¿Cómo llegar a Dinamarca?

Nuestro mundo está en plena transición, y no precisamente hacia un mundo mejor. En las páginas de Opinión Sur hemos delineado las causas de la actual inestabilidad geopolítica. Del equilibrio bipolar y termonuclear de la guerra fría se pasó por un breve periodo a la hegemonía de la única superpotencia supérstite, que desaprovechó el momento y cometió errores estratégicos con secuelas trágicas. Hoy en pleno retroceso por parte de esa superpotencia, no ha surgido un reemplazante en el dominio mundial. El resultado es un mundo multipolar, asimétrico, agresivo, con insurgencias violentas de países y regiones otrora rezagados o reprimidos. Estamos por lo tanto en puertas de una conflagración descontrolada, cuyo paragón mas reciente en la historia humana es el que precedió a la Primera Guerra Mundial –precisamente en el centenario de aquel desastre. Es de esperar que el 2014 no repita la catástrofe de 1914.Como antídoto de tal pesimismo centenario, propongo en esta nota un ejercicio esperanzado y utópico, que es imaginar un cuadro geopolítico racional y deseable para el siglo 21. Por lo tanto, propongo esta pregunta: ¿cómo llegar a Dinamarca?

No es que haya perdido mis cabales y sea incapaz de comprar un boleto de avión. Es mas, hace dos meses volví a visitar a Dinamarca, esta vez para tomar el timón de un velero y recorrer y sus costas, visitando puertos y granjas, comunidades autosuficientes en energía, mansiones antiguas, molinos de vientos muy modernos, casas y museos. Pude reencontrarme con amigos daneses y practicar la camaradería sonriente de ese país excepcional.

Mi pregunta no es banal. Tampoco es original. La formuló con anterioridad el politólogo Francis Fukuyama en su libro Los orígenes del orden político. Para muchos cientistas sociales, Dinamarca es un lugar mítico que posee buenas instituciones políticas y económicas. Es estable, democrático, pacifico, próspero, inclusivo, con niveles muy bajos de corrupción y desigualdad. ¡Que bueno sería, exclamaba Fukuyama, encontrar una fórmula para transformar a Somalia, Haití, Nigeria, Iraq o Afganistán en algo parecido a Dinamarca!

En todos los continentes hay países que, de alguna manera, se acercan a esta mítica Dinamarca. Nombraré algunos. En el extremo oriente podríamos citar a Singapur. En América Latina a Costa Rica y Uruguay, en Europa a Suiza (amen de los países nórdicos), en África a Botsuana, en el Pacifico Sur a Nueva Zelanda. La lista no es exhaustiva (nótese que no he nombrado al Medio Oriente). Cada uno de los países citados adolece de vicios y fallas, y algunos de un pasado problemático. Pero observemos los rasgos comunes que los acercan en la clasificación.

– Son todos países pequeños.
– Están al margen de los grandes conflictos.
– Ninguno es perfecto pero todos ellos se dicen perfectibles.
– Tienen economías mixtas. Mezclan estado y mercado en variada combinación.
– No le temen ni al socialismo ni al capitalismo y adoptan políticas de ambos sistemas.
– Son solidarios pero dejan espacio a la iniciativa individual.
– Son igualitarios pero premian el éxito de algunos sin ignorar a los mas necesitados.
– Son en general tolerantes en materia de valores, ideologías y religión, pero toleran poco a los intolerantes.
– Son socialmente homogéneos y aceptan la diversidad dentro de un marco de integración.
– Combinan la flexibilidad laboral con la seguridad social.
– Rechazan el uso de la fuerza armada y prefieren la negociación.
– No les asusta rendir parte de su soberanía a favor de instituciones públicas regionales y mundiales.
– En política exterior son pacíficos y pragmáticos.
– Son capaces de autocritica publica y colectiva y reacios a señalar y culpar.
– Es difícil encontrar en ellos odio o resentimiento o movilizaciones patrioteras como sustituto de un sano orgullo nacional.
– Tienen poca corrupción.

Al subir en la escala, primero hacia países de tamaño intermedio, y luego a las grandes potencias territoriales, van desapareciendo uno tras otro los rasgos que he enumerado. Propongo al lector un ejercicio geopolítico difícil: ¿cómo adaptar cada rasgo citado a un aumento de tamaño, poder, y complejidad? En el fondo son los temas clásicos de la ciencia política y de la sociología. Mas aun, en este ejercicio pasamos de una lógica linear y “normal” a una lógica paradojal (algunos la llaman dialéctica).

Guerra y Paz: De la Pax Romana a la Pax Americana

Roma imperial no fue ciertamente democrática, pero en su época garantizó un cierto tipo de paz. Paradójicamente, la famosa pax romana se basó en la conquista militar, al pacificar por la fuerza un enorme territorio anteriormente asolado por múltiples conflictos violentos. Los romanos resumieron esta paradoja en la expresión si vis pacem para bellum.

El eventual colapso del imperio, que inauguró la Edad Media, se caracterizó por una regresión de la civilización occidental a una multiplicidad de localismos guerreros. Sólo la consolidación de los estados en la primera modernidad puso fin a esa violencia distribuida por doquier, a ese vivir riesgoso y cruel para grandes sectores de la población.

Los estados establecieron la paz dentro de sus respectivas fronteras, y expulsaron la violencia hacia fuera, es decir, contra otros estados. Esa lógica se dió tanto en Oriente como en Occidente, tanto en el Norte como en el Sur. Así surgió la guerra moderna: paz interior y violencia externa. La lógica paradojal, que fue demostrada magistralmente por Tomas Hobbes, culminó en el siglo 20 con dos guerras mundiales y finalmente con el equilibrio de terror de la Guerra Fría. El temor al suicidio nacional y a la destrucción total de la civilización garantizó paradójicamente un periodo de estabilidad.

La globalización actual que sucedió a la Guerra Fría ha traído, también en forma paradójica, una mayor interpenetración de naciones y culturas, pero al mismo tiempo una creciente desigualdad, una desintegración política de bloques en regionalismos, tribalismos, terrorismos y una creciente anarquía armada, que ha hecho caer a grandes sectores de la población mundial en nuevas guerras de todos contra todos.

Ya en plena Primera Guerra Mundial, el filósofo y matemático Bertrand Russell sostenía que la única solución a la guerra entre estados o la violencia anárquica para-estatal era un gobierno mundial con monopolio de la violencia y una fuerza armada propia muy superior al armamento de los estados. Russell no hizo mas que llevar la lógica de la formación de los estados –la lógica del Leviatán de Hobbes– a una escala planetaria, es decir a un súper-estado que debería imponer una pax universalis. Estamos todavía muy lejos de esa solución, aunque hay poderosas corrientes tecnológicas, económicas y de comunicación que la acercan, a pesar del caos de la transición.

Por el momento, la Pax Americana ha llegado a su fin. La nueva situación geopolítica se perfila tripartita. Las tres potencias de cuyo equilibrio hoy depende la paz mundial son los EE UU, China, y Rusia. (Europa ha dejado de ser un actor mayor.) Si las tres potencias colaboran entre si con sentido común y de responsabilidad tendremos cierta estabilidad. Si se dejan tentar por el aventurerismo o la dura afirmación nacional tendremos un nuevo conflicto mundial en el que, lejos de colaborar para contener las regiones anárquicas, cada potencia las utilizará y azuzará en pos de objetivos mas mezquinos.

Ideología y Religión

Las grandes ideologías del siglo 20 han caducado. El socialismo de estado fracasó y el liberalismo capitalista entró en bancarrota financiera y moral. Por un momento pudimos esperar que a ese ocaso sucediera un espíritu de compromiso y un pragmatismo sensato. Por el momento no hay tal. La gran desigualdad promovida por la actual globalización ha creado un vacío no sólo de poder sino también de ideas, que esta siendo invadido por distintas formas del extremismo y del fundamentalismo, tanto laico como religioso. Esos fundamentalismos tienen un denominador común: la cruel fantasía de obtener la pureza moral, étnica, o religiosa, cuyo resultado en la historia humana ha sido la crueldad y la persecución, como lo demostró el gran sociólogo Barrington Moore Jr. en su libro póstumo Pureza moral y persecución en la historia. El único antídoto contra este veneno ideológico es el diálogo entre las grandes religiones, la reconciliación de ideologías perimidas, el acercamiento entre la razón y la fe como dos grandes experiencias de la humanidad, y el compromiso general con la igualdad, la integración social, y la reducción de la pobreza. No habrá paz sin dignidad inclusiva y tolerancia entre distintos modos de vida.

Los Primeros Pasos Hacia un Mundo Mejor

En medio del fragor y la confusión difundidos por los masivos pero generalmente lamentables medios de comunicación, se perfilan otras actitudes, a las que suscribimos en esta publicación, en la convicción de que no estamos solos, sino en buena compañía. Pensemos pues en los siguientes pasos, que ya muchos están dando:

– Imaginar una nueva economía.
– Atacar las causas de la desigualdad.
– Fortalecer a las instituciones internacionales independientes.
– Crear órganos de justicia independientes dentro y entre las naciones.
– Potenciar la transparencia de la información social, económica y estratégica.
– Disminuir, a través de políticas publicas internacionales, la distribución del comercialismo y del entretenimiento baratos, formas actuales del antiguo “pan y circo” romanos.
– Promover el control inter-estatal del desenfreno financiero.
– Re-orientar la animosidad entre grupos y naciones hacia los verdaderos enemigos comunes: enfermedad, desigualdad extrema, miseria, corrupción, trafico humano, y destrucción del medio ambiente.

Los movimientos sociales y de opinión que llevan estas banderas ( y otras afines) son y serán los verdaderos profetas primero y artífices después, de un mundo distinto que no será ni glorioso ni orgulloso, sino simple y humildemente mejor.

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