Después de la crisis económica del 2008, el desempleo juvenil mundial va en camino a convertirse en un gran problema para los estados. Según la Organización Internacional de Trabajo (OIT) la falta de trabajo entre los jóvenes de 18 a 24 años alcanzará un record del 13% a fin de año. ¿Qué hacer con estos más de 80 millones de jóvenes en edad de trabajar que no consiguen empleo?

Ilustración: Bárbara Dana

Después de que la gran crisis financiera estallara, la clase media baja fue la más afectada y perjudicada. En el 2008, luego de que Wall Street se derrumbara y quedará casi agonizante, la economía mundial se vio forzada a tomar un nuevo rumbo. La solución inmediata y efectiva que muchas empresas privadas encontraron para el problema que se estaba gestando fue la reducción de su personal y la no renovación de contratos. Esta medida produjo un impacto altamente negativo en la economía y amplió el porcentaje de desempleados. ¿Los más afectados? Los jóvenes.

En 2009 desde la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) ya habían advertido que estaba naciendo una nueva generación a la que se denominó “Generation Neet (Not Employment, Education or Training”, (sin Empleo, sin Educación, sin Oficio), o como se la dio a conocer en español, la “Generación Ni-Ni”, la de aquellos que Ni trabajan, Ni estudian.

Los estudios en los países desarrollados demuestran que la juventud es más sensible al desempleo y a la pobreza. Pese a la recuperación, algunas empresas se ven forzadas a reducir su cantidad de horas trabajadas y en muchos casos sus salarios se ven disminuidos. Es por eso que desde la OIT se advierte que de permanecer ésta situación “el círculo de la pobreza laboral persistirá, al menos, otra generación”. Según el informe realizado por la OIT, titulado “Tendencias Mundiales de Empleo Juvenil 2010”, este escenario es desalentador y “hace que ya se hable de una generación perdida, caracterizada como un grupo de jóvenes desanimados que, después de una larga y frustrada búsqueda de empleo, se excluye del mercado laboral”.

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La situación de la Argentina

En la Argentina el escenario es preocupante. Uno de cada cuatro jóvenes de menos de 34 años está desocupado o quiere trabajar más horas. Según el Observatorio Social de la Universidad Católica Argentina (UCA), la mitad de los que están ocupados tienen un trabajo precario. La falta de competencia y de estudio calificado, y la poca capacitación son las principales dificultades que los jóvenes encuentran para conseguir empleos de buena calidad. Un informe realizado por la Sociedad de Estudios Laborales (SEL) muestra esas carencias: el 40% de los desocupados tienen menos de 25 años. Los trabajos más frecuentes en ese universo de informalidad son los operadores de call center, cadetes, recepcionistas, promotoras y repositores.

En la Argentina la desocupación golpea con más fuerza a los jóvenes, quienes tienen más probabilidades de perder el empleo o de trabajar en condiciones precarias. Las estadísticas oficiales del primer trimestre del 2010 marcan que el desempleo entre los menores de 29 años duplica al promedio general, entre las mujeres es del 20% y entre los varones del 11%.

La mayoría de los jóvenes desempleados provienen de hogares de escasos recursos, muchos de los cuales se encuentran en situación de pobreza. Son víctimas de un círculo vicioso de transmisión intergeneracional de la pobreza. Buena parte de esos chicos tienen que salir a buscar trabajo para ayudar a sus familias cuando aún no completaron sus estudios. Es ahí donde se crean los conflictos: como no tienen estudios, todo lo que consiguen es precario e inestable, y al menor desánimo, pasan a integrar el contingente de los que “no trabajan ni estudian”. Y el círculo empieza de nuevo.

Según la presidenta argentina Cristina Fernández de Kirchner la economía en 2010 empieza a mejorar. El nivel de desempleo para el segundo trimestre del año cayó al 7,9%, con una baja del 0,9% en comparación con el mismo período del año pasado. Uno de los sectores que más contribuyó a generar puestos de trabajos fue el de la construcción. Según datos del Instituto de Estadística y Registro de la Industria de la Construcción, en los primeros cinco meses se crearon 11.400 puestos.

Son buenas señales pero habrá que esperar un tiempo para ver si son del todo positivas. Lo real es que estamos saliendo más rápido del pozo que en otras crisis.

Señal de recuperación

Como consecuencia de la crisis, a lo largo de 2009 la tasa de desempleo aumentó del 7,5% a 8,4%, en América Latina y el Caribe. Dos millones de personas se quedaron sin trabajo en 2009 en la región, lo que elevó a 18 millones el número de desocupados.

Según la OIT, el 2009 dejó a 600 000 jóvenes más sin trabajo; sólo un 10% de ellos tienen un empleo estable. Cerca de 30 millones su actividad económica se desarrolla dentro de las actividades informales, con frecuencia con salarios menores al mínimo. Esta situación trae como contrapartida que tienen menos protección social, sin seguro de salud y ningún sistema de pensiones. Pero la cifra que más preocupa a la OIT es que uno de cada cinco jóvenes ha quedado totalmente excluido, fuera del sistema educativo y del mercado del trabajo.

En América Latina y el Caribe se estima que la tasa de desempleo aumentó de 7% en 2008 a 8,2% en 2009, lo cual representa cuatro millones más de personas sin trabajo.

En el 2010 se empezó a respirar un aire de recuperación. Desde la OIT señalaron que en esta región “el impacto positivo de políticas aplicadas por diversos gobiernos en muchos casos contribuyeron a contener los efectos de la crisis sobre el empleo”. “A diferencia de lo que sucedía antes, cuando se recurría inmediatamente al ajuste, en esta oportunidad se optó por políticas contracíclicas de expansión del gasto fiscal y a programas sociales”, estimaron desde la organización.

¿Y el primer mundo?

La crisis mundial iniciada en Wall Street ha tenido agudos impactos en los jóvenes. Las tasas de desempleo juvenil se han descontrolado. En Estados Unidos subieron del 11,1% en 2007 al 19,1% en 2009 casi duplicando la elevada tasa general.

Gracias al poder económico que tienen sus habitantes, muchos de los jóvenes con recursos se refugiaron en las universidades para continuar sus estudios elevando a cifras récords los aspirantes en las facultades. Pero muchos otros han quedado fuera de la escuela y el trabajo.

En Europa el desempleo juvenil creció en 4 millones entre 2007 y 2009, y es ahora de 15 millones: la media subió del 13,2% en 2007 al 18,4% en 2009. En diversos países supera el 25% de la población joven, entre ellos Eslovaquia, Hungría, Irlanda, Grecia, España e Italia. Y para eludir las protecciones legales aumentó el trabajo temporario, que tiene beneficios mucho menores para los jóvenes.

El número de chicos de entre 15 y 24 años que en los países ricos quieren trabajar pero no encuentran empleo pasó de 8,5 millones en 2008 a 11,4 millones en 2009, un aumento del 34,1%. «Es el mayor nivel de crecimiento del desempleo desde que recogemos los datos en 1991», afirmó Sara Elder, economista de la OIT.

En Gran Bretaña, por ejemplo, el 25% de los jóvenes carecen de motivación para buscar empleo e intentar integrarse en el mercado de trabajo, el mayor índice entre los países desarrollados. En España, ese número es del 10%.

Las economías desarrolladas, como las de la Unión Europea, adoptaron programas de protección e incentivo del empleo joven porque «el peligro ahora son las presiones para suprimirlos», asegura Elder.

¿Tiene solución?

La proyección de la organización señala para 2011 un leve descenso del desempleo juvenil, al 12,7%, todavía por encima de la desocupación adulta.

El reto de los estados en los próximos meses/años será la creación de puestos laborales, identificar el problema, encontrar las mejores soluciones y lo más importante, saber cómo implementarlas. Como dijo Jürgen Weller, experto de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), el escenario no está bien detallado, “no está claro si los jóvenes dejaron de buscar trabajo por las malas condiciones de empleo o porque lograron ser retenidos en los sistemas educativos”. Por eso, es perentorio que se siga invirtiendo en educación e implementando programas que retengan a los chicos en las escuelas. Cómo explica Edith Byk, consultora de OIT “el secundario completo no es pasaporte directo hacia el empleo, pero es el piso. No hay posibilidad de empleo decente sin el secundario”. Las empresas cada vez piden estándares más altos de los que realmente necesitan.

Las corporaciones privadas también juegan un papel fundamental. Será necesario que ellos entren en juego realizando más prácticas profesionales o voluntariados para que los jóvenes puedan ir ganando experiencia en el terreno laboral antes de recibirse.

Sin lugar a dudas el desafío es grande y el contexto es complejo, pero si no queremos pagar las consecuencias de una “generación perdida”, en los próximos años será esencial que las decisiones que se tomen sean acertadas y prolongadas en el tiempo. Implicará realizar una transición, instaurar un plan integral que comprenda diferentes medidas políticas de índoles económicas y sociales.

Ilustración: Bárbara Dana

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