Las guerras, y la reconfiguración de fuerzas que ellas comportan, tienen en general y por causa común, un error de cálculo.
La historia la hacen con frecuencia quienes piensan en otra cosa. El resultado se sabe después, cuando ya es tarde para deshacer entuertos. La sabiduría geopolítica es con frecuencia un arte retrospectivo. Algo así quiso decir Hegel cuando sostuvo, en forma sibilina, que “el búho de Minerva alza vuelo al atardecer.” A veces, los gauchos dicen, “el tiro sale por la culata,” expresión popular que significa que algo no sale con el resultado esperado o el resultado es totalmente contrario al esperado.
Cuando era niño me llevaban al campo. Allí me cuidaban las comadres. Una de ellas, a quien cariñosamente llamaba yo “Pacha mama,” me enseñó dos dichos. Me quedaron grabados. “Mira mijito: Dios los cría y ellos se juntan,” decía; y a veces agregaba: “Nunca falta un roto para un descosido.”
En el campo de la geopolítica, es corriente hablar de intereses, relaciones, y estrategias –todo coherente y muy limpito. Es mas raro encontrar referencias a errores, desmanes y desastres. Sin embargo, estos suceden con tanta o mas frecuencia que la de los planes mejor concebidos.
Por suerte en la bibliografía hay excepciones. El historiador Niall Ferguson, en un sesudo tomo sobre la Gran Guerra (luego llamada Primera Guerra Mundial), declara que esa contienda –productora de por lo menos 10 millones de muertos— fue, mas que trágica, ‘lastimosa’ (en inglés piteous): “nada menos que el mas grande error de la historia moderna” (Ferguson, The Pity of War, pp.447, 462).
Si la Gran Guerra fue un error, entonces pudo haber sido evitada. Aquí entramos en el campo de una historia imaginada y contra fáctica, de lo que pudo ser y no fue. La mayoría de los historiadores son reacios a tal ejercicio de la imaginación porque, por definición, no hay documentos que la comprueben. Sin embargo, es posible afirmar que hay otras pruebas. Estas no provienen de archivos polvorientos, sino de un análisis del campo de relaciones, de la estructura social y de sus tendencias. En el campo de la sociología histórica y comparada, el ejercicio es perfectamente legítimo y tiene antecedentes impecables. Ya Max Weber lo practicaba en su referencia a las consecuencias reales y posibles de la clásica batalla de Maratón. En la batalla de Maratón se impusieron los griegos a los persas. Según Weber, entender la trascendencia de este suceso requiere, sobre la base de los conocimientos disponibles, plantear la posibilidad objetiva de cómo podrían haber transcurrido las acciones si hubiesen vencido los persas.
Imaginemos otras situaciones, mucho mas cercanas que los 25 siglos que nos separan de la remota antigüedad. ¿Qué hubiese sucedido si dos presidentes norteamericanos (Kennedy y Johnson) hubiesen adoptado los consejos del General De Gaulle sobre Indochina? De Gaulle sostenía, con toda razón, que la campaña de unificación de Vietnam a cargo de Ho Chi Minh era, mas que un avance del “comunismo internacional” una lucha nacionalista y anticolonial de un país que fue tradicionalmente mas enemigo de China que de los Estados Unidos. Hubiesen evitado una guerra costosa y desastrosa que terminó –después de incontables sufrimientos por ambas partes—en el triunfo de Vietnam del Norte y en una alianza entre Vietnam y su archirrival, China. Una mala lectura geopolítica –manipulada por espurios intereses—resultó en la unión de los contrarios y en una pésima secuela tanto interna como internacional para los propios intereses norteamericanos.
¿Qué hubiese sido el destino del Sudeste asiático sin la guerra de Vietnam? Podemos multiplicar preguntas como estas y dibujar varios escenarios contra fácticos. Sería un ejercicio infinito que llegaría al delirio y la locura. En esta nota me limitaré a un solo ejemplo –el de Medio Oriente, hoy foco mundial de inestabilidad y violencia—y a una sola de las varias conclusiones posibles, a saber “la colaboración de los contrarios” –en lenguaje campestre, la unión de “rotos con descosidos.”
Algo parecido sucedió con la intervención norteamericana en Iraq. El fracaso de esta aventura produjo el refuerzo estratégico de Irán y además, el surgimiento actual del Estado Islámico (ISI, ISIS, ISIL o DAESH entre otros nombres que lleva), que hoy desequilibra a toda una región, en pos de un trasnochado califato. Una dotación bastante pequeña de extremistas ha sido capaz de tomar un importante territorio de Siria y de Iraq en tiempo récord, porque la población sunita los considera un vehículo eficaz para revivir el nacionalismo sunita y resistir la opresión chiita. Por el momento, el resultado perverso es una alianza tácita de los Estados Unidos con los regímenes sirio e iraní, hasta ayer sus enemigos. ¡Valga tamaño error, nada menos que en un momento de retracción en la capacidad norteamericana de imponer su voluntad como superpotencia supérstite en el escenario mundial!
Hoy la chance de recomponer el tablero geopolítico de Medio Oriente es mas remota que en vísperas de la invasión norteamericana del 2003. En este caso se verifica la sumatoria de dos errores. Como consecuencia de tal composición de errores, fuerzas anárquicas están recomponiendo el mapa de los países de la región. Para continuar con la expresión campestre al inicio de esta nota, los Estados Unidos se ven desubicados y desorientados, “como perro en cancha e’ bochas.”
El corolario es claro: no existe poder de fuego, por grande que sea, capaz de compensar un grave error de apreciación. Como consecuencia, la responsabilidad de sanar los platos rotos hoy cae en los hombros de actores locales, cada uno de los cuales tiene debilidades insalvables, aunque a corto plazo aprovechen del desorden. Para seguir con nuestras expresiones campechanas, “a río revuelto, ganancia de pescadores.” Pero cada uno de esos “pescadores” (Rusia, los emiratos, Arabia Saudita, Israel y Turquía, para nombrar algunos) se ve bastante maltrecho y con déficit de legitimidad. “Rotos y descosidos” se pelean entre sí, o entran en alianzas circunstanciales y espurias. Tardará mucho en nacer, si es que nace, un orden regional mas justo y equitativo.
Entretanto, en el lejano oriente, surge una nueva configuración de poder planetario, que se avecina, lenta pero segura, como ya lo atisban quienes ven mas claro, entre ellos el anciano pero siempre lúcido Henry Kissinger en su último libro, El Orden Mundial (World Order, 2014). Sólo nos resta decir, con el gaucho, “agarrate Catalina, que vamos a galopar.”
Opinion Sur



