Hace poco tiempo, mi co-editor compartió conmigo un interesante artículo del economista argentino Mario Rapoport sobre la desglobalización, y me preguntó: “¿Da para que escribas sobre esto?” Mi primera reacción a contra-correo fue la siguiente: “Muy interesante y un primer aporte a una larga discusión. Así como la globalización está en crisis, la des-globalización en curso puede desembocar en callejones y más guerras. Para evitarlas habría una salida a través de nuevos bloques regionales aunque el desmoronamiento de Europa me da pausa. No cabe duda que hay que re-pensar estrategias nacionales y buscar coordinarlas. Tendremos que ponernos las pilas aunque estemos un poco mas viejos y lentos.” Roberto Mizrahi, como suele hacerlo, me lanzó entonces un tremendo desafío, y lo cito: “Tal vez un primer análisis, valioso sin ser pretensioso pero que puede contribuir a acercar a esa síntesis mayor, pueda ensayarse alrededor de las diferenciaciones que se van ahondando al interior de Europa “la vieja” con sociedades que se retoban contra sus elites: Alemania todavía sin mayores traumas por mirar desde la cima, los países que no dan más (Grecia, España y otros chicos que les siguen forzados a cambiar), el egoísmo británico (al menos de sus fracciones conservadoras) de sacarse de encima las salpicaduras europeas no deseadas de migrantes, controles sobre capitales y otros egoísmos, las indeseadas tensiones con Rusia, las complejas relaciones con las ex colonias africanas, las aperturas que buscan con China y la reafirmación del liderazgo que los Estados Unidos se esfuerzan en preservar, los modelos alternativos que emergen en el sudeste asiático y ahora en América Latina. Y en todo ese guiso a medio cocinar, entre otros posibles temas (i) cómo terminará de emerger una no tan vieja Europa y (ii) qué puede esperar América Latina y cómo mejor navegar en esas aguas viejas y nuevas.” ¡Valga la lista!
Este largo y sesudo recuento de cuestiones me supera, pero para no quedarme atrás, se me ocurren algunos apuntes y notas de lectura, que aquí comparto con mi paciente lector.
En este pequeño ensayo pretendo aportar no “verdades” sino sólo elementos e hipótesis para una discusión sobre la cambiante geopolítica actual. Espero que ayuden mas adelante para desentrañar algunos de los interrogantes que acabo de citar.
1. Primero, no me cabe duda que la globalización actual está en crisis. Esta crisis tiene como síntomas el resquebrajamiento de importantes aglomeraciones geopolíticas tradicionales. Estados y bloques están en plena transición pero no se sabe bien cuál es el destino de tal reconfiguración.
En algunas regiones del planeta, los hechos en el terreno se adelantan a la interpretación. Por ejemplo, como he sostenido en una nota anterior, Iraq en realidad ya no existe. Su división en tres partes: Kurdistán, el Iraq sunita regenteado por ISIS (Daesh) y el Iraq oficial en torno a Bagdad donde se agrupa la mayoría chiita. La situación nos hace recordar la famosa frase de Julio Cesar en su libro sobre la conquista de la Galia: omina divisa est in partes tres. Sólo hace falta redibujar el mapa.
Al mismo tiempo, la invasión norteamericana del 2003 (uno de los grandes errores estratégicos en la historia bélica mundial) ha resultado en el refuerzo de la hegemonía regional de Irán.
Los conflictos intestinos desatados en el resto del mundo islámico crean un cordón de seguridad que beneficia a Israel pero es altamente inestable. El beneficio a corto plazo sólo aumenta la tensión a largo plazo en la zona Israel/Palestina.
2. Segundo, creo que es prematuro hablar de “des-globalización” porque hay demasiados lazos e interacciones como para volver atrás a una época de autarquía económica y soberanía nacional. El único estado realmente autárquico que conozco es el poco recomendable de Corea del Norte.
Conviene hablar de “reconfiguración” global, posiblemente en nuevos bloques. Un escenario posible sería: una Unión Europea dividida en dos, sur y norte, con el actual modelo de Bruselas reducido a la región del antiguo imperio carolingio. La “otra Europa” estará sometida a crisis frecuentes y asociaciones variables.
3. Tercero, al mismo tiempo es prematuro también hablar de una globalización alternativa, aunque se vislumbran algunas oportunidades para un nuevo sistema de relaciones internacionales. En este sistema, la relación China-EEUU será determinante de todas las otras. Consultar al respecto el libro de Geoffrey Pleyers,Alter-Globalization: Becoming Actors in a Global Age (2011).
4. Cuarto, pienso que detrás de estos cambios existe una serie de contradicciones estructurales en el motor de la globalización actual, que es el sistema capitalista mundial. Hay que estudiar la relación entre dos procesos: la sobre-producción (cómo dar salida al excedente) y la población no considerada (cómo mantener el empleo en un mundo cada vez mas desigual y automatizado). Leer al respecto el reciente libro de Martin Ford, Rise of the Robots. Technology and the Threat of a Jobless Future (2015).
5. Quinto, hasta hace poco tiempo, sobre todo en los albores del milenio, la hegemonía supérstite de los Estados Unidos después de la guerra fría y el colapso de la URSS, y la relación emergente entre China y los EEUU, llevaron a muchos a suponer una nueva era “imparable” de globalización del capital, con la ideología neo-liberal como guía y adorno. Quince años después parece que en vez de alborada se trata de un prolongado atardecer. Sugiero por lo tanto no hablar de “capitalismo avanzado” si no de “capitalismo tardío.” Me ocupo del tema en mi libro South of the Crisis. A Latin American Perspective on the Late Capitalist World (2010).
6. Sexto, la tercerización inicial de la producción material y su traslado al Asia está cerrando su ciclo. Hoy se revela que la explotación de mano de obra barata asiática y el desarrollo “hacia fuera” han servido a un vasto proceso de acumulación primitiva en China y otros países del Este asiático, que hoy no sólo desaceleran su crecimiento sino que lo vuelcan al desarrollo social interno, con una superior composición orgánica del capital, un mejor nivel de vida y un mercado nacional de dimensión potencial mayor que el estadounidense o el europeo.
7. Séptimo, la reestructuración del capitalismo chino y su mayor madurez conducen a una mayor proyección geopolítica en términos de inversiones externas, mayores lazos comerciales y desafío militar. Habrá roces cada vez mayores en la zona del mar chino sud-oriental. Recordemos que en todas las guerras la causa inmediata del estallido bélico es un error de cálculo.
8. Octavo, en los países capitalistas maduros, la evolución del capital hacia una sociedad post-industrial se ve acompañada de algunos síntomas de crisis estructural. En pocas palabras, la alta composición orgánica del capital y, en particular, la automatización de las actividades, producen una descomposición social con las características que menciono en el noveno acápite. Para pensar el tema hay que releer el borrador de El Capital, titulado Grundrisse, donde Marx habla de los efectos de la automación productiva (1857).
9. Noveno, la fuerza laboral pierde fuerza de resistencia y no encuentra ocupación estable y segura. En casi todos los peldaños de la estratificación social, desde los estratos de trabajadores manuales hasta los sectores medios de empleados de “cuello blanco”, el antiguo “proletariado” ha pasado a ser un nuevo “precariado.” Sobre este tema, para leer y estudiar, recomiendo dos textos: The Precariat. The New Dangerous Class, por Guy Standing (2011), y The New Class Conflict, por Joel Kotkin (2014).
10. Décimo, el excedente económico tiene dos vertientes que en conjunto llevan a una crisis. Por un lado, la concentración de ingresos es cada vez mayor y lleva a un “circuito cerrado superior” de especulación y juegos financieros. Por otro lado, el consumo del excedente no encuentra una buena salida en la masa poblacional de trabajos precarios e ingresos estancados o en plena regresión. Estas dos tendencias pueden explicar el enorme aumento de la deuda pública y privada que es tan indispensable para el mantenimiento del sistema como insostenible a largo y mediano plazo. Para leer y estudiar, es indispensable el libro de Thomas Piketty,El capital en el siglo XXI (2014).
11. Undécimo, el excedente se “quema” en formas o bien sustitutivas de las relaciones “normales” de mercado (por ejemplo, el constante aumento de un sector “socialista de estado” a través del complejo militar-industrial, disfrazado de “seguridad nacional”), o bien directamente destructivas (operaciones bélicas, y de emergencia cívico-militar, anti-catástrofe, anti-insurgencia, etc.). Estas maniobras permiten también, en parte, absorber o disponer del “excedente humano” que no encuentra ocupación productiva. Sobre el ocaso de la guerra clásica y el ascenso de la guerra asimétrica y otras formas inorgánicas del conflicto armado conviene leer la obra de Martin Van Creveld, en particular su primer libro famoso, The Transformation of War (1991).
12. Duodécimo, la desintegración de relaciones de clases pre-existentes da lugar a formas de resistencia y protesta que no logran aglutinarse en movimientos sociales persistentes y organizados. Pululan en cambio movimientos extremistas religiosos, identitarios, mesiánicos, y/o neo-fascistas. En algunas regiones del planeta, esa desintegración provoca una regresión histórica a una violencia generalizada pre-estatal, como en otra época fue la guerra europea de los treinta anos. Para hacer un repaso de una historia que estamos repitiendo, leer el libro de Lauro Martines, Furies: War in Europe 1450-1700 (2013). Conviene también releer el libro de la socióloga brasileña Maria Isaura Pereira de Queiroz, O mesianismo no Brasil e no mundo (1966).
13. Décimotercero, y como corresponde al número de la mala suerte, estamos frente a varias décadas de fragmentación y conflictos violentos, al fin de los cuales habrá una re-edición globalizada y altamente tecnológica de la vieja paz de Westfalia. [1] Para estudiar el escenario no puedo recomendar otras lecturas que las de ciencia ficción. En artículos futuros, trataré de utilizar estas notas como guía para responder a las tremendas preguntas de mi co-editor.
Notas
[1] La Paz de Westfalia (1648) inició un nuevo orden en Europa central basado en el concepto de soberanía nacional. Por esta razón, marcó el nacimiento del Estado nación. La nueva paz de Westfalia tendría que marcar el nacimiento de un estado multinacional soberano.
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