Se supone que quienes impulsan la perspectiva de preservar el status quo ajustando tan sólo sus efectos no deseados debieran ser los favorecidos con la situación presente mientras que, en cambio, los afectados serían los que propondrían su transformación. Esto, sin embargo, es sólo parcialmente verdad. Ocurre que ambos espacios no son homogéneos sino que al interior de cada uno coexisten diversos intereses, necesidades, perspectivas, ideologías, creencias y emociones. De ahí que, además de navegar con habilidad el presente para encarar situaciones que reclaman inmediata acción, resulte de crítica importancia generar pensamiento estratégico que ayude a reconocer y construir un mejor rumbo.Hay quienes piensan que la situación presente puede continuar funcionando como hasta ahora y que para abatir la pobreza y la desigualdad sólo se requiere crecer y, más allá del tipo de crecimiento, complementar con efectivas políticas “sociales”. Es, por cierto, una forma de percibir la realidad y de diagnosticar dos de sus más graves problemas. Esa mirada implica aceptar que el rumbo y la forma de funcionar son esencialmente correctos y que los efectos no deseados pueden corregirse sin revisar la dirección y la naturaleza del desarrollo nacional y global.
Otros pensamos que es necesario ajustar el rumbo y la forma de funcionar para generar un vigoroso desarrollo sustentable y, en esa trayectoria, transformar una acumulación que tiende a una acentuada concentración, acrecienta desigualdad, reproduce pobreza, compromete seriamente el medio ambiente, vuelca la población hacia un consumismo irresponsable y nos aleja de las búsquedas de significación existencial. Encarar tamaños desafíos exige mucho más que programas especiales para corregir efectos no deseados: implica realinear la política macroeconómica de modo de generar desarrollo sustentable, promover comportamientos mesoeconómicos responsables por parte de las empresas líderes de cadenas productivas, y establecer un efectivo sistema de apoyo a la base del aparato productivo que permita el fortalecimiento de los pequeños productores. Opinión Sur ha venido desarrollando este enfoque en numerosas publicaciones que pueden consultarse en su sitio [www.opinionsur.org.ar->http://www.opinionsur.org.ar] .
En principio se supone que quienes impulsan la perspectiva de preservar el status quo ajustando los efectos no deseados debieran ser los favorecidos con la situación presente mientras que, en cambio, los afectados serían los que propondrían su transformación. Esto, sin embargo, es sólo parcialmente verdad.
Es cierto que muchos de quienes se favorecen con el orden prevaleciente militan para sostenerlo y asegurar que se reproduzca de modo de no ver peligrar sus privilegios; pero también existen personas y organizaciones de sectores privilegiados más visionarias, o que defienden mejor sus intereses de mediano y largo plazo, que proponen cambios de rumbo atentos a que la trayectoria sistémica no conduce a un desarrollo sustentable y viene preñada de inestabilidad, de conflictos, de inseguridad social y ambiental.
De igual modo, no todos los afectados por el rumbo y forma de funcionar prevaleciente militan por su transformación. Sea por desinformación, desconocimiento o impotencia que están asociados a la extrema precariedad y dispersión en que se desenvuelven, sea por la manipulación de que son objeto, no son pocos los sectores golpeados por la pobreza y la desigualdad que, de una forma u otra, contribuyen a sostener la dinámica económica que les perjudica. No es un dato menor que el sistema de valores y normas que orientan nuestro accionar haya sido establecido con fuerte influencia de los sectores beneficiados por el funcionamiento sistémico que, por su peso económico, social y político, tienen mayor acceso a la dirigencia política, a los poderes del Estado, a la administración de justicia, a los medios de comunicación, a los establecimientos educativos, a las usinas de pensamiento estratégico y a otros formadores de leyes, actitudes y opiniones.
Es decir, si bien es posible diferenciar quienes se benefician y quienes se perjudican con el actual estado de cosas, esa divisoria de aguas no termina siendo evidente para muchos sectores poblacionales. Ocurre que ambos espacios (beneficiados y perjudicados) no son homogéneos sino que al interior de cada uno coexisten diversos intereses, necesidades, perspectivas, ideologías, creencias y emociones. En ese complejo y dinámico universo los sectores organizados en movimientos políticos, sociales, ambientales, gremiales, corporativos, grupos mediáticos, estudiantiles, así como individuos independientes, juegan sus influencias a través de pugnas, de construir acuerdos, de imponer engaños, de conformar coaliciones –algunas efímeras, otras duraderas. Es un proceso que se da en varias dimensiones y donde confluyen múltiples relaciones, confrontaciones, fuerzas, ideas, motivaciones, todas las cuales cambian con el tiempo a medida que evolucionan las circunstancias.
En ese contexto, la reflexión y el esclarecimiento quedan con frecuencia acorralados; pesan fuerte el disimulo, la confusión y la desorientación. Frente a ello no cabe sino un permanente esfuerzo por analizar la evolución de los procesos, desentrañar el sentido e impacto de las medidas que se toman y, muy especialmente, generar pensamiento estratégico. Es fundamental navegar con habilidad el presente para encarar situaciones que reclaman inmediata acción pero labrar un mediano plazo promisorio que nos incluya a todos exigirá proveerse del pensamiento y el herramental adecuado que posibiliten reconocer y construir un mejor rumbo. Sin ello y con brújulas herrumbradas será difícil avanzar hacia trayectorias de desarrollo sustentable y, menos aun, alinear intereses que permitan no sólo promover esa senda sino también preservarla.
Opinion Sur



