En el ámbito militar, para acortar la agonía de un hombre condenado a muerte pero herido de bala, un oficial fue llamado para aplicar el misericordioso golpe de gracia. El equivalente civil existe en una antigua costumbre sarda—hoy mayormente ausente—en la cual una mujer especialista—la acabadora—era llamada en el lecho de muerte de un paciente para rematarlo/a. La Unión Europea está muriendo, si hemos de escuchar la prognosis mayoritaria. Voluntariamente o no, un número de políticos, guiados por un pueblo enojado, está cumpliendo actualmente con este rol terminal. Pese a los intentos por exonerar a Europa con argumentos cada vez más débiles, luchas por reemplazar la unión con un revival de las naciones, la ira de los votantes, y la creciente importancia de los demagogos, parece una interminable agonía. Poca sorpresa entonces produce ser testigo de acciones que llaman a cancelar todo. Pero qué seguirá a este Velatorio de Finnegan?
En el mes de mayo, navegué en un pequeño barco por las costas de Italia, desde el Golfo de Venecia hasta la Bahía de Nápoles, esto es desde el Adriático hasta el mar Jónico y finalmente el Tirreno. Visité numerosos pequeños puertos, la mayoría encantadores, con ecos de una vida sin estrés y con valores más simples que están rápidamente desvaneciéndose del mundo.
Con mis amigos navegantes italianos intercambiamos historias y bromas como suelen hacer los navegantes. Cuando nos acercábamos a la costa de Sicilia, una de las historias me sorprendió mucho. Se trata de la leyenda de las dos islas más grandes de Italia: Cerdeña y Sicilia. Por varios siglos las dos islas fueron devastadas por todo tipo de invasiones: sarracenos y cruzados, piratas y papistas, y muchos otros. Los aldeanos se protegieron huyendo de las costas hacia las colinas donde emergió una particular cultura de desconfianza, sospecha y silencio (la famosa omertà o código de silencio acerca de la actividad criminal y la resistencia a dar evidencia a la policía que existe dentro de organizaciones delictivas como la Mafia). Incluso hoy éstas son personas de pocas palabras, por temor a ser denunciados o a las represalias. Una de sus tradiciones ha persistido y es actualmente transmitida en voz baja. Los académicos estadounidenses han llamado a esta cultura sureña “familismo amoral”. Puede resumirse como: para nuestra familia todo; para el resto silencio y sospecha.
Ésta es la historia. En tiempos remotos, cuando la salud de un miembro de la familia—usualmente muy anciano—se deterioraba y entraba en una muy prolongada agonía, los parientes se reunían y con muy pocas palabras y gestos solemnes decidían poner fin al sufrimiento de su amado enfermo. Era el momento de “llamarla”.
Se la conocía como la acabadora, la partera del moribundo. Ella venía con un martillo de madera. Era dejada sola con el agonizante. Rápida y profesionalmente ella aplicaba un golpe preciso en la parte de atrás del cráneo y el paciente fallecía instantáneamente. El sacerdote ya había sido llamado para administrar la extremaunción. En ese momento empezaban los lamentos, los bienes del difunto eran repartidos y el velatorio continuaba hasta que la procesión se desplazaba por la aldea y el cuerpo era puesto a descansar y los responsos dichos.
La leyenda es más conocida ahora gracias a la exitosa novela de Michela Murgia con el título La Accabadora. En ella retrata a un ángel de la misericordia que atiende a los enfermos crónicos y a los moribundos, actuando como una partera entre la vida acá abajo y el Más Allá. En otras palabras, alguien que practicaba la eutanasia.
Uno de los personajes principales de la historia, Bonaria Urrai, es la acabadora del área, la mujer que, de acuerdo con la antigua tradición sarda, era llamada por las familias para permanecer junto al lecho de los enfermos terminales. La acabadora debía ayudar a los moribundos a evitar mayores sufrimientos acelerando su última transición hacia el reino de los muertos. Al tiempo que las costumbres más gentiles se expandían, una más tranquilizadora y suave almohada asfixiante reemplazó al brutal martillo como instrumento de preferencia.
El referéndum inglés que favoreció la opción Brexit es un espasmo más en la larga agonía de la Unión Europea. Un inepto primer ministro cometió el error fatal de llamar a su votación y le salió el tiro por la culata. Aquellos que votaron por “irse” actuaron como acabadores. Lo que no está aún muy claro es si el golpe fue suficientemente determinante o no. Pero si no lo fue otro acabador terminará el trabajo, siguiendo al nuevo flautista Nigel Farage. Como el cazador de ratas de Hamelín, le dice a sus seguidores que ninguna rata debe ser convencida de permanecer en un barco que se está hundiendo. Pero el agua los espera y ¿sabrán ellos cómo y hacia dónde nadar?
Ha habido otros intentos similares anteriormente, como con el intento griego de secesión bajo el Primer Ministro Papandreu (quien fue forzado a renunciar) seguido por un estado de cuasi coma impuesto con la asistencia de un respirador financiero. Más tarde, cuando un partido de izquierda llegó al poder, al colorido ministro de finanzas griego Ianis Varoufakis no le fue permitido permanecer dentro del salón familiar europeo por temor de los eurócratas a que él también se pudiera convertir en un indeseado acabador.
En relación a los otros miembros “débiles” de la Unión, como ser España, fueron condenados a presidir el sacrificio de una generación entera que prontamente cesará de ser joven. Mientras tanto, España no puede ser más gobernada, y nuevas fuerzas como Podemos están aún cargando con el martillo de la acabadora. En Inglaterra, ellos fueron en gran medida ancianos y en el caso de España mayoritariamente jóvenes.
En el núcleo de las economías Europeas más saludables, Holanda es tentada para separarse también. El populista de derecha Geert Wilders es el acabador en lista de espera para los holandeses. Un efecto dominó se está desplegando, al tiempo que la Unión Europea se desvanece en el pasado como un sueño lejano: una especie de utopía para hombres cansados que han dejado de soñar. Mejor poner esta última frase en el alemán de los filósofos: como Edmund Husserl una vez dijo acerca de la cultura occidental: “der Traum ist ausgeträumt” (“Este sueño se acabó”)
¿Después de Brexit qué es lo que viene?[1] El enojo hacia la elite global ha explotado pero continúa hirviendo y el bazo del pueblo (mayormente trabajadores mayores) se ha expresado. Los políticos británicos como Boris Johnson ya están tratando de dar marcha atrás, mientras aguardan su turno en Downing Street. Se sienten como los científicos cristianos con apendicitis.
Los eurócratas en Bruselas están fanáticamente realizando aquello que mejor les sale: convocar reuniones de emergencia que resultan en tibias banalidades. Están urdiendo nuevas conspiraciones burocráticas. Aquellos en la cubierta del Titanic al menos se estaban divirtiendo mientras bailaban hacia el iceberg invisible, en cambio los tristes eurócratas cuchichean sobre el visible peligro pero son incapaces de actuar, en situaciones extremas como también en otras crisis de menor importancia para ellos, como cuando ellos destituyeron a aquellos políticos griegos que se atrevieron a llamar a un referéndum. La democracia nunca ha sido el punto fuerte de los eurócratas.
¿Qué ocurre con los italianos? En breve los italianos también pueden llegar a huir, re-adoptar la lira y entonces transformarse todos en millonarios en términos de una moneda devaluada y una deuda cuasi defaulteada como antaño. Para un análisis de los posibles escenarios consulte el reciente artículo de Wolfgang Munchau (“Italy will be the next domino to fall,” Financial Times, 28 Junio 2016). Para los italianos, Beppe Grillo desempañará el rol de acabador, especialmente si Matteo Renzi, el primer ministro, al llamar a un referéndum sobre la reforma (que terminará siendo un referéndum sobre su gobierno) hace una apuesta tan desastrosa como David Cameron hizo en el Reino Unido.
¿Qué harán los franceses? Bajo el presidente Hollande ellos siguen a los alemanes; pero con el ascenso de Marine LePen, o con su propio referéndum de salida, ¿seguirán ellos el ejemplo de aquellos que llaman los “valientes” ingleses? Nos darían un raro espectáculo de dos históricos rivales alineándose en la misma misión suicida, disfrazada como un salto corajudo por sobre las trincheras como en la Primera Guerra Mundial.
Esta letanía nos lleva a considerar el pivote central de la Unión Europea: una nación poderosa que al principio se benefició del euro al patrocinar alegremente la deuda entre los miembros menores para que ellos pudieran comprar sus productos. Cuando el vertiginoso baile de la deuda se detuvo y los clientes cayeron en bancarrota, su jefe teutónico impuso austeridad sobre ellos, diciéndoles que deberían transformarse “en nosotros” y no “ser una carga para nosotros” y “agobiarlos” con rescates del despilfarro que “nosotros” alguna vez avalamos. Hoy Alemania está sola: una superpotencia europea demasiado grande para el continente y demasiado chica para el mundo, guiada por una institutriz muy seria. Sus mercados en Europa se están secando; sus recetas de austeridad son inviables y nada envidiables. Alemania se ha transformado en un Cuarto Reich reacio y aislado en una Europa que no puede y no quiere ser más una Europa alemana. Eventualmente ella también “saldrá” por un triunfo germánico de la voluntad o más dócilmente al dejar que el resto se desintegre. Como en el pasado, mirará hacia el este para reacomodarse con la periferia de Rusia y con la propia Rusia. Merkel se habrá ido y un nuevo (más amable y agradable) Joachim von Ribbentrop podrá emerger.
La nueva Europa fragmentada consistirá de mezquinos nacionalismos, barreras inmigratorias (su versión de las murallas de Trump), monedas locales (devaluadas) como medios para promulgar defaults más elegantes con nombre diferente, y un conjunto de políticas económicas de empobrecimiento del vecino. ¿Qué otra cosa podrá seguir a la hora de los acabadores?
¡Qué terrible distracción geopolítica en un histórico punto de inflexión! Los norteamericanos están desconcertados; los europeos preocupados, y los chinos se sonríen serena y herméticamente desde lejos. Pero el eje de la historia mundial inexorablemente se mueve hacia Oriente.
[1] . N.T. En el original en inglés hay un juego de palabras entre Brexit y Nexit (próximo y salida combinados) difícil para encontrar su equivalente en español: “After Brexit what’s Nexit?”
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