Europa: relanzar el crecimiento pero sobre nuevas bases

¿Somos desmemoriados, torpes o qué? Por supuesto que hay que relanzar el crecimiento en Europa y que son suicidas las salvajes políticas de ajuste que se vienen aplicando. A quién se le ocurre desemplear a 20.000 docentes en España argumentando que no hay recursos y el mismo día destinar 29.500 millones de dólares para evitar la quiebra de Bankia, banco privado hasta entonces dirigido por un ex Director del Fondo Monetario Internacional y anteriormente Ministro de Economía que ofrecía al mundo y a su propio país recetarios acerca de cómo administrar las finanzas y gestionar el desarrollo. ¿Hace falta volver a reseñar los desastres que esas políticas de ajuste han generado en Grecia, España, Inglaterra, Italia y casi todo el resto de países europeos? Lo que sucede en las calles y los custodiados centros de decisión gubernamentales debiera terminar de convencer que Europa necesita rectificar su trayectoria. Tal como va, el presente rumbo conduce no a un abismo para todos pero sí para sus grandes mayorías poblacionales; los especuladores financieros se las ingeniarán para lucrar con la crisis y emerger de ella aun más ricos y fortalecidos.

Lo doloroso e indignante es que durante la crisis, en el transcurso de los ajustes y al relanzar el crecimiento que se propone, el proceso de concentración no se detendrá sino que seguirá consolidándose. Es cierto que en un contexto de crecimiento la situación de las mayorías tendrá ciertas mejoras pero, no nos equivoquemos, si el tipo de crecimiento que prime no hará sino restaurar la situación de pre-crisis sólo saldremos temporalmente de un infierno para encaminarnos más adelante otra vez al mismo destino.

Es que si restauramos y no transformamos aquellos mecanismos que condujeron a la crisis volveremos a generar desbalances, inequidad e inestabilidad sistémica. Se podrían contener por un tiempo esos efectos si los países aplicasen con efectividad medidas compensatorias orientadas a limitar las peores consecuencias del sendero restaurado. Sería una forma de implantar otra vez el tipo de trayectoria social-demócrata que dio lugar a sociedades con mayor equidad y sustentabilidad pero que luego fueron igualmente arrastradas a la crisis por la tremenda dinámica concentradora que desbordó por sobre el progreso logrado, asfixiándolo. Una experiencia aun más dolorosa es la de América Latina y África donde también se aplicaron ajustes salvajes con nefastas consecuencias. Sólo cuando pudieron cambiar dramáticamente de rumbo, esos países entraron en un período de prosperidad como nunca antes habían experimentado.

Hablemos claro. El ajuste salvaje practicado en Europa no es producto de mentes ignorantes o enloquecidas, ni quienes procuran llevarlo adelante son imbéciles. Lejos de ello, son políticas dictadas por los sectores privilegiados que están decididos a proteger los privilegios que detentan.

En las décadas anteriores a esta crisis global esos sectores supieron conservar los privilegios que obtuvieron del tremendo proceso de concentración que acompañó el vertiginoso proceso de globalización. Concentración de una escala nunca antes vista [[La fortuna de las tres personas más ricas de los Estados Unidos equivale al producto bruto interno de casi medio centenar de países del mundo en desarrollo: ¡tres personas poseen por si solas mayor riqueza que la que, en conjunto, disponen cientos de millones de seres humanos!]] que atenta contra el planeta y los derechos de la humanidad; es que lleva en su ADN condiciones de sistémica y recurrente inestabilidad social y económica. Luego, estallada la crisis, supieron proteger sus intereses haciendo recaer el costo de la misma sobre los trabajadores, los sectores medios y las pequeñas y medianas empresas (en esencia el resultado del ajuste salvaje practicado). Por cierto que si los sectores hegemónicos pudiesen perpetuar las políticas de ajuste seguirían protegiendo sus intereses de esa forma. Pero si, en cambio, la reacción popular y las circunstancias políticas forzasen cambios al ajuste tal como es impuesto en Europa, que no haya la menor duda que esos sectores hegemónicos tendrán la habilidad para insertarse en las medidas para relanzar el crecimiento de modo de seguir preservando sus privilegios.

Si esos privilegios no afectasen a las grandes mayorías poblacionales del mundo esa inequidad sería menos gravosa de lo que realmente es. Pero ocurre que la desigualdad extrema no sólo es consecuencia del proceso de concentración sino también sustenta su reproducción en el tiempo: quienes más poseen y gestionan con efectividad siempre detentan mayor capacidad para aprovechar oportunidades y sortear dificultades; crecen por tanto a tasas mayores y más sostenidas que los demás, ahondando diferencias y alejándonos aun más de un crecimiento orgánico.

Hay cientos de casos que confirman que la concentración se ha acelerado en casi todos los países del mundo; uno de los más resonantes es Gina Rinehart, magnate de la minería australiana que en un solo año, el 2011, pudo triplicar su fortuna a más de 28.000 millones de dólares y tiende a convertirse en una de las personas más ricas del mundo. Casos parecidos son los de Carlos Slim en México con una fortuna de 69.000 millones de dólares, Bill Gates con 61.000 millones y otros multimillonarios de la India, China, Rusia, Brasil y Sudáfrica, para sólo nombrar algunos países donde la riqueza se ha concentrado en forma más que alarmante. Ocurre que la concentración de la riqueza y del poder no sólo se extendió sino que se aceleró de la mano de la globalización y hoy no hay rincón del planeta donde no se verifique este fenómeno. Por cierto, no se trata de un fenómeno natural ni inevitable sino que deriva de una específica forma de funcionar liderada por el capital financiero que ha logrado imponerse como hegemónica. Este proceso de concentración, su génesis, su dinámica y sus implicaciones, se ha analizado y explicitado en diversos informes y documentos [[Entre muchos otros, en la [Colección de libros Opinión Sur->https://opinionsur.org.ar/wp/category/coleccion-opinion-sur/ ver [Ajustar el rumbo->https://opinionsur.org.ar/wp/ajustar-el-rumbo-salir-de-la-crisis-hacia-un-desarrollo-sustentable-2/ salir de la crisis hacia un desarrollo sustentable->https://opinionsur.org.ar/wp/salir-de-la-crisis-hacia-un-desarrollo-sustentable/ (versiones en español y en inglés) y [Crisis global: ajuste o transformación->http://www.amazon.com/dp/B00890OE5K] (sólo en español).]] , diseminados siempre en dosis homeopáticas porque quienes controlan medios y editoriales se han cuidado de no darles masiva difusión.

Hoy toca alertar sobre esta fase de relanzar el crecimiento que pareciera va a imponerse en lo que resta de la década. El desarrollo es necesario pero no se logra con cualquier tipo de crecimiento. Si se restaurase el crecimiento concentrador, como podría ocurrir de no mediar fuertes reacciones, se aflojaría la soga que estrangula a los sectores populares y volveríamos sin mayor cuestionamiento, y paradójicamente aun con cierto alivio, a la situación de pre-crisis. Ese “cierto alivio” agrega dramatismo a la pugna por restaurar un crecimiento concentrador porque, camuflada en una mejora temporal, se vuelven a sembrar las mismas semillas que después germinan como nuevas crisis y recurrentes penas y castigos. Por eso decimos que crecimiento sí, pero ya no aquel que reproduce el privilegio y la concentración que nos mata de a poco y destruye el planeta.

Se llenarán la boca los nuevos profetas del crecimiento y aparecerán incluso como salvadores de la opresión que ahora sufrimos; pero la oportunidad que no debiéramos dejar pasar, el desafío que haríamos bien en asumir, no es crecer como “antes” sino crecer en un nuevo contexto de desarrollo sustentable; crecer desconcentradamente, con equidad, sin deslizarnos en el consumismo irresponsable, cuidando de los demás y protegiendo a nuestra madre Tierra que es la que nos ha sostenido en esta marcha de muy larga data.

El desarrollo sustentable tiene variantes y modalidades, algunas conocidas y otras aun no transitadas y por descubrir. Hacen parte de un futuro que vale la pena construir y bien vivir. Existe suficiente determinación, talento y capacidad de trabajo para lograrlo pero también obstáculos e intereses que traban las nuevas opciones y buscan confundir, alienar y desviar. Estamos ante una crítica encrucijada de caminos y podemos, debemos escoger. Una decisión para valientes, para quienes nos conducen pero también para el ciudadano de a pié: se trata, nada más y nada menos, de ajustar el rumbo y transformar la forma de funcionar de modo de recuperar la identidad, la independencia, la equidad y la significación que nos han arrebatado.

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