La Impunidad Financiera

Los grandes bancos cargan con buena parte de responsabilidad por la crisis financiera que ha azotado al mundo desde 2007. Sin embargo han salido inmunes e impunes no sólo de la crisis sino de todos los intentos de regulación.»¿Qué delito es el robo de un banco comparado con el hecho de fundar uno?»
Opera de tres centavos

“Cambiar para que las cosas queden como están,” es una frase muy divulgada de la novela de Giuseppe Tomasi di Lampedusa, Il Gattopardo. La expresión francesa equivalente es también archiconocida: “plus ça change, plus c’est la même chose.” Hoy nada expresa mejor la continuidad en el cambio que la capacidad demostrada de los grandes bancos de salir airosos de la crisis financiera global que ellos mismos desencadenaron.

La crisis mundial del 2007-8 hizo que millones se empobrecieran, que muchos perdieran su empleo, que empresas sólidas cayeran en bancarrota, y que temblaran países y regiones. Por un breve momento parecía que el propio sistema capitalista global entraba en una crisis terminal. La respuesta esperada por muchos vendría por un lado desde los estados nacionales, y por otro de la movilización social. Intentos de regulación hubo, tanto a nivel nacional como internacional, y se extendió la protesta de país en país.

Sin embargo, a seis años de aquel estallido que puso en peligro el modelo dominante de globalización, los actores privilegiados de entonces no sólo sobrevivieron sino que han vuelto a las andadas. Las respuestas a aquel desafío fueron por lo general débiles o engañosas. La verdad es que nadie se atrevió a ponerle el cascabel al gato.

Los grandes banqueros se han salido con las suyas. Se han burlado de los líderes políticos, de los entes reguladores, y de los ciudadanos indignados. Han salido airosos de la hecatombe social y económica. Siguen recibiendo premios billonarios y no les cuesta pagar al mismo tiempo cuantiosas multas, porque dinero les sobra.

Muchos países y empresas se han derrumbado, varios gobiernos han perdido el poder, y los trabajadores –si tienen suerte– han visto descender sus ingresos reales y si no la tienen, han visto desaparecer las fuentes de trabajo. Hoy casi todos somos mas pobres de lo que deberíamos ser. Sin embargo, en la City de Londres o en Wall Street nada ha cambiado. Sigue allí la ronda de miles de millones. Cabe preguntarse ¿hasta cuando?

Hace poco cundió por el mundo la noticia de una multa enorme impuesta por el estado norteamericano a la banca JP Morgan-Chase, sin que este gigante se inmutara. En Europa las autoridades han “suavizado” el requisito de capitalización de los bancos comerciales cuyo propósito es evitar que estos tomen demasiados riesgos con el dinero ajeno y tengan mayores reservas propias. La banca Morgan reconoció sus fechorías y pagó una multa de 2.600 millones de dólares –una pequeña parte de los fondos que tiene en reserva para esos “percances,” que otros llamarían delitos (se calcula que lleva pagados 20.000 millones en varios arreglos con las autoridades). En Europa las autoridades pusieron violín en bolsa y se retiraron. En suma, aquí no ha pasado nada.

El signo de los tiempos es lisa y llanamente la impunidad, cumpliéndose la burlona sentencia de un cínico potentado latinoamericano: “para nosotros todo, y para nuestros enemigos, la ley.” La banca Morgan pagó la multa a cambio de que no la procesaran en el fuero civil y en el penal por manejos turbios relacionados con el fraude del famoso Sr. Madoff (hasta ahora el único gran ladrón ejecutivo que está en la cárcel). Esta multa es sólo un ejemplo de una larga lista de sanciones contra bancos norteamericanos y europeos que han reconocido estar involucrados en “pecadillos” tales como el lavado de dinero, la fijación de tasas de interés para defraudar a sus clientes, y en hacer apuestas dignas de un casino con el dinero de los depositantes. Noticias de este tipo circulan todos los días, y nadie se asombra. La sociedad se ha acostumbrado a que la esquilmen.

La concentración global de ingresos hace que la bolsa de coimas y propinas casi no tenga fondo. Las multas y sanciones representan una parte menor de las rentas que el sector financiero percibe y que extrae de los sectores productivos de la economía. Y para colmo, en algunos casos los grandes financistas tienen la indecencia de deducir las multas del pago del impuesto a los réditos. No es una exageración concluir que el capitalismo financiero se ha vuelto parasitario, criminal, e impune, a gran escala. Para quienes al leer esta apreciación la juzguen extremista les diré que el extremismo está en la práctica y no en su denuncia, que por otra parte comparto con publicaciones tales como el propio Financial Times.

En un artículo reciente, el comentarista del Financial Times Philip Stephens sostiene que los cambios de regulación que se han puesto en marcha desde el ápice de la crisis son marginales. [[Philip Stephens, “Nothing can dent the divine right of bankers,” Financial Times, Friday January 17, 2014.]] Existe desde entonces una mayor regulación bancaria en Wall Street, sobre todo desde la promulgación de la ley Dodds-Frank por el congreso norteamericano. Pero la base del sistema y sus incentivos perversos siguen en pie. ¿Cuáles son esos incentivos? Los grandes bancos han convencido a todos los gobiernos y a gran parte del público de que son demasiado grandes como para dejarlos caer en bancarrota, y que no debe impedírseles mezclar sus actividades comerciales específicas con la especulación financiera. Por consecuencia , la función básica y tradicional de los bancos –facilitar y agilizar la inversión productiva– ocupa un segundo lugar en relación con la mas provechosa actividad especulativa. Los contribuyentes, es decir, la ciudadanía en general—se ven obligados a subsidiar la actividad especulativa de los bancos, y en caso de crisis, deben rescatarlos de su propia imprudencia con fondos del estado. Con este esquema se estimula y no se controla la especulación financiera. En caso de crisis, el único “rescate” creíble sería la nacionalización lisa y llana de los bancos y su saneamiento, junto con una seria acción judicial en contra de los responsables.

¿Cuáles son las causas de este supuesto cambio al estilo Gatopardo, “para que las cosas sigan igual”? Las mas fáciles de discernir son causas coyunturales. Una vez “rescatados” los bancos de su propio desvarío con fondos públicos, las autoridades por lo general se desentienden del sector financiero y se ocupan de la economía real y sus grandes problemas: fiscal, de inversión, de desempleo y de estímulo a la reparación y expansión de la infraestructura productiva y comercial. Con tales preocupaciones, dejan que los bancos vuelvan a las suyas. La magnitud de dinero que manejan los bancos, su alcance global, y la velocidad de las transacciones hacen que todo intento de regulación quede a la zaga de la manipulación del mercado bancario. Hay otra causa inmediata del cambio meramente “cosmético”, y es que quienes están a cargo de la regulación provienen ellos mismos del sector financiero. Esto equivale a dejar que el zorro se ocupe del gallinero. Y finalmente, los banqueros son eximios practicantes del chantaje macro-económico, ya que amenazan a los políticos y a la sociedad con negar prestamos a la economía real y en caso necesario, “mandarse a mudar,” ya que juegan en un tablero de ajedrez mundial y no local.

Pero mas allá de las causas inmediatas de esta situación perversa hay factores mucho mas profundos, que hacen a la estructura misma del sistema económico global en el que estamos.

La concentración de la riqueza a nivel nacional e internacional, la globalización salvaje y sin responsabilidad social, la especulación que hace mas provechoso jugar a la ruleta que producir, la sumisión de los gobiernos a la lógica del capital financiero, requieren un esfuerzo de explicación que por lo general ha escapado a la tarea científica de los economistas.

La teoría del capitalismo tardío y en particular de la financialización de la economía global está en pañales. Para encontrarla debemos salir del cauce de la ciencia económica académica “normal” y buscarla en cambio en la obra de quienes se ocupan de lo que antes se llamaba la “economía política.” Hasta ahora el esfuerzo lo llevan adelante investigadores post-marxistas, es decir, los críticos serios que han sobrevivido al naufragio de los sistemas socialistas y han rescatado de ese naufragio elementos de análisis que son todavía valiosos. Para el lector que quiera abocarse a un estudio de la anatomía y fisiología del capitalismo financiero actual recomiendo la lectura de un sesudo tomo reciente, Profiting Without Producing. How Finance Exploits Us All, por Costas Lapavitsas, de la Universidad de Londres. [[Publicado por Verso Books, Londres: 2013.]] El libro llega a una conclusión que se impone, a saber: la necesidad de implementar la propiedad pública de los bancos y el control social de sus actividades. Este objetivo es sin duda un cierto tipo de socialización, pero es compatible con un capitalismo serio y no “de timba” y muy superior al modelo actual, que consiste en la socialización sólo de las pérdidas en un casino global de especulación.

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