Cuando deseamos un buen año a trabajadores, proveedores y clientes haríamos bien de referir ese anhelo a circunstancias concretas. Evitaríamos así hipocresías o reproducir un ritual vacío de contenidos. Ejemplificamos lo señalado utilizando el caso de los formadores de precios.Al desear un “buen año” podemos hacerlo como un ritual vacío de contenidos o como un anhelo sentido, afectuoso, reparador de injusticias y dolores. Somos pueblos e individuos diversos en historias, creencias, perspectivas, necesidades, emociones y, sin embargo, desde esa diversidad la inmensa mayoría anhela vivir en paz, eliminar lo que lastima y fortalecer sentires que ayuden a seguir construyendo un mejor mundo para todos. Ojala que esos anhelos de paz y buena voluntad broten despojados de hipocresías, de cinismo, de encubiertas segundas intenciones. Una forma de asegurar que así sea es explicitar los buenos deseos refiriéndolos a las circunstancias concretas en las que vivimos.
Saludos sin hipocresía
Expresar con sinceridad deseos de buen año a trabajadores, proveedores, clientes, a la comunidad en su conjunto, es un gesto de afectuosa convivencia. Me sumo a ese tradicional gesto haciendo votos para que quienes suelen ser ignorados y atraviesan difíciles circunstancias puedan este año ver mejorada su situación; que los buenos deseos no se esfumen con los días y permanezcan vivos en nosotros.
En toda sociedad existen canallas que lastiman sabiendo lo que hacen y no les importa. Otras personas lastiman con cierto sentido de culpa y procuran desviar la mirada de las consecuencias de sus conductas. Pero muchos más lastimamos sin advertirlo, probablemente por haber sido criados en una sociedad que asumimos es la única posible; sociedad que acepta como normal y legítimo procederes que, aunque ajustados a normativas vigentes, afectan negativamente las vidas de otras personas. Esto sucede porque esas normativas admiten o toleran espacios en los que germina la codicia, el egoísmo, el ninguneo de otros, condonando conductas abusivas para con los demás. En ese contexto, un sincero saludo corporativo al recibir el Nuevo Año haría bien en despejar cualquier sospecha de hipocresía explicitando su contribución al buen año que se les desea a trabajadores, proveedores y clientes.
El caso de los formadores de precios
Un ejemplo puede más que mil palabras. Escogemos el caso de los formadores de precios donde, al igual que en otras esferas de la vida, coexisten los que lastiman con plena consciencia de lo que hacen, los que procuran desconocer el impacto de su accionar y quienes, cegados por las prácticas o los valores predominantes, por desinformación, ignorancia o negligencia, no logran discernir los muy diferentes efectos que generan distintos tipos de proceder.
Los formadores de precios son empresas líderes de cadenas productivas, estos es, personas jurídicas. Sin embargo, quienes las conducen y toman las decisiones son personas, gerentes, directores y accionistas que también se reúnen con sus familias y hacen votos para un buen 2014. Saben perfectamente que el poder de mercado que detentan les posibilita fijar precios que luego sirven de referencia al resto de actores medianos y pequeños; precios que pueden corresponderse con su real estructura de costos a los que se agrega una cierta tasa de ganancia. Como en general se opera en mercados imperfectos las empresas líderes tienen la capacidad, si deseasen ejercerla, de obtener beneficios extraordinarios incrementando considerablemente su tasa de ganancia. Los beneficios extraordinarios no llegan de la vía láctea sino que se extraen de otros actores sociales con menor capacidad de defenderse que se ven forzados a ceder parte de sus propios ingresos o activos. En estos casos, el mecanismo de precios permite a los formadores de precios apropiarse de un valor que no generaron sino que pertenece a sus clientes, consumidores o usuarios, a sus proveedores y, a través de estos últimos,
a toda la cadena de valor que lideran.
Un buen 2014 para consumidores, usuarios y proveedores estará así estrechamente relacionado a que las empresas líderes de cadenas productivas decidan –o se vean forzadas- a no aplicar más a ultranza el criterio de maximizar ganancias a cualquier costo; criterio con el que sus directivos y propietarios fueron formados en Escuelas de Negocios y en la dura práctica corporativa. En lugar de extraer valor harían un mejor servicio a sí mismos y a los demás si en cambio explorasen cómo generar valor con nuevas inversiones e innovaciones organizativas y de procesos. Es posible y es tiempo de procurar obtener buenos resultados sin abusar de otros, compensando con justicia a los factores productivos que se utilizan, maximizando la reinversión de utilidades, asumiendo plena responsabilidad tributaria, mejorando productividades no a través de contener salarios o expulsar trabajadores sino con una buena gestión y un más acertado acceso a información de mercados y canales de distribución que permitan expandir ventas. Vale decir que, en lugar de congelar su capacidad de producción y especular con ajustes de precios que no hacen sino apropiarse de un valor que no generaron, además de promover tensiones inflacionarias, las empresas líderes podrían explorar mejores estrategias productivas y comerciales, como algunas lo hacen, de modo que su accionar sea un motor de desarrollo y contribuya a establecer bases permanentes para una constructiva convivencia social.
Hace parte de la responsabilidad meso-económica de las empresas líderes lograr que los efectos multiplicadores generados por su actividad puedan aprovecharse localmente favoreciendo, en particular, a pequeños y medianos emprendimientos de la comunidad y el país donde operan.
Esta forma no mezquina de accionar estaría además reconociendo y valorando lo que reciben de la sociedad las empresas líderes en materia de financiamiento, infraestructura productiva, formación de su fuerza laboral, servicios públicos y privados. Conductas corporativas que integren efectividad económica y social suscitan sinergias, apoyos mutuos, que contribuyen a establecer sendas de desarrollo inclusivo y no excluyente. Si bien políticas públicas y regulaciones son imprescindibles, también es crítico transformar valores, motivaciones y conductas del accionar corporativo.
Todo sistema económico requiere de eficientes empresas y emprendedores que sean capaces de organizar la producción y generar valor atendiendo oportunidades de satisfacer las necesidades de la población. Lo que no se necesita son especuladores dedicados a extraer el valor esforzadamente generado por otros. Actividades esencialmente parasitarias refuerzan la concentración económica y la desigualdad social que predominan en el mundo; son responsables de generar inestabilidad sistémica y enervar el funcionamiento democrático.
Con lo anterior en mente y más allá del ejemplo considerado, si en cada Año Nuevo explicitamos con honestidad los cambios que estamos dispuestos a realizar para mejor orientar nuestros procederes hacia el bienestar general y el cuidado ambiental, entonces sí habríamos agregado contenido y significación al deseo de un “buen año” para todos.
Opinion Sur



