El dí­a después: Reflexiones sobre la evolución de la crisis

arton511¿Qué han ganado los principales países con las medidas de rescate y regulación que han adoptado frente a la crisis? Han ganado tiempo. Pero ganar tiempo no es una estrategia. Es una táctica que puede ser fértil o meramente dilatoria. Hemos ganado tiempo para diseñar nuevas estructuras regulatorias, para mitigar la desigualdad global, para reorganizar las sociedades en forma mas austera, para dinamizar la base de la pirámide social, y para instalar la plataforma y puntos de partida de un nuevo crecimiento sostenible, basado en otras premisas.En el último trimestre de este año, el PBI norteamericano subió un 3,5% –desde el fondo del pozo adonde había llegado al culminar la crisis. Con esta cifra, una mayoría de economistas declaró que la crisis mundial “ha sido superada.” Los grandes titulares de la prensa expresan un alivio cauto al observar que “el día después” las cosas no están tan mal como se esperaba.

Las medidas tomadas por el gobierno de los EE.UU. y los gobiernos de los otros principales países industriales –Europa, Japón, y algunos de los BRICS—evitaron una verdadera hecatombe económica y social como la ocurrida en la década del treinta. Como señalé en artículos anteriores, esta vez ha habido una acción coordinada y algunas medidas anticíclicas, entre ellas una inyección muy grande de liquidez al tambaleante sistema bancario. Se echó mano de fondos públicos, es decir de los ahorros socializados de los contribuyentes, para organizar el salvatage de las principales organizaciones privadas financieras y de las compañías de seguros, como así también, en el caso de los EE.UU., para recapitalizar al sector automotriz. En otras palabras, se organizó desde arriba una semi- bancarrota en forma ordenada y “en cámara lenta.”

Sin embargo, el proceso tiene características preocupantes, por los siguientes motivos:

1) El salvatage estuvo a cargo de personajes directamente vinculados al sector en mayor peligro y responsable de haber gatillado la crisis. Existe ya toda una biblioteca de estudios (la mayoría descriptivos) de esta operación. En la jerga popular, esto se llama “poner al zorro a cargo del gallinero.” En el “sálvese quien pueda” pudieron mas los grandes grupos financistas.

2)El resultado ha sido una concentración aun mayor del capital financiero, que se
mantiene como árbitro final de la economía globalizada. Como suele suceder en estos casos de concentración a través de una crisis, se produjo un cierto canibalismo. Como ejemplo emblemático, citaré el “dejar caer” a uno de los actores –Lehman Brothers—en beneficio de las grandes casas superstites (J.P. Morgan, Goldman Sachs, y con menor entusiasmo, Citibank).

Fue un verdadero sacrificio ritual: al “ofrecer” uno de los peces gordos en el altar de la crisis, con el consiguiente pánico frente a la posibilidad de caída de todo el edificio, se pudieron tomar medidas urgentes de salvación de los restantes. De no haber sido así, si el gobierno hubiera tirado primero un salvavidas a Lehman Brothers, después de haber rescatado a la mayor compañía de seguros del mundo, la opinión pública y el congreso hubieran dicho “basta”, vetado ulteriores salvatajes, y así hubiesen caído en serie, poco tiempo después, las grandes casas bancarias, hasta desembocar en una situación similar a aquella que obligó a Franklin Delano Roosevelt, 70 años antes, con todo el país en quiebra y con 25% de desocupados, a declarar un feriado bancario forzoso y tomar medidas mucho mas audaces que las suaves reformas de la administración Obama.

No sucedió, y hoy vuelven alegremente a las andadas los grupos financieros mas conocidos. La regulación a que son sometidos ahora va muy a la zaga de sus trucos y artilugios de evasión, como reconocen con arrogante satisfacción los principales ejecutivos frente a una estudiante de mi departamento de sociología en la New York University que los está entrevistando.

3) Los grupos supérstites concentrados se apoderaron de los recursos públicos de ayuda y con ese respaldo comenzaron a efectuar transacciones entre sí, a través de instrumentos financieros tanto o mas opacos que aquéllos que llevaron a la crisis en primer lugar. Con estas maniobras han obtenido pingües ganancias y han logrado sostener un cierto volumen en el mercado de capitales. Se trata nuevamente de una “economía ficticia” donde se mantiene el beneficio privado con respaldo de fondos públicos.

4) No existe indicio alguno de un movimiento crediticio por parte del sector financiero a favor de los particulares (mercado hipotecario y crédito al consumo) ni a favor de las pequeñas y medianas empresas. En otras palabras, la tan mentada “recuperación” no se registra en la economía real y productiva. Han aumentado, eso sí, las exportaciones, pero pensar que este sector pueda volverse una locomotora de crecimiento de la mayor economía consumidora del planeta sería una fantasía.

5) El índice mas dramático de la continuación y agravación de la crisis en la economía real es el continuo aumento de la desocupación y la retracción sostenida del consumo. Por largos años, la población norteamericana deberá ajustarse a un nivel de vida inferior al acostumbrado.

6) El corolario social de este proceso de “recuperación finta” es el aumento de la desigualdad, tanto interna como internacional. Este retroceso social es mas agudo en algunos países avanzados, como los EE.UU. que en otros que tienen una trayectoria mas igualitaria y redistribucionista, con fuerte ingerencia del estado en actividades sustitutivas del sector privado en materia provisional, de educación y de salud (países escandinavos). Es también matizado en el orden internacional, con el avance de los llamados “mercados emergentes” donde la desigualdad está acompañada de una fuerte movilidad social colectiva (mayor bienestar en el conjunto de la población y surgimiento de estratos medios en China, India y Brasil). Pero no olvidemos que en este “día después” hay retrocesos catastróficos en otras zonas pobres del planeta (las Naciones Unidas calculan que en este momento hay mil veinte millones de personas que pasan hambre y que esa población aumenta día a día). Dado que, como bien señala Roberto Mizrahi en su libro reciente, la desigualdad es una de las causas profundas y silenciosas de la reciente crisis, no podemos hacernos muchas ilusiones acerca de la “recuperación” en marcha.

7) Lejos de haber alejado el riesgo de “burbujas” especulativas, el salvataje financiero lo ha globalizado. Hoy el peligro del surgimiento de burbujas no está en el sector inmobiliario hipotecado de un país determinado o en el crédito al consumo, sino en el flujo de inversiones internacionales a recursos naturales tanto “duros” (oro, minerales, energía) como “blandos” (cosechas, alimentos, agua) y hacia bonos de mercados emergentes. Esto significa que, de producirse una nueva crisis, ésta no tendrá un epicentro preciso desde donde pueda irradiar, sino que será simultánea en varios sectores estratégicos de la economía mundial. En otras palabras, una nueva crisis es (a) probable y de suceder, sería (b) metastásica.

En suma, se trata de una recuperación tímida y emparchada, con sostén del sector público. Este “andador” público tendrá que ser retirado tarde o temprano, frente a la crisis fiscal que enfrentaran los gobiernos en los años próximos. Reacios a aumentar la carga impositiva, no podrán tampoco seguir imprimiendo dinero y aumentando el déficit público indefinidamente, o terminarán como terminaron las economías latinoamericanas en las ultimas décadas. El espectro de una segunda Depresión no ha desaparecido.

El día después del día después

Qué han ganado los principales países con las medidas de rescate y regulación que han adoptado? A mi juicio, han ganado tiempo. Pero ganar tiempo no es una estrategia. Es una táctica que puede ser fértil o meramente dilatoria. Hemos ganado tiempo para diseñar nuevas estructuras regulatorias, para mitigar la desigualdad global, para reorganizar las sociedades en forma mas austera, para dinamizar la base de la pirámide social, y para instalar la plataforma y puntos de partida de un nuevo crecimiento sostenible, basado en otras premisas. La primera y principal de estas premisas es la siguiente:

Debemos conducir al mundo hacia una mayor convergencia entre los estilos de vida del mundo sobredesarrollado y los estilos del mundo subdesarrollado (pero emergente). El punto de encuentro en esta doble “escalera mecánica” ascendiente y descendiente es delicado porque a partir de él podrán salir todos juntos por otras vías y hacia otros horizontes o, en su defecto, seguir por senderos que se bifurcan y provocan enemistad.

Las autoridades y los intelectuales chinos son concientes del dilema. Por el momento ganan tiempo con estímulos a la actividad económica convencional de exportación, con grandes inversiones en infraestructura, y con el mantenimiento de su moneda atada al dólar (que se está depreciando) que también favorece las exportaciones. Esta es la táctica. Saben muy bien, sin embargo, que pronto tendrán que estimular el consumo interno, exportar menos, y revaluar su moneda. El futuro desarrollo chino será menos unilateral, menos dependiente de exportaciones a los mercados consumidores tradicionales (relación Sur-Norte), mas diversificado en función Sur-Sur, y mas auto centrado en una sociedad de bienestar módico. Esta es la estrategia.

En el contexto mundial del “día después” de la crisis, China ocupa una posición protagónica y emblemática. Es precisamente en el polo geopolítico asiático donde hoy se debate el futuro del mundo y las principales estrategias para “el día después del día después.” Como señala Anna Maria Jaguaribe en un trabajo de próxima publicación (1) sobre el debate en torno a modelos de desarrollo en la República Popular China, el concepto de bienestar módico (xiao kang she hui) es central. Se trata de una búsqueda de un modelo de desarrollo a partir de la base de la pirámide social que sea benigno para el medio ambiente, que favorezca cadenas cortas de producción, que estimule las economías locales (en el caso chino el fortalecimiento de las aldeas con incorporación de alta tecnología, como sucede en el Norte de Italia), y que tengan una impronta de carbono reducida, en base a innovaciones “verdes,” y a energías “limpias.”

Así como la China ascendiente quiere llegar a una meseta de bienestar módico, la sociedad norteamericana y las europeas, cuyo modelo de desarrollo tiene fuertes síntomas de obsolescencia, y por ende, ha entrado en deterioro, tendrán que reconvertir el sistema económico y social para “descender” a un nivel de bienestar módico sin perder la iniciativa en materia de innovación tecnológica. Es el gran desafío de las nuevas tecnologías informáticas, de comunicación, de energía sostenible y renovable, de una nueva agricultura y alimentación, y de un sector dinámico y súper-inteligente de servicios. Sobre esa base mas igualitaria y equilibrada se podrá desarrollar una nueva división internacional del trabajo. Para llegar allí deberán desprenderse de hábitos arraigados, de inversiones dirigidas a ‘elefantes blancos’ en materia de transporte y de defensa (para citar sólo dos sectores), y liberarse de una buena vez de la hegemonía de la “patria financiera” que es tan parasitaria como destructiva, tan oligárquica como decadente, y tan distante de las aspiraciones de los pueblos, comenzando con el pueblo norteamericano –aquél que describiera en forma magistral Alexis De Tocqueville en su libro La democracia en América, cuando los Estados Unidos eran una nueva nación y un “mercado emergente.”

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Notas:(1) Anna Maria Jaguaribe, “Visoes de Futuro: A China e seus desafios, elementos do debate atual,” Rio de Janeiro, 2009.

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