G-20: encarando el colapso pero poco de transformación

Los países del G-20 temen que de abandonarse antes de tiempo las políticas de estímulo sería difícil asegurar una recuperación sustentable. En verdad, la sustentabilidad no se logrará tan sólo sosteniendo un poco más la reactivación de la economía sino evitando que se reproduzcan las circunstancias que condujeron a la crisis. La opción que enfrenta el G-20 y el resto de países no es entre seguir con las mismas estrategias de reactivación o dilapidar el esfuerzo ya realizado, sino entre mantener un esfuerzo que puede terminar recreando circunstancias muy parecidas a las que originaron la crisis o que el esfuerzo se reoriente para transformar la actual dinámica económica. El esfuerzo del corto y mediano plazo ya no puede ser sólo reactivador; debiera ser también transformador.La economía mundial da muestras de “recuperación”. En varios países comienza a crecer la producción, el consumo y la inversión; en otros, se reduce la retracción. No es que haya una salida lineal y sin sobresaltos de la crisis global pero los indicios son más alentadores que un año atrás. Todo parece indicar que se evitó el temido colapso aunque sin transformar aún significativamente el rumbo y la forma sistémica de funcionar.

Los países del G-20 temen que de abandonarse antes de tiempo las políticas de estímulo sería difícil asegurar una recuperación sustentable. Pero, en verdad, la sustentabilidad no se logrará tan sólo sosteniendo por un poco más la reactivación de la economía sino evitando que se reproduzcan las circunstancias que condujeron a la crisis. La opción que enfrenta el G-20 y el resto de países no es entre seguir con las mismas estrategias de reactivación o dilapidar el esfuerzo ya realizado, sino entre mantener un esfuerzo que puede terminar recreando circunstancias muy parecidas a las que originaron la crisis o que el esfuerzo se reoriente para transformar la actual dinámica económica. El esfuerzo del corto y mediano plazo ya no puede ser sólo reactivador; debiera ser también transformador.

La estrategia global necesita focalizarse en movilizar a pleno la capacidad creativa y productiva del conjunto de países y, dentro de cada uno de ellos, de la entera sociedad. Esto implica nuevas reglas de funcionamiento global y nacional: (i) en lo internacional respaldar con efectividad a todos los países pero en particular a los rezagados y (ii) al interior de las economías, apoyar al conjunto de empresas, las grandes que cumplen importantes roles y, con especial énfasis, a micro, pequeños y medianos emprendedores, a los enormes segmentos de desocupados y a las nuevas generaciones que pugnan por incorporarse al trabajo. Se trata de transformar la estructura del sistema económico y de su forma de funcionar en procura de un desarrollo orgánico sustentable.

Vale reconocer que no es poca cosa haber evitado un colapso generalizado ya que, de haberse producido, la destrucción de empresas, empleos y activos hubiese sido mucho mayor. El costo de ese salvataje ha sido enorme y es soportado por las comunidades que ven afectadas las prestaciones de educación, salud, seguridad, por los contribuyentes que alimentan las arcas públicas, por los trabajadores que han quedado sin empleo, por los emprendedores que han sufrido duros retrocesos o el cierre de sus unidades. Algunos pocos, en cambio, saldrán bien parados del tsunami financiero.

Llama la atención que grupos económicos y personas que, por codicia o negligencia, condujeron el sistema financiero hasta el borde del abismo comienzan a recuperar su preeminencia y, con ello, la capacidad de influir sobre las decisiones macroeconómicas y financieras para reactivar la economía.

Reorientando la salida de la crisis

La información que comienza a emerger señala que, lejos de reducir la desigualdad y abatir la pobreza, la crisis acrecentó la concentración económica y el poder de decisión. La dinámica del proceso produjo una severísima pérdida de empleos y la contención de los ingresos de asalariados y de la inmensa mayoría de micro, pequeños y medianos productores

Sin duda que para salir de la crisis se requiere determinación y coordinar políticas y estrategias a nivel global. Pero es peligroso y, en última instancia inefectivo, tan sólo procurar “reactivar” un sistema económico cuyo funcionamiento condujo a la crisis; se impone transformar el rumbo y el funcionamiento sistémico de modo de no reproducir las mismas circunstancias1.

Para asegurar sustentabilidad es necesario abatir los enormes desbalances que existen entre países afluentes y el resto de la comunidad internacional; y, dentro de los países, entre sectores de altos ingresos y grandes mayorías de población pauperizada. El desafío es lograrlo sin afectar sino promoviendo un vigoroso desarrollo del conjunto. No se eliminan los desbalances globales con ayudas parciales que terminan siendo cosméticas y poco significativas, sino reorientando en esa dirección los acuerdos comerciales y el flujo de recursos y de conocimientos. A su vez, los desbalances al interior de los países no se resuelven con “programas especiales” sino redireccionando las políticas macroeconómicas, sumado al involucramiento de las empresas líderes de cadenas de valor y a una efectiva acción de apoyo directo a la base del aparato productivo.

Ajustar el rumbo implica nuevas estrategias para salir de la crisis, que cubran no sólo cambios económicos sino también educativos, políticos y de gobernanza. En estas líneas destacamos dos de esos críticos cambios estratégicos que es necesario encarar de inmediato: (i) establecer nuevas regulaciones para el sistema financiero y (ii) desplegar un enorme esfuerzo de formación de capital en la base de la pirámide social.

Nuevas regulaciones para el sistema financiero

En este campo se requiere un doble esfuerzo: tanto regular mejor el sistema financiero existente como promover sólidos actores financieros capaces de movilizar la inmensa energía que anida en la base de la pirámide social. Algunos componentes esenciales de un nuevo sistema financiero incluyen:

_ – Establecer firmes criterios de solvencia y liquidez para las entidades financieras exigiendo un mayor nivel de capitalización; que ese capital esté respaldado con activos de alta calidad; que en épocas expansivas se incrementen las reservas para encarar eventuales períodos de dificultades; que las entidades financieras dispongan de suficiente liquidez inmediata, y que se ajuste el criterio utilizado de contabilizar los activos bancarios conforme al valor del mercado.
_ – Introducir cambios en la estructura de gobierno de las entidades financieras de modo de mejorar la supervisión y disponer de alertas tempranas sobre eventuales desviaciones de una trayectoria sustentable.
_ – Imponer cambios y regular los productos financieros que se ofrecen de modo de abatir la especulación asociada con riesgos desestabilizadores.
_ – Establecer que las compensaciones de los ejecutivos del sistema financiero se calculen en función de resultados de largo plazo y no de rendimientos que no son sustentables, uno de los factores que coadyudaron a gatillar la crisis.
_ – Con parte de los recursos dedicados a la reactivación global, fortalecer el capital y la gestión de las entidades microfinancieras y de las que financian a pequeños y medianos productores, de modo de asegurarles mayor efectividad, ampliación de su cobertura y sustentabilidad de corto y mediano plazo.

(ii) Una sólida iniciativa de formación de capital en la base de la pirámide social

La formación de capital en la base de la pirámide social es un elemento crítico para lograr un desarrollo sustentable y evitar que se reproduzcan las mismas circunstancias que condujeron a la crisis: es un factor clave en el esfuerzo por abatir la desigualdad y la pobreza, posibilita movilizar a pleno el potencial realizador de una sociedad, canaliza el ahorro hacia actividades productivas y no especulativas, ensancha el mercado interno, cambia el perfil de la demanda efectiva, contribuye a resolver graves conflictos sociales, ayuda a contener la inseguridad y refuerza la gobernabilidad democrática.

Se trata de generar tanto capital social en educación, organización social e instituciones de apoyo a familias de escasos recursos, como capital económico en pequeñas y micro unidades productivas. Para lograr esto último existe una variedad de instrumentos que pueden ser utilizados: entre otros, los programas de microfinanzas, desarrolladoras de negocios y emprendimientos inclusivos, pequeños fondos locales de apoyo a la inversión productiva, sistemas de apoyo técnico y de gestión al pequeño productor incluyendo la cooperación de la comunidad científica y tecnológica, nuevas redes de inversores ángeles social y ambientalmente responsables. También está disponible una moderna ingeniería de negocios que puede ser utilizada con efectividad para articular pequeña producción hoy dispersa en organizaciones económicas de porte medio capaces de acceder a mejores oportunidades de mercado: entre otras modalidades, los sistemas de franquicias, consorcios de comercialización y de exportación, centrales de servicios que trabajan en apoyo de pequeños productores manufactureros, modernas cooperativas de producción, agroindustrias locomotoras integradas a redes de pequeños chacareros o campesinos. No faltan canales ni instrumentos para facilitar la formación de capital en la base de la pirámide social; tan sólo la decisión política de avanzar a gran escala en esa dirección.

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i) Un análisis de estos temas puede verse en los e-books de la Colección Opinión Sur, La tormenta del siglo: la crisis económica y sus consecuencias, Ajustar el rumbo y mejorar el funcionamiento sistémico y Salir de la crisis hacia un desarrollo sustentable . También en el libro de la misma Colección Ajustar el rumbo, recientemente publicado en Argentina.

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