En la crisis europea no sólo se arremolinan los hechos que generan incertidumbre e inseguridad, sino también las ideas y la percepción de lo que verdaderamente sucede. El pensamiento hegemónico se ve rebalsado por otros enfoques e interpretaciones que bucean por debajo de lo aparencial para comprender la lógica de funcionamiento que condujo a la caída y encontrar efectivas soluciones. El desafío es saber integrar una diversidad de aportes en un todo que funcione, que sea efectivo al encarar la emergencia y que sepa al mismo tiempo sembrar las semillas que permitan germinar una nueva Europa. La opción de fondo pasa por establecer un ajuste restaurador o un ajuste transformador. ¿En qué consiste cada uno?, ¿hacia dónde apuntan?, ¿cuáles podrían ser sus consecuencias?
En la crisis europea no sólo se arremolinan los hechos que generan incertidumbre e inseguridad, sino también las ideas y la percepción de lo que verdaderamente sucede. Es que antes, en la trayectoria de precrisis, el pensamiento tendió a acompañar la aparente estabilidad sistémica con una peligrosa tendencia hacia la homogeneización de enfoques e interpretaciones que sesgó percepciones y amordazó alarmas. Perdió profundidad el análisis, se angostaron las búsquedas y comenzó a prevalecer el piloto automático que, como es conocido, no es la mejor conducción cuando se desata una tormenta. Hoy, el pensamiento hegemónico se ve rebalsado por otros enfoques e interpretaciones que bucean por debajo de lo aparencial para comprender la lógica de funcionamiento que condujo a la caída y encontrar efectivas soluciones. Se abre el espacio para desarrollar un renovado pensamiento estratégico y, con ello, la posibilidad de adoptar más efectivas medidas para encarar la emergencia así como nuevas utopías referenciales que sirvan de mejor guía a la marcha sistémica.
La concepción que cada quien tiene de los procesos sociales, económicos y políticos, viene influida por sus intereses, necesidades y emociones. La “realidad” que cada uno percibe no es la misma para todos, por más que algunas visiones se impongan a otras por la fuerza de diseminación e imposición que sus sostenedores tengan. Es cierto que la capacidad de imponer un punto de vista puede también sustentarse en la impecabilidad de ciertos argumentos y demostraciones pero esto no es lo que generalmente sucede. No faltan ejemplos de soluciones inefectivas que surgieron del poder de imposición más que de una claridad de percepción, de un análisis riguroso y de la habilidad para concebir e implementar apropiadas respuestas. La imposición de una perspectiva hegemónica implica desestimar aportaciones del resto de perspectivas.
Comenzamos el análisis con estas reflexiones porque pareciera que las estrategias de salida de la crisis europea contemporánea (tal como sucede en otras crisis) se estuviesen deslizando hacia un enfoque hegemónico cerrando puertas a una muy rica diversidad de otros aportes. Cuando estalla una crisis, en especial si su llegada sorprende a griegos y troyanos, quienes conducen la política económica y controlan los recursos sustentan sus decisiones en el herramental analítico y en los instrumentos de intervención con los que están familiarizados, siendo que con ellos no lograron prevenir ni evitar el estallido. En lugar de encarar un ajuste transformador que remueva las causas que llevaron a la crisis, su formación, sus intereses y sus emociones les llevan a aplicar con dureza un ajuste restaurador del orden de precrisis.
La firmeza hoy requerida es de otro tipo e implica encarar varios frentes de problemas en simultáneo, receptando aportaciones de una diversidad de enfoques y perspectivas. El desafío es saber integrar esa diversidad de aportes en un todo que funcione, que sea efectivo al encarar la emergencia y que sepa al mismo tiempo sembrar las semillas que permitan germinar una nueva Europa. Una Europa que logre, en simultáneo, abatir la enorme desigualdad social y entre países, mejorar la competitividad en base al aumento de la productividad de todos sus integrantes y avanzar preservando el medio ambiente en una clara trayectoria de desarrollo sustentable.
Desaciertos de un ajuste restaurador
Las interpretaciones acerca de lo que sucede en Europa son muy diversas pero pareciera primar una tendencia a visualizar más efectos que causas. Enormes déficit fiscales y un descontrolado endeudamiento han desembocado en una situación donde no los pueblos sino los “mercados” dijeron basta. Los gobiernos se movilizaron con urgencia para ajustar el desajuste apostando a que bajando el déficit y el sobre endeudamiento podrán retornar a la normalidad de un otra vez vibrante crecimiento. El eje de esta política es podar con furor el gasto público, particularmente en aquellos rubros cuyos beneficiarios ofrecen menor resistencia relativa. Con ese rumbo el continente podría estar avanzando hacia un monumental error estratégico.
– El desacierto de querer retornar
Un primer desacierto de un ajuste restaurador es creer que retornando a la “normalidad” de precrisis se despejarían las circunstancias y los factores que llevaron al borde del abismo. Si hubo una dinámica que condujo a la crisis, cualquier solución que aspire a ser efectiva debiera apuntar a transformar esa lógica de funcionamiento; de otro modo, en el mejor de los casos se estaría tan sólo capeando el temporal pero incubando una próxima crisis; en el peor de los casos se estaría contribuyendo a profundizar la crisis.
No basta administrar mejor las variables que marcaron la trayectoria de precrisis; eso en algo ayudará pero será insuficiente para eliminar los factores desestabilizadores. Es que la “normalidad” de precrisis no sólo generó inestabilidad y enormes costos financieros sino también efectos sistémicos mucho más profundos; entre otros, los siguientes:
(a) Instaló un persistente proceso de concentración económica; concentración que se da entre grupos sociales (minorías favorecidas junto a mayorías postergadas) y también entre países afluentes y países rezagados (unos pocos con nuevos bríos en busca de recuperar terreno y, los más, corriendo por detrás con poca esperanza de alcanzarlos). Esta desigualdad tiene efectos demoledores sobre el desarrollo sustentable ya que es el sustento de un círculo vicioso de concentración del ahorro, orientación de la inversión hacia la especulación financiera, búsqueda desenfrenada del lucro, desacople de la oferta agregada respecto a la capacidad de compra de las mayorías, sesgo de la demanda hacia un consumismo irresponsable, generación de burbujas especulativas, descontrol sistémico y dura crisis global.
(b) Mejoró productividades en base a un sostenido desarrollo científico, tecnológico y de gestión corporativa, pero esas mejoras no se extendieron por igual a todos los actores económicos, en particular pequeños y micro productores, profundizando la desigualdad existente, ni tampoco evitaron causar una fenomenal destrucción ambiental que afectó al planeta todo.
(c) Al cristalizarse privilegios desmedidos se esterilizó una increíble cantidad de talento y energía social que anida en vastos sectores mayoritarios de la población mundial hoy excluidos o marginados. En lugar de progresar generando bienes y servicios con trabajo e innovación productiva, hoy crecen desmedidamente quienes lucran del dinero.
(d) Con el desarrollo de intereses crecientemente antagónicos entre grupos sociales y países, se multiplicaron y agudizaron infinidad de conflictos que afectaron la estabilidad sistémica y la seguridad colectiva. Esto, a su vez, termina minando la credibilidad y la gobernabilidad democráticas
– El desacierto de enfriar la economía
Un segundo desacierto estratégico pasa por ajustar duramente el gasto público y el sobre endeudamiento en medio de la crisis, con lo cual se agudizan los problemas al hacer colapsar el consumo, la inversión y el crecimiento. No se plantea reestructurar el gasto público para poder crecer sino simplemente reducirlo. En lugar de apostar a un ajuste transformador que favorezca el crecimiento se procede a un duro ajuste restaurador que contrae la economía sin cambiar su rumbo y forma de funcionar imponiendo costos sociales e institucionales de enorme significación. La trayectoria que se procura seguir augura mayores turbulencias.
– El desacierto de debilitar la cohesión social
En época de crisis es cuanto más cohesionada debiera estar la sociedad. Es que para salir de la crisis hacia un desarrollo sustentable se requiere de la colaboración de todas las fuerzas sociales. Esto por cierto no se logra cuando se impone un tipo de ajuste que golpea de forma desigual a los diversos sectores, castigando con mayor dureza a la base de la pirámide social que es no sólo la que detenta el peor nivel de vida sino también la más indefensa. Con ello se debilita la cohesión social y se afecta la gobernabilidad en un momento donde la sociedad toda debiera movilizarse para hacer frente asociadamente al temporal generado por la forma de funcionar de precrisis.
Ajustar para transformar
La propuesta política para salir de la crisis europea debiera plantear un ajuste de aquello que se ha desbordado pero transformando en ese esfuerzo los factores que sostuvieron la dinámica de precrisis y condujeron hacia el abismo. Para decirlo con toda claridad: sí, es necesario ajustar el gasto público pero no en el sentido de reducir su magnitud cortando partidas que son estratégicas para lograr un desarrollo sustentable; se trata, en cambio, de reestructurarlo de modo de reemplazar en todo lo que sea posible gasto inefectivo por gasto promotor del crecimiento. Del mismo modo, es necesario encarar el enorme sobre endeudamiento sin afectar el financiamiento de la actividad productiva y la formación de capital en la base de la pirámide social sino reduciendo, a través de un vigoroso crecimiento, la incidencia de la deuda en relación al PBI. Gestionar procesos complejos implica tener la habilidad y ductilidad de manejar apropiadamente tiempos y secuencias.
El ajuste transformador que se necesita debe apuntar a aumentar dramáticamente la productividad socioeconómica del gasto público y del endeudamiento. Para lograrlo en este contexto de crisis no se puede sólo trabajar a nivel de variables agregadas sino al interior de ellas, reestructurando pero no abatiendo el nivel absoluto del gasto público y del endeudamiento. El desafío es saber reorientar esas variables para dinamizar todo el aparato productivo y, a medida que se logra crecer y transformar, lograr orgánicamente hacerlas retornar a proporciones saludables. El eje del esfuerzo pasa por dinamizar el aparato productivo transformándolo de modo que crezca como un todo orgánico, lo que implica aumentar la productividad y los ingresos de las pequeñas unidades productivas mejorando su articulación con las unidades medianas y grandes. Esto habla de apoyar a todas las unidades en simultáneo pero enfatizando muchísimo más que en el pasado de precrisis la formación de capital (financiero y no financiero) de la amplísima base del aparato productivo.
¿Cómo se logra esto? Con la combinación de esfuerzos complementarios por parte de actores que operan en diferentes niveles. La especificidad de cada situación reclamará soluciones siempre singulares pero algunas orientaciones generales podrían servir como común denominadores. Entre otras, las siguientes:
– A nivel macroeconómico será imprescindible (i) reorientar el gasto público para proveer mejor infraestructura productiva y social a los sectores mayoritarios de modo de lograr una más plena movilización social y productiva; (ii) abatir la regresividad fiscal que prima en casi todos los sistemas tributarios, (iii) asegurar estabilidad monetaria y una política crediticia que canalice una mayor parte del ahorro nacional hacia pequeños y medianos emprendedores y (iv) orientar el desarrollo científico y tecnológico para que también atienda las necesidades y potencialidades de la pequeña y micro producción.
– A nivel mesoeconómico (el espacio de las cadenas de valor y de las redes productivas) habrá que dar paso a una doble intervención pública y privada: la primera estableciendo normas que promuevan relaciones de mutuo beneficio entre actores económicos de diferente poder de negociación; la intervención privada practicando responsabilidad mesoeconómica de modo de considerar el impacto de sus decisiones corporativas en otros actores económicos y en las comunidades en las que se desenvuelven.
– A nivel microeconómico es necesario reforzar o conformar, según el caso, un efectivo sistema de apoyo que promueva la formación de capital a todo nivel del aparato productivo y, muy particularmente, en las pequeñas y medianas unidades: (i) formación de capital económico a través de un buen financiamiento de equipos, de instalaciones y de innovación tecnológica y de gestión y (ii) formación de capital no financiero a través de cerrar la brecha de conocimientos y de acceso a moderna ingeniería de negocios, facilitando el acceso a socios estratégicos, contactos, mercados e información. En este campo pueden y debieran converger los esfuerzos del sector público, del sector privado, de las organizaciones sociales y de las entidades de la sociedad civil, cada quien en el ámbito de sus ventajas competitivas, bien coordinados y sustentados en un gran acuerdo político nacional.
Siendo la escala una dura restricción para el desarrollo de las pequeñas unidades (es en buena parte responsable de no poder acceder a mejores umbrales de oportunidades), es crítico poder incrementarla. Para ello, existen disponibles diversas modernas ingenierías de negocios capaces de articular pequeña producción hoy dispersa en más efectivas organizaciones económicas de porte medio. ¿Cómo aprovechar estas nuevas opciones? Entre otros mecanismos mencionamos uno que venimos promoviendo desde hace algún tiempo: el establecimiento de [desarrolladoras locales de emprendimientos inclusivos.->https://opinionsur.org.ar/wp/desarrolladoras-de-emprendimientos-inclusivos/
Una reflexión final
No es menor el desafío que enfrenta Europa. Está claro que no hay recetas universales ni soluciones mágicas. El pasado enseña pero el futuro se construye con nuevas ideas y proposiciones. Hoy la tormenta desatada por un funcionamiento de precrisis plagado de errores y desaciertos afecta a todo el continente. La situación presenta denominadores comunes y profundas diferencias por países. Europa no es un universo homogéneo sino que cada país atraviesa procesos con circunstancias singulares. Sería contraproducente uniformar respuestas y soluciones. No es sencillo conciliar políticas y medidas a nivel regional y, al mismo tiempo, adoptar muy diversas respuestas y trayectorias según sean las condiciones y posibilidades de cada país y, sin embargo, eso es lo que la situación exige. Vale insistir que la gestión de procesos complejos requiere habilidad y ductilidad para manejar apropiadamente tiempos y secuencias.
Mientras consideramos opciones las tensiones se acumulan y las decisiones se aceleran. Se impone avanzar con una visión heterodoxa que no pierda de vista cuales fueron los factores subyacentes que condujeron a la crisis ya que será necesario transformarlos. En esta perspectiva el desborde del gasto público y el sobre endeudamiento son más efectos que causas aunque, una vez instalados, adquieran una dinámica propia que multiplica los problemas. Una visión corta, asentada en preconceptos y sustentada por intereses sectoriales, lejos de ayudar es sumamente peligrosa y puede complicar aún más el desenlace de esta crisis que, ya no cabe duda, es de naturaleza sistémica.
Opinion Sur



