El sometimiento económico no sustenta la democracia

Aunque cambien los gobiernos si no se desmonta el proceso concentrador de la riqueza y el poder decisional eliminando por completo la pobreza y la indigencia, no habrá sustento para una democracia plena.

El sometimiento consolida un país estructuralmente desigual, cargado de injusticias, abusos, inestabilidad social. Una minoría concentra la riqueza y su poder decisional, mientras sectores medios en retroceso y sectores populares, la inmensa mayoría poblacional, es manipulada y castigada. En esa heterogénea mayoría hay víctimas que apoyan a sus victimarios.

No es algo nuevo. La historia muestra que, vía democrática o dictatorial, poblaciones enteras apoyaron a victimarios o, cuando menos, le dieron paso atemorizadas. En todos esos casos hubo groseros engaños montados sobre recortes de la realidad presentados como si fueran verdades indiscutibles. Esos recortes, que reflejan desinformación, están cargados de odio y difamación a quienes resisten los abusos y el sometimiento.

Sesgados recortes de realidad

Usualmente los recortes de la realidad que los aventureros utilizan muestran la ineptitud de diferentes gobiernos para resolver graves problemas de desigualdad, pobreza e indigencia, lo cual es cierto. Sin embargo, ellos no abordan las causas que generaron esos problemas, tan sólo señalan otras causas, casi siempre secundarias, que les permite encubrir con una sesgada agenda la dinámica fundante de los hechos denunciados.

Este encubrimiento es funcional a los intereses de los dominadores porque enmascara lo que en verdad sucede y desliza la responsabilidad hacia los inefectivos gobiernos anteriores. Ni los dominadores ni tampoco los gobiernos que ellos pusieron o condicionaron lograron resolver lo que subleva a los sectores victimizados. 

Quienes resisten abusos de poder y sometimiento económico son perseguidos, difamados con falsa información y enjuiciados en causas amañadas por fiscales y jueces cómplices del poder abusador.

Aventureros en acción

El poder económico siempre actúa preservando sus intereses, esto es, apropiándose de valor que la sociedad genera. Si en ese derrotero necesitase cambiar de liderazgos, no les tiembla el pulso para hacer emerger figuras presentadas como “nuevo liderazgo”.  Cambian de fachada para asegurar que se mantengan políticas favorables a la concentración de la riqueza y del poder decisional. Se consideran dueños del país y así se comportan.

Se trata de un sagaz operativo político y cultural que reproduce ciclo tras ciclo el proceso concentrador, cada vez liderado por un aventurero poco conocido por la opinión pública. Quienes dominan conocen su trayectoria, tienen pruebas de conductas anteriores non santas y saben cómo usarlas si su peón se desviase de proteger sus intereses. Moldean su imagen para atraer a los que descreen de todos los políticos.

El nuevo líder irrumpe con un pasado encubierto de modo de no tener que responder por nada de lo sucedido. No necesita justificar con hechos y realidades lo que propone, su estrategia focaliza en movilizar emociones de furia y odio hacia los que señala responsables del despojo y la desesperanza.

Es una trampa sostenida con la complicidad de las trincheras mediáticas y judiciales que el poder económico mantiene férreamente bajo control. De este modo el aventurero convertido en nuevo liderazgo dispone de amplia cobertura en medios hegemónicos y redes sociales que le permite hacerse escuchar en todos los rincones de la desventurada sociedad. Vocifera a los gritos con impostados ademanes que despiertan a masas descreídas, segmentos poblaciones nunca o poco escuchados que se abrazan a una infundada esperanza. Con la impunidad que le es concedida, el aventurero puede mezclar barbaridades de políticas públicas con evocaciones de venganzas y sentidas reparaciones. Esto atonta el entendimiento de fervorosos seguidores.

Si ese nuevo liderazgo asume el control del gobierno y pone en marcha su propuesta, se inicia un nuevo ciclo de sometimiento económico y cultural. El contexto cambia para peor con otra vez encubierta defensa de los intereses dominantes.

Encarar el atropello

Ante ese contexto enrarecido con frustraciones de sectores cargados de dolor e indignación por nunca ser escuchados, las víctimas desorientadas se vuelcan a lo que creen diferente ya que lo de siempre asfixia.  Es fácil engañar a un pueblo que sufre y huye de discursos tantas veces repetidos. Se abrazan a nuevos cantos de sirena; en la desesperanza vale creer en las mentiras; importantes segmentos caen sin defensa al grito de otro falso mesías.   

Remolinos emocionales son difíciles de contener y menos aún de canalizar para desmontar lo que oprime. Una transformación de fondo requiere esclarecimiento y organización social que no brota instantánea. Es un trabajo que avanza con medidas y confianza. Medidas concretas que encaren verdades y devuelvan la confianza. En esa marcha, no al margen de ella, ayudan voces que empatizan explicando lo que se hace, desenmascarando intereses que se enfrentan. Es una forma de abrir rumbos con pasos concretos, esperanzadores, sin tapujos, claro y sencillo.  Con medidas que van desmontando uno a uno los motores de la concentración se cumple el ansiado mandato popular, los representantes cumplen, los representados convalidan. Ahí la base de sustento en la unión de sectores medios y populares.

Esa unión debiera plasmarse en una potente coalición política, que sume diversidad y sepa alinear intereses, necesidades y anhelos. Que gane electoralmente y gestione con prudencia y firmeza el cambio de rumbo y una forma de funcionar que incluya y cuide a todos, respete a la Madre Tierra donde desde siempre los pueblos se han cobijado.    

Esa marcha no va preñada de engaños y abusos, se redistribuyen ingresos, se reducen infames desigualdades, grandes patrimonios aportan el financiamiento necesario para materializar las transformaciones. No es un sueño sino una utopía referencial que guía la trayectoria y corrige sobre la marcha eventuales desvíos. Se construye sin estridencias y mentiras, uniendo manos no puños. La vara que usa la población mide que cada avance reduzca con toda la urgencia del caso la pobreza y la indigencia. Es el esfuerzo masivo y consistente que convoca y, entonces sí, hace de sustento continuo de una democracia plena.

Es un desafío complejo, duro para encarar, que exige determinación. Construir democracias plenas no llega por concesión de nadie, se conquistan con arduo trabajo, esclarecimiento y organización. Alineando con habilidad y justicia intereses, necesidades y anhelos compartidos, uniendo sabiduría y experiencia, escuchando para integrar a todos. Ya no sirve lamentarse por episodios electorales rasgados por desorientaciones y manipulaciones. Toca en cambio erguirse, unir albedríos, comprender lo que se hace y cómo se avanza. Es construir con la potencia de una sociedad no más engañada, movilizada en su determinación.

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