Europa: ¿más ajuste desigual y recesivo?

Los desarreglos económicos que acontecen en varios países europeos son, una vez más, encarados con fórmulas que procuran “calmar” a los mercados financieros. Se trata de poner en orden las cuentas públicas y reducir el sobre-endeudamiento. Sin embargo el resultado son ajustes desiguales y recesivos. ¿Es este el único tipo de “salida” posible o existen otras mejores opciones? Nuevamente países europeos enfrentan las presiones de los mercados financieros para adoptar un ajuste desigual y recesivo. Sus problemas no son menores y sin duda que reclaman una intervención correctora: incluyen el desarreglo de sus cuentas públicas, una fuerte desigualdad social, su competitividad afectada, una baja formación de capital en la base del aparato productivo, retroceso en los niveles educativos de su población, para sólo mencionar algunos de sus aspectos más preocupantes. Aunque con rasgos propios en cada país, la situación no difiere sustancialmente a lo largo y ancho de ese continente.

La responsabilidad por haber llegado a esta situación tan vulnerable tiene que ver con una gestión pública que repite fórmulas sin evaluar sus consecuencias últimas y lo hace en un contexto de reglas nacionales y europeas que acelera la concentración económica y la desigualdad social, ningunea la movilización productiva de sus mayorías y mantiene flancos abiertos a la especulación financiera que impone condiciones y lucra con la crisis que ha ayudado a generar. Puede pensarse que existe así una cierta complicidad, o cuando menos negligencia, entre quienes diseñaron las reglas de juego continentales sin considerar líneas de defensa contra los resultados no deseados que ahora emergen y quienes, a nivel de cada país, aceptaron seguir un rumbo y una forma de funcionar que concentra riqueza e ingresos, agrava la segmentación social, debilita la creatividad y la innovación emprendedora, mina la competitividad de su sistema productivo, promueve consumismo irresponsable, afecta su medio ambiente y atenta contra la cohesión social.

La misma receta

La situación presente llega con otra “amenaza” de los mercados financieros y, una vez más, emerge la misma repetida receta para “calmarlos”: reducir gasto público a como dé lugar (en la práctica implica cortar gasto social y la inversión pública) y retraer liquidez deprimiendo salarios y contrayendo el crédito con mayores tasas. El propósito declarado es poner en orden las cuentas públicas y reducir el sobre-endeudamiento pero lo hacen a través de traumáticas recesiones con cierre de empresas y pérdida de empleos. Esto facilita domesticar el trabajo organizado y refuerza el papel de los acreedores financieros: se aseguran cobrar acreencias y obtienen mayores compensaciones ya que, al drenarse otras fuentes de recursos, los especuladores hacen su otoño refinanciando deudas a tasas superiores y adquiriendo a precio vil los activos en problemas. El final de este conocido cuento es una tremenda redistribución de la riqueza a favor de sectores privilegiados y un duro refuerzo del proceso de concentración económica. Dicen los “especialistas” que es el precio a pagar para reparar los desarreglos cometidos.

En verdad, esos “especialistas” son funcionales a los intereses de quienes proveen sus ingresos que en muchos aunque no todos los casos suelen ser, ¡o sorpresa!, los mercados financieros. Con su intervención consagran la tiranía de un mercado financiero cada vez más poderoso y globalizado. Mercado financiero que condiciona el funcionamiento económico, el bienestar social y el cuidado ambiental a la obtención del mayor lucro posible para los propietarios del capital financiero y para quienes los secundan, gestores, asesores e intermediarios, indiferentes a los efectos sociales y ambientales que producen sus conductas. Los “especialistas”, promovidos por las usinas generadoras de pensamiento estratégico y los grandes medios de comunicación, proponen estrategias “de salida” que terminan castigando sin misericordia a los más y premiando con beneficios extraordinarios a los menos.

¿No hay otras opciones?

Quienes lucran con las crisis venden esas “salidas” como las únicas posibles y esto, por cierto, está lejos de ser verdad. Existen otras salidas que también ponen en orden la casa pero sin destruir energía social y emprendedora, sin exponernos a enormes dosis de vulnerabilidad frente a cuervos y especuladores. Salidas que no destruyen empresas, empleos y otros críticos activos nacionales y locales (incluyendo nuestro capital social) ni golpean desproporcionadamente a pequeños y medianos productores deprimiendo salarios y dejando un tendal de desocupados.

Salir de la crisis hacia un desarrollo justo y sustentable requiere de una serie de medidas comenzando por ajustar la productividad del gasto público; esto es, no cortar las partidas destinadas a construir infraestructura económica y social para la base de la pirámide sino aquellas que terminan beneficiando a sectores con capacidad de afrontar por sí mismos esas inversiones. Es que una de las principales transformaciones que requieren tanto países afluentes como del hemisferio sur es movilizar productivamente a la enorme base de sus aparatos productivos. En lugar de concentrar el esfuerzo sólo en sectores que ya están consolidados, la más promisoria transformación pasa por democratizar la economía a partir de movilizar su enorme base de pequeños productores y desocupados. De esta forma se contribuye a abatir la rampante desigualdad –y los desestabilizadores efectos que de ella se desprenden- integrando en un mismo acto mejoras en la producción y en la distribución del ingreso.

Pero la transformación hacia un desarrollo sustentable también requiere que dentro de las “partidas sociales” haya que actuar para asegurar la mayor efectividad posible a ese gasto evitando su mal uso, derroches y fugas no deseadas. Mejorar la productividad del gasto público no sólo implica alinearlo con la movilización productiva de las mayorías sino hacerlo con efectividad acudiendo a soluciones de excelencia. En general, esto no sucede así, por que las iniciativas para abatir pobreza y desempleo suelen ser de factura mediocre sustentadas no en las más modernas ingenierías de negocios sino en conocimiento residual o de descarte.

Asimismo, una salida sustentable de la crisis requiere eliminar el carácter regresivo de casi todos nuestros sistemas tributarios y las enormes fugas que se producen vía paraísos fiscales y triangulaciones internacionales. Hoy se descarga el mayor peso de los ingresos públicos sobre las espaldas de quienes menos tienen mientras que los más afluentes tributan en una proporción menor y encuentran formas de evadir buena parte de su responsabilidad tributaria.

Tampoco es suficiente sólo realinear las políticas macroeconómicas con los intereses de las grandes masas poblacionales, hoy castigadas y desaprovechadas en su capacidad de aportar soluciones. Habrá también que trabajar con las empresas que lideran cadenas productivas de modo que, con los apoyos que se movilicen, cada una pueda asegurar viabilidad y precios compensatorios a su trama productiva (proveedores, distribuidores y compradores de sus productos). Esto es, que ejerzan plenamente su responsabilidad mesoeconómica en provecho no sólo propio sino también de su entorno económico y social.

En contextos macro y meso económicos favorables será más efectiva y significativa la acción de apoyo directo a la base del aparato productivo, los micro, pequeños y medianos productores, así como quienes hoy están desocupados. En esas grandes mayorías anida una tremenda energía y creatividad que ha sido casi olvidada y, peor aun, muchas veces agredida. El desarrollo sustentable encuentra en esa promisoria gran movilización productiva generada a partir de valores de efectividad, colaboración y responsabilidad social y ambiental, uno de sus más firmes basamentos.

Emprendimientos inclusivos

Los esfuerzos individuales que practican los sectores de bajos ingresos seguirán siendo importantes pero se impone subir su escala productiva de modo que puedan acceder a una mejor gestión y a umbrales superiores de oportunidades comerciales. Hoy existe disponible moderna ingeniería de negocios que posibilita conformar emprendimientos inclusivos asociando pequeños productores con socios estratégicos que pueden aportar conocimientos de excelencia, gestión efectiva, buenos contactos, acceso a mercados y a financiamiento. Estas ingenierías incluyen, entre otras, los sistemas de franquicias, los conglomerados de cooperativas, los consorcios de comercialización y eventualmente de exportación, las agroindustrias locomotoras.

Si los mercados no desarrollasen este tipo de unidades económicas sería del caso que el sector público nacional y local, las agencias de desarrollo, las organizaciones sociales y empresariales, las universidades y el conjunto de la sociedad civil se coordinasen para establecer desarrolladoras de emprendimientos inclusivos [[[Ver características de los emprendimientos inclusivos y naturaleza de una desarrolladora->https://opinionsur.org.ar/wp/desarrolladoras-de-emprendimientos-inclusivos/ . Estos nuevos instrumentos de promoción pueden ayudar a conformar dinámicos actores económicos en la base de la pirámide social asistiéndoles en la identificación y aprovechamiento de oportunidades de desarrollo sustentable.

La falsedad del pensamiento único y el verdadero desafío

Es así falso que no haya más salidas que las pregonadas por los “especialistas” ligados a los mercados financieros. Las hay [[Pueden consultarse una gran variedad de publicaciones al respecto, incluyendo artículos pasados de Opinión Sur y el libro [Ajustar el rumbo: salir de la crisis hacia un desarrollo sustentable->https://opinionsur.org.ar/wp/ajustar-el-rumbo-salir-de-la-crisis-hacia-un-desarrollo-sustentable/ y pueden implementarse aunque, por cierto, no sin esfuerzo y determinación. Pero constituyen un esfuerzo muy distinto al sacrificio que hoy se pide para que sólo unos pocos se beneficien con los resultados.

El desafío más crítico es, no nos engañemos, esencialmente político por que habrá que movilizar fuerzas para materializar un cambio de rumbo. No se afectan intereses de la envergadura de los que defienden los especuladores financieros sin enfrentar enormes resistencias; nadie entrega gratuitamente sus privilegios. Les sobran recursos para comprar voluntades y cooptar respaldos, tanto a través de ofrecer jugosos honorarios a sofisticados asesores legales, contables y relacionadores públicos, como acudiendo a la corrupción y la distribución de prebendas a políticos y medios de comunicación.

Como los especuladores financieros no pueden defender sus intereses de forma explícita a campo abierto, procuran camuflarlos para suscitar el apoyo de personas manipuladas o mal informadas cuyas aspiraciones son objetivamente diferentes. Siendo minoría, la especulación financiera necesita de ese camuflaje social, económico y político para sostener su predominancia. De ahí la crítica importancia de educar y alertar a los actores que no hacen parte del privilegio “duro”. Esos especuladores duros son el verdadero problema por lo que es necesario aislarlos y evitar que se oculten detrás de una maraña de pequeños y medianos intereses que procuran reclutar infundiendo temor al caos y a eventuales persecuciones. Estos engaños deben desmontarse y colocar el foco de la transformación en los grandes especuladores que son los que tienen la capacidad de desestabilizar a cualquier gobierno que intente enfrentarlos.

Con tan poderosos enemigos sería absurdo y contraproducente conmocionar también a otros segmentos poblaciones cuyos intereses no están alineados con los de los grandes especuladores; esta miopía política tornaría inmanejable el proceso de transformación y podría minar el apoyo de los mismos que se beneficiarían con un cambio de rumbo. En este sentido es crítico evitar empantanarse en permanentes conflictos que crean climas que no son propicios para alinear con justicia y equidad tan diversos intereses. Por el contrario, un buen manejo político que de sustento para adoptar estrategias de desarrollo sustentable logra liberar una enorme, pacífica y fecunda energía social.

Trampas institucionales y gobernabilidad democrática

La ciencia política y la observación no superficial advierten que las instituciones que coordinan la vida social y nos gobiernan no emergen de una lógica natural sino de la acción de quienes tienen poder de decisión en nuestras sociedades. Así, las instituciones contemporáneas han surgido de correlaciones de fuerzas sociales, políticas, económicas, religiosas y militares de épocas pasadas y han evolucionado con el tiempo hasta adquirir las formas y dinámicas actuales. Esas formas y dinámicas seguirán cambiando de acuerdo con las nuevas correlaciones de fuerzas que vayan suscitándose en función del desarrollo político y las cambiantes circunstancias de nuestras realidades.

Vale reconocer que carece de sentido cambiar arbitrariamente las instituciones vigentes que expresan y velan por la aplicación de reglas de juego ordenadoras de la vida social a nivel local, nacional o global: ellas fijan premios y castigos, cómo se distribuyen los resultados, qué diferencias de niveles de vida son socialmente aceptables, grados y niveles de participación en las decisiones, uso de la fuerza pública, entre muchas otras. Sin embargo, hay momentos en la evolución de las naciones en los que las instituciones imperantes no logran encauzar constructivamente la potencia social que se ha ido desarrollando y tampoco son capaces de seguir represándola [[Véase el caso de la ebullición imperante hoy en la mayoría de los países árabes]]. En estos puntos de inflexión que se presentan de tiempo en tiempo, se juegan los rumbos que como sociedades escogemos para nuestro futuro; comprendiendo que hay ciertas restricciones y condicionantes imposibles de ignorar pero también que, en esos espacios, es posible ejercer grados mayores o menores de determinación, creatividad e innovación para moldear otras formas más eficaces y responsables de funcionar.

Es por ahí que debiéramos desplegar en esta coyuntura europea y global nuestra libre elección condicionada, en lugar de seguir como manada un rumbo y una forma de funcionar que empobrece la naturaleza, genera violencia y nos daña física y espiritualmente. La situación por la que atraviesan los países europeos es problemática y requiere ser encarada. Es necesario ajustar el rumbo; pero esto quiere decir optar por un ajuste transformador y no un ajuste restaurador de la misma dinámica que condujo a la crisis. Hay muchos matices y especificidades que sería muy peligroso ignorar; un fundamentalismo no se supera con otro. Pero hay una gran divisoria de aguas de la cual partir hacia lo específico: o se da paso a transformaciones que permitan canalizar constructivamente la tremenda energía social represada, o esa energía terminará desbordándose furiosamente con impredecibles consecuencias.

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