Globalización y descontrol: Un Tiro que Salió por la Culata

Descontrol geopolítico y guerra

El mundo globalizado es un mundo de vasos comunicantes. Después de la división tajante entre el Este y el Oeste que coincidía con la división entre comunismo y capitalismo, la división que hoy se perfila es entre ricos y pobres en lo económico y en términos geopolíticos entre países ordenados y zonas de desorden, con países sumidos en guerras civiles o simplemente países que han dejado de serlo.

Orden y desorden es la mas reciente separación que nos toca vivir. Debemos inquietarnos por el futuro, precisamente porque hay vasos comunicantes entre esas dos esferas.

En cierto sentido el desorden es consecuencia del tipo de globalización impuesto por el capitalismo tardío. La ilusión de occidente era que el desarrollo económico (capitalista por supuesto) y la expansión de la democracia (modelo anglosajón) habrían de acarrear el orden a las zonas hoy conflictivas. Tal fue la suposición occidental de un mundo unidimensional y pacífico después de la guerra fría. Y en verdad el período que trascurre entre 1991 (colapso de la Unión Soviética) hasta el 2010 fue un período de paz relativa. Pero tal “paz” hoy parece mas una tregua que una paz verdadera. Los avances en la expansión de la democracia y de los mercados y de las instituciones transnacionales se pueden invertir, sobre todo después de fuertes shocks económicos. El optimismo unilateral y unidimensional fue la ideología detrás de la miope intervención norteamericana en Iraq mientras el resto del mundo occidental se limitaba a balconear el espectáculo, con algunas críticas pero sin propuestas alternativas. Esa intervención no hizo sino acelerar la desintegración de países artificiales creados en otra época por los países dominantes, otrora sujetos a las férreas dictaduras de ocasionales aliados de uno y otro bando en la guerra fría y provocar un desorden fenomenal. Esto explica en parte el flujo masivo de refugiados del Norte de África (aunque procedente de otras regiones también) hacia Europa.

La desigualdad creada por el defectuoso modelo de integración de la Unión Europea hace que los refugiados se dirijan hacia Europa del Norte, en especial Alemania y algunos países nórdicos, precisamente en un momento de desaceleración del crecimiento económico. Es de esperar que otras regiones del planeta, sujetas a la misma dinámica de desigualdad y conflicto, reproduzcan el proceso que hoy se da en forma dramática en Europa.

Descontrol demográfico y emigración

La población mundial en el 2015 se estima en unos 7.300 millones de habitantes y debería seguir creciendo hasta alcanzar quizás los 11.000 millones a finales del siglo XXI, según las proyecciones del Instituto Nacional de Estudios Demográficos de Francia (INED).

Según un experto del INED, únicamente un porcentaje pequeño de los humanos son migrantes, es decir, personas residentes en un país distinto al de su nacimiento. Esto no ha cambiado mucho a lo largo de los años pero (esto es importante) el tipo de migración ha cambiado con una inversión de los flujos migratorios, cada vez más desde el Sur hacia el Norte, con concentración de migrantes y con aceleración del movimiento. La inmigración procedente de África, donde la población aumentará fuertemente en los próximos decenios, subirá. Con este proceso se ha de exacerbar el choque cultural por lo concentrado y abrupto del fenómeno.

Es difícil hacer proyecciones o hipótesis sobre flujos migratorios que pueden invertirse muy rápido, sobre todo si cambia el modelo de acumulación con estrategias de desarrollo que hemos preconizado desde las páginas de Opinión Sur. Conocemos globalmente los saldos migratorios actuales de diferentes países. Este saldo migratorio es positivo desde hace mucho tiempo en Alemania, así como en Francia, para citar sólo a países de Europa. Alemania, que tiene una baja tasa de natalidad, registra desde hace años un flujo migratorio importante que continúa proporcionándole una necesaria mano de obra. Los refugiados de hoy en día (Siria fue un país de desarrollo medio hasta antes de la guerra civil) son en su conjunto jóvenes y diplomados (cerca de la mitad). Esto explica el trato distinto de Alemania para con los refugiados, comparado con la exasperación xenófoba de los países del Este y el Sur de Europa en nombre de la “identidad” que temen perder. En otras palabras, la disponibilidad de mano de obra barata es un factor que canaliza los flujos migratorios y los vasos comunicantes.

El resultado neto de este proceso es el aumento de la desigualdad geopolítica: Alemania se fortalece mas aun en relación con el resto de Europa (haciendo cada vez mas difícil mantener una Europa unida) y al Sur del Mediterráneo vastas zonas otrora “en desarrollo” hoy se “subdesarrollan” con bastante velocidad. Un país como Grecia, en primera línea de llegada de migrantes y refugiados, asimismo “expulsa” a un contingente nutrido de sus propios jóvenes capacitados (hacia Estados Unidos, Alemania, Australia). Esta fuga de cerebros augura un mayor subdesarrollo futuro para ese país balcánico. Aquí también se confirma la hipótesis de los vasos comunicantes. En demografía como en economía: se le presta a quien tiene, no a quien carece. No es precisamente el resultado que esperaban los ideólogos de la globalización neoliberal. Para ellos, el flujo migratorio actual representa un golazo mas –pero en contra. Dicho de otra manera, parece que el tiro globalizante salió por la culata. Las imágenes son elocuentes y el lector las puede ver en el siguiente sitio: http://tengasepresente.blogspot.com/2013/09/siria-antes-y-despues-de-la-guerra.html

Descontrol tecnológico y proximidad de los contrastes

La propia tecnología ha hecho mas fáciles nuevos tipos de conflictos violentos y la proliferación de armas nucleares aumenta el riesgo de su uso, estadísticamente superior al riesgo termonuclear de la guerra fría. El libro de Martin Van Creveld, La transformación de la guerra, publicado justamente en 1991 al comienzo de la “paz corta” de veinte años que se ha roto en el presente, profetizaba ya la multiplicación de “conflictos de baja intensidad” o “guerras asimétricas” frente a los cuales el enorme armamento de las potencias militares resulta ineficaz y obsoleto, a pesar de su continua evolución hacia sistemas técnicos sofisticados. El desarrollo de los medios de destrucción se ha bifurcado: por un lado avanza la guerra cibernética, automatizada y muy costosa y, por otro, se multiplican conflictos de bajo desarrollo tecnológico y guerras civiles. En el campo ideológico, la antigua oposición global de ideologías laicas ha sido reemplazada por fanatismos religiosos, de igual o superior eficacia destructiva. Han vuelto tiempos de guerra y, en gran parte, es guerra santa. La antigua “ley sociológica” que suponía la irreversibilidad del secularismo moderno ha sido rotundamente desmentida.

Descontrol ecológico y expansión de zonas inhabitables

Hoy experimentamos a nivel planetario la ruptura mas profunda de la relación entre la humanidad y la naturaleza que se haya dado en toda la historia de la existencia humana.

El deterioro ecológico producido por los actuales modelos de desarrollo incide poderosamente sobre la migración humana. La migración siempre ha sido un importante mecanismo de respuesta a la presión climática. Sin embargo, en las últimas décadas la migración ambiental se ha acelerado muchísimo. La cifra mas citada por los expertos es la de Norman Myers de la Universidad de Oxford, que prevé que para 2050 habrá unos 200 millones de personas desplazadas por factores ambientales. Por lo tanto corresponde ampliar la definición de “refugiados” para abarcar no sólo a las poblaciones desplazadas por conflictos bélicos o penuria económica sino también aquellos que escapan de la desolación ambiental. Estos son verdaderos “refugiados medioambientales.” La Organización Internacional de las Migraciones (OIM) propone el término “migrante forzoso por motivos climáticos”, y por ello entiende “a las personas o grupos de personas que por culpa de cambios medioambientales ineludibles, súbitos o progresivos, que afectan de forma negativa sus vidas o sus condiciones de vida, se ven obligadas a dejar sus hogares habituales, o deciden hacerlo voluntariamente. El desplazamiento puede ser temporal o permanente, en el interior de su país o al extranjero.” Vaya tamaño desafío que se suma a los desafíos bélico y demográfico que hemos señalado y en gran medida los refuerza.

Descontrol y liderazgo débil

En comparación con los liderazgos de la segunda mitad del siglo veinte (Churchill, De Gaulle, Kennedy, Mao, Gorbachov, Ho Chi Minh, para citar unos pocos), la norma actual brilla sólo por su mediocridad. Los distintos sistemas políticos del mundo, a pesar de serias diferencias, hoy seleccionan líderes de otro tipo sin visión de largo alcance ni valores trascendentes.

En un artículo ulterior he de ofrecer algunas reflexiones sobre las causas estructurales del liderazgo débil actual, que no es fortuito, pero no por ello deja de ser preocupante. En democracias degradadas la selección del liderazgo favorece la atención cortoplacista al humor popular, que es de desconfianza y cinismo frente a la clase política. Se acusa a los políticos –y no sin razón– de falta de sinceridad y de sujeción a intereses parciales y espurios, que con frecuencia se esconden detrás de formulas rituales, de declaraciones vacuas y de peleas intersectoriales que se traducen con frecuencia en una parálisis gubernativa, con desatención a los principales problemas regionales y globales. Pero esa desconfianza se traduce también con frecuencia en una demanda de soluciones simplistas y de líderes que “no tengan miedo en decir lo que nosotros pensamos”. Pero “lo que nosotros pensamos” es una reacción miedosa a los cambios, una xenofobia marcada y prejuicios de toda índole. Quienes se atreven a “decir” estas verdades de Perogrullo suscitan entusiasmo en aras de una supuesta “autenticidad.” Pero los “auténticos” nacionalistas, racistas y xenófobos no hacen más que echar leña al fuego y aumentar el descontrol. En vez de autenticidad lo que deberían pedir es una nueva sinceridad y propuestas para enfrentar los peligros y desequilibrios que hoy enfrentan a todo el planeta. Tal el tema al que dedicaremos una reflexión futura. Como anticipo, cito la reflexión de un sociólogo de Harvard, Orlando Paterson, publicado hace un tiempo en un artículo del New York Times (“Our Overrated Inner Self,” The New York Times, 26 de diciembre de 2006).

Se necesita con urgencia un nuevo tipo de conducción. Por fortuna existen modelos y allí iremos a buscarlos, a veces en ámbitos insospechados.

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