
Después de la globalización con hegemonía norteamericana hemos vuelto a la antigua rivalidad de poderes, como ilustra una caricatura de la revista Puck que data de 1901.
La guerra en Ucrania promete ser mas larga y desastrosa que la que todos esperaban. Me abstengo de añadir mis opiniones al fárrago de noticias verdaderas y falsas, a los comentarios diarios de quienes siguen los acontecimientos, y a los argumentos tendenciosos de una y otra parte en el conflicto. En tal contexto, la distancia y la espera me parecen prudentes.
Para una análisis puramente militar, desde la perspectiva occidental, puedo recomendar la charla de un almirante –ex jefe supremo de la OTAN y miembro de mi propio club náutico—que se me hace bastante objetiva y precisa.[1] Puedo, eso sí, proyectar como el disertante en cuestión, el resultado mas probable, a saber: la partición de Ucrania, y al final de muchos combates con innumerables víctimas (la mayoría civiles), la firma de una “paz”, o mejor dicho, de un armisticio que dejará a todos insatisfechos: rusos, ucranianos, norteamericanos y europeos[2]. Cada uno de los beligerantes habrá de declarar una supuesta “victoria”, que será sólo parcial y de naturaleza pírrica, y entrar en un compás de espera. ¿Qué tipo de espera? La de otra guerra futura, mientras los participantes restriñen las heridas, entierran a sus muertos, e intentan la reconstrucción parcial de un país destruido[3].
En esa espera desesperanzada me atrevo a esbozar algunas de las consecuencias geopolíticas de mediano plazo, siguiendo un hilo interpretativo que permita ver lo que está detrás del fragor cotidiano. El hilo interpretativo que propongo obedece a un sabio dicho popular en los Estados Unidos –país comercial por excelencia— cuando nos enfrentamos a un asunto turbio o misterioso: Follow the money. Al seguir el hilo del dinero, y a propósito de las sanciones que el mundo occidental, y sobre todo los Estados Unidos, aplicaron, llegamos sin mayor dificultad a la sanción mayor, que es mucho mas severa que todas las aplicadas hasta el presente, y cuya gravedad sorprendió a los gestores de poder de todas partes –aun a banqueros y financistas dentro de los Estados Unidos. Es nada mas y nada menos que el bloqueo de las reservas del Banco Central de Rusia. Es efectivamente una captura. El gobierno norteamericano pudo hacerlo de un plumazo porque muchos fondos rusos capturados estaban, como los de la mayoría de países, en dólares. En su actual fase de declino como superpotencia, los EEUU cuentan con un arma devastadora, mas silenciosa pero tan contundente como un arma nuclear.
Cuando yo vivía en Francia, el entonces presidente de la República Valery Giscard d’Estaing (liberal de centro-derecha), en referencia al uso mundial del dólar como única moneda fuerte de reserva, acuñó una frase que se hizo famosa: “Es un privilegio exorbitante.” En ese entonces el privilegio era no sólo exorbitante, sino también inamovible. Era la piedra de toque del orden internacional, diseñado y dirigido por los Estados Unidos desde los acuerdos de Bretton Woods, donde surgieron el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. Quienes no podían usar el dólar estaban incapacitados de participar en el comercio internacional, contraer prestamos, captar inversiones, etc. El dólar norteamericano era el lubricante fundamental del sistema y también podía usarse como medida disciplinaria cuando se prohibía su uso o acumulación, en general aplicada a países menores. Era al mismo tiempo un medio indispensable de intercambio y un arma disuasiva en el ámbito occidental.
Conviene aquí aclarar que el poder de una arma disuasiva reside en su capacidad de intimidación, es decir como amenaza. Su uso repetido o total como arma de agresión (sobre todo contra una potencia mayor) es capaz de producir un desorden fenomenal.
Según el Financial Times, la reserva en moneda extranjera de los principales países es la siguiente, en orden de importancia:
- China
- Japón
- Suiza
- India
- Taiwán
- Hong Kong
- Rusia[4]
- Corea del Sur
- Arabia Saudita
- Singapur
- Unión Europea
- EEUU
El temor a posibles sanciones similares a las que hoy se aplican a Rusia, conducirá por parte de otros países a buscar proteger sus reservas fuera del área del dólar, lo que eventualmente conducirá a otras monedas –el yuan, el euro, y las criptomonedas—a postularse como alternativas al orden disciplinario de los Estados Unidos. No sucederá en el futuro inmediato, pero sí irá perfilándose a medida que el orden de Bretton Woods se fragmente en grandes bloques rivales, con China llevando la delantera.
Hoy en día, el poder de las sanciones contra Rusia se basa en el dominio del dólar norteamericano, que es la moneda preferida en el comercio internacional, en la transacciones financieras, y en las reservas de los bancos centrales. Sin embargo, al militarizar el dólar como se ha hecho en los últimos meses, los Estados Unidos y sus aliados se arriesgan a provocar un rebote geopolítico que puede mermar la propia influencia y podría romper el sistema financiero global en bloques rivales. Tal ruptura dejaría a todos mal parados.
Las grandes guerras[5] tienden a deshacer el dominio de ciertas monedas y anuncian un cambio fundamental en el sistema financiero internacional. La militarización de la finanza acelera los planes de China, que no oculta su deseo de utilizar su propia moneda como centro de un sistema alternativo. Beijing considera que el dólar es la otra cara del dominio norteamericano de los mares: un arma tan fuerte como su poderosa armada. Los líderes chinos han llegado a la conclusión de que al romper la propias reglas del juego con Rusia, los norteamericanos han cambiado las reglas para todos. Al pasar de la disuasión a la agresión financiera abierta están cambiando las finanzas del mundo para siempre.
[1] Para los interesados puedo pasar la grabacion por email: [email protected]
[2] Cabe preguntarse si tal “Finlandizacion” de Ucrania no pudo acaso haberse logrado sin tanto derramamiento de sangre, con la consecución de los arreglos de Minsk, que fueron torpedeados por varias partes. La futura “finlandización” será mas dolorosa. Por otra parte, el temor a una posible “ucranizacion” conducirá a Finlandia a incorporarse a la OTAN.
[3] La situación no es novedosa. Recordemos que el tratado de Versalles, que selló el fin de la Primera Guerra Mundial, no hizo mas que preparar la Segunda.
[4] Según un informe del Banco de Rusia, una cuarta parte de sus reservas internacionales se encuentra en Francia, Alemania y Austria. El total de los depósitos en euros se sitúa en torno al 32%, la mayor proporción que en cualquier otra denominación. Aunque el informe no especifica la ubicación de un 10% de las reservas, sí indica que el 5% está en manos de instituciones financieras internacionales, tales como el Fondo Monetario Internacional y el Banco de Pagos Internacionales.
Los países de la Unión Europea, junto con el Reino Unido, Estados Unidos y Canadá, se movilizaron para congelar los activos bajo su jurisdicción asociados al Banco de Rusia y ciudadanos rusos. A ellos se les suman Suiza, cuyo gobierno anunció la adopción del mismo paquete de restricciones que sus vecinos de la UE, y Japón, que también decidió congelar los fondos de algunos bancos rusos –incluido el banco central– y restringir las exportaciones a ese país. Todo eso por presión de los EEUU. No sabemos cuanto tiempo durará esta hegemonía.
[5] No nos engañemos: el conflicto en Ucrania se ha transformado en una guerra mayor.
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