La lógica de la dominación concentradora

La dominación de poderosas minorías sobre grandes mayorías procura apropiar riqueza que no les pertenece y ejercer al máximo posible la capacidad de tomar las principales decisiones. ¿Qué rasgos presenta esta lógica de dominación?

Este proceso de dominación genera una nefasta dinámica concentradora de riqueza y decisiones a expensa de enormes segmentos poblacionales. Se consagra una cascada de apropiaciones con una cúspide global que se proyecta a nivel nacional y local. Ciclo tras ciclo crece la opulencia de pocos y la miseria de muchos.

 Quienes dominan imponen una sesgada comprensión de lo que sucede manipulando a la opinión pública y reprimen a los que resisten la opresión. Se apoyan en una lógica de la dominación desarrollada alrededor de una realidad inventada. Adoptan una cobertura ideológica que les sirve para favorecer sus intereses que enmascaran porque no pueden ser defendidos abiertamente.

La cobertura ideológica se sostiene en una construcción teórica que, como toda teoría, incluye ciertas hipótesis rigurosamente formuladas, aunque desconectadas de hechos que hacen a la realidad, escogen también ciertas variables que definen como las más relevantes e identifican las relaciones que las vinculan para extraer de esas interacciones consecuencias. Basados en ese marco teórico proponen políticas y medidas para encarar problemas reales que no llegan a resolver. Lo que sí logran es preservar los intereses y privilegios de grupos dominantes.

Una extensa bibliografía de artículos y libros procura dar credibilidad a esas teorías sin explicitar que su utilidad está estrechamente condicionada por la naturaleza de sus hipótesis y por el tipo de variables que incluyen en su análisis y, lo más grave, por la cantidad de otras significativas variables que dejan fuera de su marco analítico. Un ejemplo ayuda a comprender este punto.

Los dominadores explican la existencia de una alta inflación concentrándose en un mayor factor, la emisión monetaria. La emisión monetaria como generadora de inflación surge de su marco analítico y, para ellos, va asociada a cuentas fiscales desbordadas en serios déficits fiscales. Y siguiendo con su limitado y sesgado marco analítico predican que se reduce la inflación a través de reducir partidas de inversión social y productiva que “abultan” los presupuestos del Estado. Es la típica solución del ajuste social sin tocar los privilegios de quienes concentran la riqueza. Otros marcos analíticos señalan varias inconsistencias a esa perspectiva ortodoxa.

Por de pronto, un déficit fiscal puede resolverse sin afectar la inversión social sino aumentando la ínfima contribución tributaria de los grupos que concentran la riqueza. Esto puede lograrse con un mayor impuesto a las grandes fortunas y atacando con firmeza la evasión y la elusión tributaria que esos grupos practican derivando en una enorme y constante fuga de capitales mal habidos al exterior. Constituye un inmenso drenaje de recursos que debilita la economía nacional. Por cierto, adoptar esta perspectiva implica enfrentar a los poderosos para que se sometan a normativas de equidad social.

Además, para hacer sustentable esta perspectiva transformadora es necesario tomar otras importantes decisiones. Entre otras, establecer estructuras impositivas progresivas en función de la riqueza de cada contribuyente, eliminar subsidios no justificables en favor de grupos concentrados, democratizar los medios de comunicación y el sistema judicial hoy utilizados para manipular la opinión pública y asegurar impunidad a los apropiadores.

Estas medidas surgen de utilizar otro marco analítico bien diferente al ortodoxo, siendo que ambas perspectivas se refieren a la misma realidad. La ausencia de variables significativas en el análisis ortodoxo le quita credibilidad porque, al hacerlo, se evidencia su principal propósito que es proteger a quienes dominan. La perspectiva heterodoxa se acerca mucho más a lo que sucede en la realidad y, si bien aborda desigualdades y privilegios, deja un trecho abierto sin la debida profundidad a cambiar el poder que impone y obliga. Un poder siempre relacional, de unos sectores frente a otros.    

En fin, más allá de este demoledor ejemplo sobre la ineficacia e inutilidad de las perspectivas ortodoxas, lo que importa es desentrañar la lógica de la dominación. Quienes dominan se han apropiado de nódulos fundantes del proceso democrático, corporaciones oligopólicas, medios hegemónicos y sectores claves de la justicia y la política. Toca desmontar el cerrojo económico, informativo e interpretativo, tal como hacen especialistas en ciencias y economía políticas, un maridaje con tremendo potencial esclarecedor. En la base de un cambio de rumbo está erigir una coalición política amplia y sustentable con liderazgos alejados de mezquindades, que sepan escuchar, sumar voluntades, con habilidad para alinear la diversidad de intereses que anidan en sectores medios y populares.

No es menor el desafío cuando se trata de destrabar energía social para remover un proceso concentrador de riqueza y decisiones que reprime pero también impone valores y actitudes para sostenerse.

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