Muerte y Resurrección de Wall Street

Entre las iniciativas para reactivar la actividad económica de Nueva York se destaca el lanzamiento de una serie de “desarrolladoras de negocios” que parecen copiadas de las páginas de Opinión Sur. Celebramos la feliz coincidencia en un momento asaz aciago para la ciudad-centro de la economía mundial.¿Cómo no recordar en estos momentos duros para la ciudad, cuando camino por Wall Street, a Federico García Lorca? El poeta andaluz llegó a cantar –y a insultar de paso—a la ciudad de Nueva York, donde, según decía, “el Hudson se emborracha con aceite.” (1) En este barrio financiero –ombligo del mundo capitalista—desaparecen 65.000 puestos de trabajo en el sector de servicios bancarios y de inversión.

El intendente de Nueva York, el Sr. Michael Bloomberg –hombre de finanzas también—estima que tardará mucho en recuperarse el sector y que, de todas maneras, nunca volverá a ser el mismo. Hago pues la paráfrasis del Lamento por la muerte de Ignacio Sánchez Mejia, el torero cantado por García Lorca.

Esta vez el lamento del intendente es por la desaparición, o el éxodo, del prototipico joven MBA que trabajaba en servicios financieros, recogiendo pingues ganancias desde una temprana edad.

“Tardará mucho en nacer, si es que nace,

un operador de bolsa, tan rico de aventura,

tan lleno de arrogancias,

tan bien pagado con fáciles ganancias.”

“Por que te has muerto para siempre,

como todos los muertos de la Tierra,

como todos los muertos que se olvidan

en un montón de perros apagados.”

Para mitigar el dolor, y frenar el éxodo de talento, el intendente lanzó estos días un programa bastante modesto –45 millones de dólares—de inversión pública destinado a re-educar banqueros, operadores de valores bursátiles y otros que han perdido su trabajo en Wall Street, y al mismo tiempo proveer un capital inicial para que estos “desocupados de lujo” se animen a crear nuevas industrias.

El programa pretende frenar el drenaje de profesionales de la banca que se producirá durante la reestructuración de la industria de servicios financieros, motor del crecimiento económico de Nueva York durante las últimas décadas. No sólo se trata de acelerar la recuperación del sector, que “tardará mucho en volver, si es que vuelve” a ser lo que fue, sino también a cambiar el perfil económico de la ciudad.

En primer lugar, las autoridades municipales quieren atraer a Nueva York a grandes bancos y compañías extranjeras –en especial las asiáticas—para que llenen el vacío creado por la bancarrota de grandes compañías norteamericanas (Lehman Brothers, Bear Stearns, y otras). Esperan que el gobierno federal preste a la ciudad muchos millones mas para poder seducir a esas empresas a venir al barrio de Wall Street. Aun así, el Sr. Bloomberg se mostró bastante dubitativo acerca de la recuperación del sector financiero. De una cosa está seguro: Nueva York deberá competir con otras ciudades “globales” por el puesto que otrora ocupaba sin otro rival que la ciudad de Londres. Tal competencia solo se producirá dentro de unos años, cuando se espera, renazca el sistema económico.

Es fácil pero también justo criticar este enfoque, característico de un hombre que hizo miles de millones agilizando el sistema de informaciones bursátiles. Es en el fondo, un programa de ayuda a los sectores que mas concentraron ingresos durante la fase de crecimiento acelerado, y que son, por lo tanto, directa o indirectamente, responsables de la crisis del sistema. Se trata en efecto, de una inyección de adrenalina a un rico infartado.

Sin embargo, conviene recordar cómo el propio Bloomberg “se hizo desde abajo.” La compañía fundada por el intendente –Bloomberg LP—es un modelo del tipo de empresa que el espera otros inventen en el futuro inmediato. El la fundó con los 10 millones de dólares que recibió cuando lo despidieron de la firma Salomón Brothers. El fundó su empresa en una pieza de 9 metros cuadrados. No recibió ayuda de la ciudad en ese entonces, pero insiste en que los tiempos han cambiado y que ha llegado el momento de invertir dineros públicos en desarrolladoras de negocios.

Entre las 11 iniciativas anunciadas por el intendente Bloomberg, se destaca la formación de una red de “inversores ángeles” y de un fondo privado de préstamos a nuevas empresas, que podrán recibir hasta 250.000 dólares para comenzar sus operaciones.

Los planes de este intendente se enfrentan al mismo dilema que tiene el gobierno federal y la administración Obama, con su equipo de economistas de primera línea. El dilema es éste: ¿salvamos lo que podemos del sistema actual, o cambiamos las prioridades y apostamos a un crecimiento distinto y mas equitativo en el futuro? No es fácil hacer las dos cosas, y se corre el riesgo de no hacer ninguna bien. Podemos formular el dilema en otras palabras: ¿apostar a la recuperación del sistema o reconvertir el capital humano para desarrollar nuevos negocios?

Supongo que el Sr. Bloomberg no lee nuestras páginas de Opinión Sur. Sin embargo, algunas de sus ideas son sorprendentemente coincidentes con nuestras propuestas de desarrolladoras de negocios. Como dato anecdótico e ilustrativo, señalaré que el intendente anunció su programa de ayuda a la recuperación económica en un edificio ubicado el la calle Varick 160, destinado a hospedar a una desarrolladora de negocios, o como se llama aquí, un espacio incubador de nuevas empresas chicas y medianas a cargo de profesionales desocupados. Una compañía inmobiliaria “presta” ese edificio, sin cargo, por 3 años, donde las nuevas empresas alquilarán su espacio por una pequeña suma de 200 dólares mensuales. La selección de empresarios que serán sus inquilinos corre por cuenta del Instituto Politécnico de mi propia universidad, la New York University. El programa comenzará en el mes de abril. Otro espacio para otra desarrolladora de negocios se abrirá en el barrio financiero a comienzos del año próximo, bajo el patrocinio de la Corporación de Desarrollo Económico de la ciudad.

Como puede apreciar el lector, Nueva York esta adoptando el modelo Sur/Norte de desarrolladoras de negocios, haciendo converger el sector privado, el sector público, y el tercer sector. Así, la Corporación de Desarrollo –institución mixta pública y privada—proveerá 3 millones de dólares a un fondo de inversión en pequeñas empresas nuevas. Espera atraer el doble en capitales privados de riesgo, sumando así unos 9 millones, que juzga suficientes para lanzar varios cientos de pequeñas empresas. Por su parte, la ciudad contribuirá unos 15 millones al programa, y el gobierno federal otros 30. De esta manera, se calcula que en los próximos 10 años, estas iniciativas generarán unos 25.000 nuevos empleos y que las nuevas empresas contribuirán unos 750 millones de dólares a la economía local.

Evidentemente el Sr. Bloomberg se ha dado cuenta que en el futuro, la ciudad de Nueva York dependerá mucho menos de las actividades financieras de Wall Street (en el pasado reciente, un tercio de toda la actividad económica de Nueva York se desarrollaba en el sector financiero). “Tardará mucho en nacer si es que nace.” Tal vez el lamento es una bendición disfrazada, si ponemos la mira en una sana transición fuera de esta crisis, basada en evitar del regreso del principal “tumor” del sistema: “una economía timbera” con ingresos súper-concentrados, “tan ricos de aventura.”

La nueva y verdadera aventura es no sólo económica sino social: mas productividad, mas empresas innovadoras, mayor igualdad de ingresos y mayor promoción de oportunidades de abajo hacia arriba. El mercado y el submercado de capitales no volverán a ser lo que fueron. Será duro, pero enhorabuena. El capital financiero tendrá que dar un gran paso atrás para que el sistema económico entero se recupere, se haga mas sano, y que no quede olvidado “en un montón de perros apagados.”

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Nota:

Reproduzco en esta nota –fuera de texto, para no escandalizar al lector—el poema “New York, Oficina y Denuncia” que escribió García Lorca en 1930, en plena crisis económica:

Debajo de las multiplicaciones

hay una gota de sangre de pato.

Debajo de las divisiones

hay una gota de sangre de marinero.

Debajo de las sumas, un río de sangre tierna.

Un río que viene cantando

por los dormitorios de los arrabales,

y es plata, cemento o brisa

en el alba mentida de New York.

Existen las montañas, lo sé.

Y los anteojos para la sabiduría,

Lo sé. Pero yo no he venido a ver el cielo.

Yo he venido para ver la turbia sangre,

la sangre que lleva las máquinas a las cataratas

y el espíritu a la lengua de la cobra.

Todos los días se matan en New York

cuatro millones de patos,

cinco millones de cerdos,

dos mil palomas para el gusto de los agonizantes,

un millón de vacas,

un millón de corderos

y dos millones de gallos

que dejan los cielos hechos añicos.

Más vale sollozar afilando la navaja

o asesinar a los perros

en las alucinantes cacerías

que resistir en la madrugada

los interminables trenes de leche,

los interminables trenes de sangre,

y los trenes de rosas maniatadas

por los comerciantes de perfumes.

Los patos y las palomas

y los cerdos y los corderos

ponen sus gotas de sangre

debajo de las multiplicaciones;

y los terribles alaridos de las vacas estrujadas

llenan de dolor el valle

donde el Hudson se emborracha con aceite.

Yo denuncio a toda la gente

que ignora la otra mitad,

la mitad irredimible

que levanta sus montes de cemento

donde laten los corazones

de los animalitos que se olvidan

y donde caeremos todos

en la última fiesta de los taladros.

Os escupo en la cara.

La otra mitad me escucha

devorando, orinando, volando en su pureza

como los niños en las porterías

que llevan frágiles palitos

a los huecos donde se oxidan

las antenas de los insectos.

No es el infierno, es la calle.

No es la muerte, es la tienda de frutas.

Hay un mundo de ríos quebrados

y distancias inasibles

en la patita de ese gato

quebrada por el automóvil,

y yo oigo el canto de la lombriz

en el corazón de muchas niñas.

Óxido, fermento, tierra estremecida.

Tierra tú mismo que nadas

por los números de la oficina.

¿Qué voy a hacer?, ¿ordenar los paisajes?

¿Ordenar los amores que luego son fotografías,

que luego son pedazos de madera

y bocanadas de sangre?

San Ignacio de Loyola

asesinó un pequeño conejo

y todavía sus labios gimen

por las torres de las iglesias.

No, no, no, no; yo denuncio.

Yo denuncio la conjura

de estas desiertas oficinas

que no radian las agonías,

que borran los programas de la selva,

y me ofrezco a ser comido

por las vacas estrujadas

cuando sus gritos llenan el valle

donde el Hudson se emborracha con aceite.

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