El 27 de octubre murió el ex presidente argentino Néstor Kirchner. Una figura polémica que despertó amores y odios. Una columnista de Opinión Sur Joven que milita en su proyecto político nos transmite sus sentimientos y da su punto de vista de por qué muchos jóvenes se acercaron a participar en ese espacio.

Se nos fue Néstor. Y es un día de duelo para todos los argentinos. De inmensa tristeza para quienes nos sentimos parte de su espacio político; de congoja y reflexión incluso para los que no simpatizaban con su figura. Murió Néstor Kirchner, presidente argentino entre 2003 y 2007, marido de la actual presidenta Cristina Kirchner y líder del partido político de gobierno. Su partida deja un montón de interrogantes acerca del futuro.

Uno de los temas recurrentes en la cobertura de su despedida es la presencia de decenas de miles de jóvenes en la Plaza de Mayo. Los periodistas, junto a una parte importante de la sociedad, están sorprendidos, desorientados. A mí no me llama la atención. Yo soy joven, fui una adolescente de 14 años en la Argentina del 2001, vi como mi país ardía en llamas, pero tuve la suerte de vivir mis 17 en ese 2003 que tanto significó para nuestra Patria.

La juventud es una época de incertidumbre, de alejamiento, y esencialmente de búsqueda. Ser joven es dejar “la casa”. Escaparnos de todo eso que nos dijeron que tenemos que ser, de los imperativos familiares, del “nene vos tenés que estudiar para contador”, de esa tía abuela molesta que siempre te pregunta “y vos, ¿a qué edad pensás casarte nena?”. Es criticar, reclamar, buscar.

Para todos los que iniciamos nuestra militancia política durante el gobierno de Néstor Kirchner la tristeza es infinita. Fueron los Kirchner quienes nos regalaron la gloria de creer en la política. “Nos devolvió la política” dicen los mayores de 30. A nosotros, los más chicos, más bien nos dio la posibilidad de creer por primera vez, justo en esa época de desapegos, rebeldía y búsquedas. Fuimos creciendo a la par que sus gobiernos -con sus logros y contradicciones- avanzaban a paso firme. Buscamos y encontramos.

Néstor Kirchner nos enseñó con sus palabras, pero ante todo con sus hechos. Nos enseñó al bajar el cuadro de Videla de la pared del Colegio Militar de la Nación y al recibir por fin a las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo. Al sanear la Corte Suprema de Justicia, al impulsar los juicios a los genocidas de la dictadura argentina. Nos mostró que se podía plantear un modelo económico alternativo y que la integración de América Latina era posible.

En pocas palabras nos enseñó que los gobiernos populares pueden dar la batalla por la igualdad, contra los grupos económicos concentrados. No lo hizo solo, sino unido a los diversos procesos políticos progresistas que se fueron dando en América del Sur. Juntos marcaron un nuevo camino, que se consolidó en ese organismo llamado Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), al que honró con su presidencia. Fomentó una educación inclusiva, la cultura nacional, el respeto por las minorías, el amor por América Latina…

Por todo eso y mucho más cientos de miles de jóvenes argentinos decidimos apoyar a este gobierno. “¿Pero cómo? Si los jóvenes son rebeldes”, se preguntan algunos. “Si son apáticos”, dicen otros. Muchos creemos que la rebeldía más grande está hoy a la par de los gobiernos populares, que se atreven a transformar, que profundizan la democracia. Estos gobiernos nos mostraron que el Estado no es el enemigo, sino el bastión de la resistencia por excelencia. El lugar privilegiado para defender la equidad y la igualdad en un mundo extremadamente desigual. Muchas veces defender este gobierno nos hizo enfrentarnos hasta a nuestros propios padres.

Néstor Kichner creyó y apostó siempre en las juventudes. Nunca olvidaremos su pedido de que fuéramos siempre un paso más allá. Él que tuvo que enfrentar el odio de muchos, nos enseñó a construir desde el amor, desde la militancia. En un acto en el que se dirigió a las juventudes nos recordaba: “Claro que tenemos errores, pero no nos odian por nuestros errores, nos odian por todo lo que hicimos bien”.

Nos devolvió la autoestima como argentinos. Siempre desde la alegría, desde un lugar valiente y desprolijo en el que como jóvenes nos sentíamos profundamente identificados. “(…) En estos últimos años, muchísimos jóvenes pudieron volver a creer que el peronismo no es resentimiento ni impotencia, sino que es memoria, es convicción, es audacia, es amor, es risa, es canto, es amistad y es esperanza”, dijo alguien durante la congregación en Plaza de Mayo para homenajear al ex presidente.

El 27 de octubre de 2010 murió un hombre simple que nos demostró que a fuerza de trabajo y convicciones se puede transformar un país, la historia guarda un lugar grande para él. El Río de la Plata danza turbulento, azul oscuro, violento. El cielo está gris, nublado y triste. Corre un fuerte viento: es la sudestada que ha llegado para despedirlo.

Con el fin de esta década se nos fue un conductor, se siente en el pecho el dolor del hijo huérfano. ¿Podremos seguir sin él? ¿Será posible avanzar sin su lucidez, sin su coraje? Sin su presencia todo se vuelve de cierta forma difuso. Claro que podremos.

Debemos seguir con su ejemplo el rumbo de aquellos pasos que tan claramente supo dar en estos casi ocho años. Junto a Cristina, su compañera de vida, nuestra Presidenta. Más unidos que nunca. Luchando para que el compromiso que nos dejo, hacer de este país un país para todos, sea cada vez más una realidad. Néstor ya lo dijo una vez: cuando los jóvenes encarnan un proceso político los cambios son irreversibles.

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