Este es el primero de tres artículos sobre el “desenfreno global”; analiza sus raíces y la dinámica socioeconómica que genera. Señala que la correlación de fuerzas sociales, sus consecuentes decisiones estratégicas y ciertos factores circunstanciales, determinan un rumbo y una cierta forma de funcionar. En ese contexto aparece una diversidad de trampas democráticas que enervan el funcionamiento sistémico y contribuyen a crear las condiciones que llevan al desenfreno global y de ahí a la gran crisis internacional, previsible para algunos, inesperada para otros. El segundo artículo se focalizará en las consecuencias del desenfreno global y el tercero en las opciones para enfrentarlo. Diversas crisis ocurridas en países del Hemisferio Sur precedieron a la gran crisis global contemporánea; fueron advertencias sobre desenfrenos (1) que se producían en ciertos países no centrales del sistema internacional. Cada una de ellas fue tratada como un problema propio del país específico cuyas raíces o causas recaían fundamentalmente en una mala gestión interna. El contexto internacional era considerado como un parámetro que condicionaba la marcha interna. Tratándose de países que poco influían sobre el funcionamiento de la economía global, la doble afirmación de responsabilidad interna y condicionamiento externo tenía una cierta, si bien sesgada, lógica; más aún cuando, en efecto, hubieron serios desenfrenos en el funcionamiento de varias de las economías no centrales. Esos desenfrenos se expresaban en un sistema político de pobre credibilidad, en luchas por apropiarse del Estado para favorecer intereses sectoriales, en extendida corrupción, en un mal manejo de las finanzas, del gasto público, de los precios internos, del tipo de cambio, de la política de inversión y de comercio exterior, así como de la mayor parte de las variables sociales y ambientales.
Tan grande resultó el desenfreno interno en estos países que quedo algo más relegada la atención respecto a la naturaleza e impacto de los sobre-condicionamientos externos: un rumbo y una forma de funcionamiento global que, estructural y no circunstancialmente, privilegiaba a los países centrales y castigaba duramente a los eslabones más débiles del sistema económico internacional. Su rasgo principal fue un crecimiento que tendió a concentrar riquezas, conocimientos e información, generando un muy serio deterioro ambiental y profundas desigualdades a nivel internacional y, como correlato, al interior de casi todos los países.
Pareciera que el desenfreno se hubiera ahora globalizado pero es posible que siempre hubiese estado presente en el mundo sólo que, con la acumulación de cada vez más audaces desenfrenos en las economías centrales y una mayor integración de los mercados, se hubiese agigantado la capacidad y velocidad de esos comportamientos para impactar el funcionamiento sistémico internacional.
La crisis global ha dejado un tendal de heridos y muertos, no sólo en los países que la generaron sino también en Grecia, Islandia y otros países europeos relativamente más vulnerables; también ha golpeado a casi todos nuestros países del Hemisferio Sur. Por el contrario, consolidó la emergencia de enormes economías hasta hace poco no centrales, como China, India y Brasil, que se fueron posicionando en la economía internacional para absorber en su beneficio parte de los efectos del proceso concentrador.
Tamaño impacto consternó a quienes lideraban y se privilegiaban con el orden global pre-existente porque, con fundadas razones, vieron peligrar su situación de privilegio. Frente a la amenaza actuaron con vigor y determinación de la única forma que era esperable que reaccionaran: intentando reconstruir el orden de pre-crisis; esto es, cambiar tan sólo lo que fuese imprescindible para sortear el huracán y confiar que, con el regreso de la calma, el acontecer internacional retornaría por sus medios y propia dinámica económica a sus canales anteriores. ¿Porqué habrían de transformar esa dinámica si crecieron a su amparo? Sólo sus más lúcidos estadistas han sugerido cambios más profundos de modo de asegurar sustentabilidad y seguridad de mediano plazo al desarrollo global; cambios que implican ajustar el rumbo y el funcionamiento sistémico abatiendo groseras desigualdades entre países y al interior de los países, y saliendo al cruce del deterioro ambiental. Mientras esta posición no prevalezca en el mundo, serán los perjudicados quienes deberán liderar los esfuerzos por materializar la transformación.
Raíces del desenfreno
La crisis global fue el resultado esperable, aunque no deseado, de una dinámica social, económica, política y ambiental generada por una multiplicidad de decisiones que se fueron tomando dentro de ciertos parámetros de contexto (parámetros que en el mediano y largo plazo esa dinámica puede, en algún grado, llegar a influir). Esas decisiones, la dinámica resultante y una sucesión de factores circunstanciales, fueron configurando rasgos estructurales de nuestros sistemas socioeconómicos que terminaron reforzando la reproducción y desarrollo de su forma de funcionar.
Las múltiples decisiones a las que hacemos referencia emergieron de una compleja red de estructuras de poder a nivel local, nacional e internacional; es decir, de las relaciones generalmente desiguales que se fueron historicamente estableciendo entre los diversos actores que coexisten en el mundo. Es obvio que por razones económicas, políticas o sociales algunos actores tuvieron mayor peso que otros para influir en la fijación del rumbo colectivo; sus voces y decisiones resonaron y resuenan con mucha mayor fuerza que las de los demás. Así, sus intereses, necesidades y emociones primaron por sobre el resto y terminaron marcando el tipo de crecimiento concentrador que prevalece en casi todas partes.
De este modo, el resultado de determinadas correlaciones de fuerzas imponen ciertas dinámicas de funcionamiento socio-económico que van consagrando estructuras sociales, políticas, económicas y ambientales las cuales, a su vez, inciden por sí mismas sobre la ulterior evolución de esas dinámicas. Las correlaciones de fuerzas sociales, las decisiones estratégicas, el resultante rumbo y dinámica de funcionamiento, los rasgos estructurales del sistema socioeconómico y los factores circunstanciales, conforman así dimensiones del proceso de desarrollo que pueden tener cierto grado de autonomía pero que están interligadas y se influyen unas a otras.
En regímenes democráticos el sustento de todo esto son las decisiones –soberanas pero inducidas- de los que tienen derecho a ejercer el voto. De ahí el crítico rol que juegan quienes buscan incidir sobre nuestra conciencia y nuestro inconciente, y las instancias que median entre nuestra voluntad y las decisiones que terminan fijando el rumbo y la forma de funcionar local, nacional e internacional. En las democracias representativas existe una variedad de mecanismos de intermediación, un conjunto de instituciones, normas y regulaciones que reglamentan la forma como las decisiones individuales permean hacia las decisiones colectivas, incluyendo, entre otras instancias, al sistema político con sus tres poderes y partidos, la representación gremial, empresarial y social, y los grandes medios de comunicación social cada vez más influyentes en la formación de la opinión pública y, por ende, en la elección de liderazgos, políticas y estrategias.
A su vez, prevalece en el mundo occidental un capitalismo más o menos agresivo, más o menos regulado, que funciona asociado con regímenes democráticos de gobierno, imperfectos pero perfectibles, todos ellos amenazados por una diversidad de trampas democráticas (2) que varían por países en cuanto a naturaleza y gravedad. Esas trampas democráticas, cuya génesis está en los “vicios y maldades”que caracterizan tanto el desenfreno individual como colectivo, se suman a los rasgos estructurales del funcionamiento sistémico y a los factores circunstanciales para terminar de crear las condiciones que llevaron al desenfreno global y de ahí a la gran crisis global, previsible para algunos, inesperada para otros.
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Notas:
1) Desenfreno: entregarse desordenadamente a los vicios y maldades. Diccionario de la Real Academia Española.
2) Este tema es presentado en el artículo Las trampas democráticas: resolverlas profundizando la democracia publicado en Opinión Sur #78 de febrero/2010.
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