstruccion la paciente tarea de desarmar esos espantapájaros que en el discurso ideológico se llaman “modelos.” En America Latina, algunos politicos de turno denuncian insidiosos “modelos” impuestos en el continente por los países dominantes. Por su parte, algunos gobernantes de turno defienden su propio “modelo” económico o político. Disfrazan así en ropaje pretensioso su modesto estilo de gobernar.

El primer paso de una buena desconstrucción es enfrentar los “modelos” con la sobria y compleja realidad. Reconocer, por ejemplo –como lo ha hecho recientemente el historiador inglés Eric Hobsbawm– que “el socialismo fracasó y el capitalismo entró en bancarrota.” Para preguntarse a renglón seguido “Y ¿ahora qué?” De los escombros de estos “ismos” se pueden recuperar muchas cosas: lecciones valiosas de lo que se puede y vale la pena hacer; y lecciones negativas de lo que no funciona o no se debe hacer. Emular, inventar, adaptar, y evitar, son verbos que por suerte hoy reemplazan –si bien no en todas las regiones– a los verbos ardientes de otras épocas: adherir, luchar, resistir, triunfar, morir. El heroísmo del siglo 21 es callado y persistente –el trabajo de quienes buscan la protección del medio ambiente, la reducción de la miseria, la erradicación de enfermedades, la reconciliación de los pueblos –en fin, soluciones concretas. Frente a estas acciones, el supuesto heroísmo furibundo y vocinglero de “imponer”, de “vencer o morir” es con frecuencia una máscara que esconde sórdidos intereses y bajos apetitos. Produce mayor sufrimiento humano que el que pretende eliminar.

El segundo paso de una buena desconstrucción consiste en abandonar las abstracciones y dedicarse al examen de casos concretos. Una buena receta es pluralizar el “modelo.” Por ejemplo: no hablar de “capitalismo” sino de capitalismos. Dicho de otra manera: descender de un modelo único, universal, a una pluralidad de modelos regionales, que a su vez se desarman en sus varios componentes nacionales. En palabras aun mas sencillas: se trata de pasar del modelismo teórico a las distintas experiencias de construcción de una sociedad, de una economía, de un país.

Experiencias nórdicas.

Así como no existe un “modelo” único de capitalismo, no existe tampoco un “modelo nórdico” uniforme. Noruega, Dinamarca, Suecia y Finlandia (podríamos agregar Holanda a esta serie) tienen muchas cosas en común, y muchas otras, idiosincrásicas, que los separan. Son países capitalistas en un sentido general, y tienen en común un éxito notable: cada uno ha sabido a su manera conjugar la economía de mercado con inclusion y sin pobreza, con una ingerencia bastante eficaz del estado, y con una sociedad de espíritu y practica igualitarios. En todos estos países es elevado el gasto público, y es amplia la red de protección social, lo mismo que las medidas que constituyen un “estado de bienestar.” Pero ni ese gasto ni las medidas mencionadas les impide innovar, producir y competir en todos los mercados. Los mercados laborales son relativamente libres pero sujetos a políticas públicas activas, Los sindicatos son fuertes pero no traban el dinamismo empresario sino que colaboran con la gestión. En otras palabras, los países del Norte conjugan la eficiencia con la equidad.

Cuando algunos comentaristas hablan del “modelo nórdico” lo hacen por contraste con la experiencia anglosajona (Estados Unidos, Reino Unido, e Irlanda) – países donde eficiencia y equidad marchan por senderos que se bifurcan. Allí el recelo al estado es muy difundido, y la desigualdad, la desprotección de los mas débiles y los pozos de pobreza son cada vez mayores. Pero el dinamismo, la productividad y la eficacia son muy grandes. Cuando se habla del “modelo neoliberal” en realidad se hace referencia al intento de adoptar o de imponer la experiencia anglosajona en países de trayectoria muy distinta, en momentos críticos de su historia. El “consenso de Washington” fue el momento en que los países de América Latina y de otras regiones, en plena crisis económica y social, buscaron la asistencia de los Estados Unidos, que se habían afirmado entonces como la única superpotencia mundial. Recibieron un diagnóstico no del todo errado, pero una medicina que les resultó casi fatal. En ese contexto, el neoliberalismo fue una receta que hace recordar las curas de ciertas enfermedades antes de la invención de los antibióticos. La sífilis, por ejemplo, se “curaba” inyectando al paciente una fuerte dosis de paludismo.

Otros países capitalistas tienen combinaciones aun menos felices de medidas e instituciones. Por ejemplo Francia –país en el que me ha tocado vivir parcialmente por 18 años—protege, con la colaboración de sindicatos minoritarios pero estratégicos, a los sectores empleados a expensas de los que no consiguen trabajo (sobre todo los jóvenes y los inmigrantes) que se enfrentan con grandes barreras para entrar en sociedad. Es un país donde el sindicalismo y el “progresismo” son atributos del privilegio y no motores de equidad. En la cuenca del Mediterráneo, países como Italia (que frecuento), España, Grecia y Portugal, dedican el gasto público a las jubilaciones y protegen el nivel de empleo a costas de la flexibilidad laboral necesaria en un mundo moderno y competitivo. En resumen, allí la equidad y la protección social se pagan con artrosis económica y un deficit estructural en las cuentas públicas (i).

¿Cuáles son los logros mas notables de los capitalismos nórdicos? [Veamos primero un cuadro de conjunto->http://www.opinionsur.org.ar/cuadrocapnordicos.pdf] y vayamos luego caso por caso.

Salvo la tasa de desocupación, las cifras son alentadoras, aunque algunas han empeorado con la crisis mundial que hoy afecta a todos. Los países nórdicos demuestran que es posible, en la práctica, vencer a uno de los grandes desafíos del desarrollo sostenible: combinar la aspiración a una mayor prosperidad económica con un alto grado de protección social. Para los politicos y los economistas de otras latitudes que han debatido por largo tiempo cómo conciliar el poder de los mercados con una garantía contra la inseguridad y la angustia de “quedarse afuera,” el logro de los nórdicos es casi la cuadratura del circulo.

Y hay otras cuadraturas. Los países nórdicos tienen por lo general un desempeño económico superior al de los países anglófonos. Veamos la lista de las economías mas competitivas del mundo:

Ranking de países 2006-2007 según el Wall Street Journal

1.Suiza

2.Finlandia

3.Suecia

4.Dinamarca

5.Singapur

6.Estados Unidos

7.Japón

8.Alemania

9.Holanda

10.Reino Unido

11.Hong Kong

12.Noruega

13.Taiwán

14.Islandia

15.Israel

Los países nórdicos mantienen un alto dinamismo económico a pesar de una carga impositiva elevada. El gasto social es compatible con un sistema económico abierto, competitivo, y basado en el mercado. “Capitalismo” y “socialismo” no son entelequias contrapuestas sino módulos de combinación experimental. Cabe preguntarse ¿porqué, en estos países, el gasto público no frena el crecimiento económico?, ¿porqué los altos impuestos no matan la iniciativa privada y el afán de superarse? ¿Porqué la incorporación de sectores menos favorecidos no es una carga para los demás? De las respuestas a estos interrogantes surgen algunas recomendaciones muy valiosas, sobre todo para los países del Sur global.

Aprender sin copiar

Si combinamos los rasgos de los países nórdicos en un solo “modelo” sus logros nos parecerán, en el Sur, utópicos, ya que no podremos “importar” ese artefacto como se importa un Volvo. Si en cambio desarmamos el artefacto en varias piezas de experiencia, sacaremos lecciones valiosas que podremos adaptar a nuestro medio, sobre todo como metas y objetivos de algunas políticas públicas.

Primero, no es el gasto público lo que debe asustarnos, para sacar como conclusión equivocada que hay que reducirlo a toda costa (receta administrada desde hace mucho por Washington). La clave está en dónde se aplica el gasto. Hay gastos meramente redistributivos, hay gastos deficitarios, y hay gastos inflacionarios. Por lo general son todos malos y se pagan con penuria social tarde o temprano. Pero hay gastos no inflacionarios (aunque a veces sí son deficitarios) que rinden beneficios económicos y sociales a mediano y largo plazo. Podemos considerarlos por lo tanto como una buena inversión. La lección nórdica es en este punto muy clara: tanto en épocas de bonanza como en épocas de crisis, países como Finlandia has mantenido un alto y persistente nivel de gasto público en salud y educación, seguido por la inversión pública en obras de infraestructura. La cobertura médica es amplia y abarca a toda la población. La educación es pública y gratuita en todos los niveles, desde el jardín de infantes hasta las carreras profesionales, con un énfasis especial en la proliferación de institutos politécnicos. La comparación de esta estrategia con la de otros países, incluso algunos dentro de la Unión Europea es muy ilustrativa (aunque a veces pareciera odiosa). Como ejemplo daré mi propia experiencia. Hace varios años que paso un mes en la ciudad de Lucca, en Italia y otro mes en la ciudad de Kokkola, en Finlandia. Ambas tienen exactamente la misma población: 32.000 personas. En la bellísima Lucca hay 300 iglesias católicas y varios monasterios, dos escuelas maternales, un liceo secundario y una escuela de música. A duras penas mis colegas y yo pudimos establecer un instituto de estudios avanzados en ciencias exactas y sociales que hasta hoy es mirado con recelo. En la mas austera ciudad de Kokkola hay sólo 2 iglesias luteranas, varias escuelas primarias, y 5 institutos politécnicos. De ellos sale una mano de obra altamente calificada que trabaja en empresas pequeñas y medianas de alta tecnología en la región circundante (astilleros, motores náuticos, informática, laminados de acero, y papeleras). En esta ciudad predomina la ética protestante y el espíritu empresarial; en la ciudad toscana domina la ética católica y el espíritu humanista. Resumen: el gasto público finlandés estimula el desarrollo económico, promueve la igualdad, y acelera la movilidad social de las personas. No hay gran pobreza y la expectativa de vida es superior a la norteamericana.

Si de Finlandia pasamos a América del Sur, conviene recordar que si la Argentina no ha perdido aun mas posiciones en el ranking de las economías mundiales, en gran parte se debe a que su población mantiene un nivel de educación y calificación superior al de los países hermanos: ¡se beneficia todavía, a 150 años de distancia, de la política educacional y de la inversión publica de la presidencia de Sarmiento!

Conviene señalar otra virtud finlandesa como lección estratégica, a saber: el compromiso inquebrantable de ese país con la investigación científica y el desarrollo de nuevos productos de alta tecnología. Los finlandeses dedican el 3,5% del producto domestico a la investigación y el desarrollo (R&D). Siguen en esto a los suecos, que le dedican nada menos que el 4,3% del PBI. Los pueblos nórdicos saben que para ocupar un lugar confortable en un mundo globalizado no pueden sentarse a “vivir con lo nuestro” sino salir a competir en el mundo con productos de alta calidad y valor agregado. Una parte importante y creciente del gasto del gobierno finlandés se dedica a financiar la investigación y sus aplicaciones comerciales. Los fondos se canalizan a través de una agencia pública, llamada Tekes, que apoya la investigación pura y la aplicada tanto en las universidades (40%) como en las empresas privadas (60%). El año pasado Tekes gastó 540 millones de dólares de esta forma –unos 10.000 dólares por cada ciudadano finlandés. Si los EEUU hicieran algo similar, dedicarían 300 billones de dólares a la investigación y desarrollo (R&D).

Acabo de enumerar sólo algunos logros que conozco por experiencia propia. La lista es mucho mayor, y se extiende a la educación, la salud (los finlandeses gastan el 7% del PBI en servicios de salud, que son excelentes y amplios, mientras que los EEUU gastan el 17% del PBI en servicios mucho mas deficientes).

Todos estos logros tienen una clave que no es ni técnica ni económica: es una clave social, política, y geopolítica. Se basan en poblaciones pequeñas, culturalmente homogéneas (este rasgo esta cambiando a causa de la inmigración, vinculada a su vez al envejecimiento demográfico), que han logrado un gran consenso en torno a políticas publicas y a políticas de estado, y a una posición geopolítica que las pone al margen de los grandes conflictos mundiales. Al fin de cuentas, estas son las variables que debemos ponderar si, en el Sur global, queremos sacar provecho del “modelo nórdico.”

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(i) Para el 2010 se estima que la deuda pública italiana llegará al 116% de PBI, 4 veces superior al tope fijado por la Unión Europea. La evasión impositiva es cada vez mayor; el nivel de empleo es bajo, y las jubilaciones absorben el 30% del gasto publico. Si pensamos que tanto Italia como Finlandia (que está en las antípodas) forman parte de la misma Unión Europea, podemos comparar a esta última con una cocina de varias hornallas pero con un solo control. Por esta sencilla razón, el futuro del euro es problemático y no será capaz de reemplazar al dólar como moneda de reserva.

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