Europa: Un paso adelante y dos pasos atrás

Las recientes elecciones al Parlamento Europeo han puesto en jaque a los partidos políticos tradicionales en varios países, y significan un serio retroceso en el proceso de unificación del continente.
Porque el tiempo pasa


Nos vamos poniendo viejos


Yo el amor


No lo reflejo como ayer


En cada conversación


Cada beso cada abrazo


Se impone siempre un pedazo


De temor.

Mercedes Sosa

En las elecciones europeas recientes el ganador fue el temor. En muchos países –entre ellos algunos de los mas importantes—los partidos anti-europeos obtuvieron entre el 21 y el 28 % de los votos. Con excepción de Grecia, estos partidos son de extrema derecha, que en Europa han sido y son nacionalistas. ¿Cómo explicar esta bofetada a los gobiernos pro-europeos de los distintos países, y a la burocracia de la Unión Europea en Bruselas? Para responder a esta pregunta debemos aclarar algunos hechos.

En primer lugar, estos resultados abren una segunda fase de la crisis europea. La primera fase fue la contracción económica mundial que se inició con la crisis financiera y su epicentro norteamericano, 6 años atrás. La respuesta de los gobiernos y de la burocracia europeos fue cruel y desastrosa, a saber: la imposición por parte de los mas fuertes de un régimen draconiano de adelgazamiento económico a los mas débiles.

Como afirmamos en varios artículos de Opinión Sur y en mi libro electrónico [“Why Europe”->http://www.amazon.com/Avatars-Fraught-Project-Opinion-Collection-ebook/dp/B00CYQP2FG/ref=sr_1_4?s=books&ie=UTF8&qid=1401198445&sr=1-4)], tanto el diagnóstico como la gestión de la crisis fueron errados. Crearon recesión y desocupación a niveles no experimentados desde la Gran Depresión de los años treinta. Después de varios penosos años de sufrimiento, los mismos gobiernos y los mismos eurócratas de Bruselas hoy se felicitan por haber estabilizado la situación financiera. ¿Pero a qué precio social lo han logrado?

Ese precio es alto y claro: significa un estancamiento económico permanente, similar a los 20 años “perdidos” del Japón (con la diferencia de que el Japón es una sociedad compacta y homogénea, y Europa no). Significa también una enorme pérdida de futuro. Aclaro: en países como España, Italia, Portugal y Grecia, la desocupación juvenil llega a mas del 40%.

Si los jóvenes representan el futuro, el futuro europeo se ve seriamente comprometido. Los jóvenes de hoy dejarán de serlo pronto (“nos vamos poniendo viejos” como dice la canción). ¿Y entonces qué? ¿Cual será el futuro de sus propios hijos, es decir, el futuro del futuro en una Europa que ha matado la esperanza?

Por lo tanto no ha de sorprender que, en el preciso momento en que los eurócratas de Bruselas se felicitan por haber “estabilizado” la situación, estalle una crisis ya no económica sino política. Efectivamente, al igual que el 25 de mayo de 1810 en Buenos Aires, hoy el pueblo europeo “quiere saber de qué se trata.”

Las revoluciones políticas (y las hay tanto de izquierda como de derecha) se producen no en medio de una profunda crisis económica, sino en el momento de su salida. Esta verdad sociológica la formuló originalmente Alexis de Tocqueville en su análisis de la Revolución Francesa. Esa revolución histórica estalló después de que el gobierno del rey Louis XVI hubiera estabilizado la crisis financiera francesa (en parte provocada por costosas campañas militares). Fue entonces que se generalizó la protesta. La revolución había comenzado con una reacción de las derechas aristocráticas que exigieron del rey la apertura de los parlamentos. Una vez logrado esto, la aristocracia perdió control de la situación y dio paso a movimientos revolucionarios de otras clases sociales, que terminó en la guillotina.

La Europa que hoy se resquebraja políticamente no representa, como pretenden los tecnócratas de Bruselas, un futuro próspero y pacífico con una unión fuerte, sino mas bien representa, como sucedía en la antesala de la Revolución Francesa, un ancien régime, a cargo de una administración colectiva tan desconcertada y políticamente incompetente como el equipo de ministros de Luis XVI.

La Unión Europea, que hasta ayer pensaba haber dado un paso adelante, hoy esta dando dos pasos atrás. Por lo tanto, hemos de esperar un retroceso en el proceso de unificación europea, a favor de una “Europa de naciones” con estados nacionales vacilantes frente a un proyecto de unión rechazado por grandes sectores de la población y modelos alternativos que son incapaces de poner en marcha a nivel nacional. En plena vacilación, los estados y los partidos políticos tradicionales perderán posiciones frente a partidos mas extremos y a movimientos secesionistas, al estilo de escoceses y catalanes.

Desde un punto de vista demográfico, Europa “se va poniendo vieja”. Para peor, desatiende a su juventud. Al mismo tiempo, se ve enfrentada a una ola inmigratoria de países muy distintos (sobre todo en el Norte de África) que soportan un movimiento contrario, de explosión demográfica. De allí la componente xenofóbica de los movimientos políticos que hoy vapulean a los partidos europeos tradicionales.

Entretanto, el eje geopolítico se sigue moviendo hacia el Este. Reflexionemos un poco sobre estas cifras:

En Europa hoy hay aproximadamente 25 millones de desocupados. Para la Unión Europea la cifra es catastrófica: representa una población equivalente a 5 Finlandias o a 5 Noruegas. Al mismo tiempo que no ofrece perspectivas a sus propios ciudadanos, Europa debe incorporar cada año millones de refugiados e inmigrantes de países en guerra civil que llegan a sus costas (sólo en este verano se prevé la llegada a Sicilia de 800.000 refugiados africanos). Pero desde la óptica geopolítica de un Oriente que crece en su poder, aquellos 25 millones de personas que no encuentran trabajo en Europa caben todos en una sola ciudad de la China.

La Unión Europea se enfrenta al espectro de un flaco futuro: quiere realizar el sueño de una Europa potencia, pero hoy corre el riesgo de terminar en una Europa museo.

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