Transformación sistémica

Para encarar una transformación sistémica es necesario trabajar en varios frentes estratégicos, de ser posible simultáneamente; avances parciales pueden o no facilitar ulteriores transformaciones. ¿Cuáles serían esos frentes y cómo podrían ser abordados?

No es sencillo procurar transformar el rumbo sistémico y la forma concentradora de funcionar que predomina en el mundo. Sin embargo, por el bien de la humanidad y del cuidado del planeta es un desafío imposible de ignorar. Toca encararlo con determinación, prudencia y toda la inteligencia y habilidad que las generaciones presentes y sus liderazgos sean capaces de aplicar.

En última instancia se trata de una pugna de intereses que se desarrolla en un contexto de graves diferencias de poder entre los sectores enfrentados. Simplificando tal vez demasiado, por un lado opera una poderosa minoría de personas propietaria de grandes entidades financieras, mediáticas y comerciales que se beneficia con el orden concentrador que han impuesto al mundo. No es un universo homogéneo y presenta diferencias de intereses (algo a tener en cuenta) pero quienes lo conforman son conscientes que necesitan coaligarse para defender sus privilegios. Por otro lado viven enormes mayorías, el 90% o aún más de la población mundial que sufren, en mayor o menor medida, de una forma u otra, las consecuencias del proceso de concentración de la riqueza global y del deterioro ambiental. Es un universo altamente heterogéneo con sectores que comprenden lo que está sucediendo y tienen capacidad de movilización mientras que otros, con restringido acceso a la información, son ninguneados o manipulados por el poder económico con la complicidad de segmentos mediáticos, políticos y de otros formadores de opinión (incluyendo parte del sistema educativo y de las usinas de pensamiento estratégico) de modo de desviarlos de la defensa de sus intereses.

Esa lucha entre poderes de tan distinta naturaleza genera asimetrías difíciles de superar porque quienes sostienen a rajatabla el orden establecido saben lo que defienden y cómo preservar sus privilegios. En cambio, las poblaciones que se beneficiarían con una transformación sistémica tienen por delante un arduo camino de esclarecimiento, de reconocerse entre sí, de organizarse para actuar coordinadamente, de movilizar y movilizarse. Es cierto que ha habido progresos y logros pero sería ingenuo y muy peligroso ignorar las fuerzas centrífugas que atentan contra los movimientos transformadores: unas inducidas y alentadas por los intereses de quienes se oponen a la transformación pero otras fuerzas generadas por la diversidad de circunstancias, perspectivas, necesidades, valores y emociones del heterogéneo universo poblacional que anhela transformar su situación. En otros artículos hemos destacado el crítico papel que cumple esclarecer lo que sucede e imaginar cómo podría ser un anhelado futuro por el que estaríamos dispuestos a invertir buena parte de nuestras energías [1] ; son aspectos importantes de cualquier intento transformador que inciden muy directamente sobre la movilización social y la elección de sus liderazgos.

Críticos frentes de intervención transformadora

El orden concentrador se sustenta en una serie de factores que, lejos de presentarse aislados, se constituyen como complementos necesarios reforzándose unos a otros para reproducir una forma desaforada, codiciosa y egoísta de vivir y funcionar. Si se lograsen eliminar uno o varios de esos factores, el impacto transformador sería considerable pero, si el propósito fuere transformar de manera sustentable el rumbo sistémico, el desafío se extendería a remover todos ellos. En las líneas que siguen nos centramos en señalar algunos de los críticos factores económicos que sostienen el orden concentrador contemporáneo pero vale advertir que existen otros igualmente importantes en todas las demás dimensiones del accionar humano, incluyendo la cultural, política, valorativa, educacional, mediática, judicial, entre tantas otras.

(i) Quién controla la política económica

Tradicionalmente es el poder económico quien controla las políticas públicas y en particular la política económica de un país. Ese control puede darse de forma directa nominando a quienes la formulan e implementan o, indirectamente, a través de políticos y técnicos que les son afines. Es muy frecuente verlos alternar entre cargos públicos y privados [2], sean como altos ejecutivos de corporaciones o analistas de institutos de investigación con orientación neoclásica. En cualquier caso imponen sus intereses y los protegen a toda costa. Todo proceso transformador necesita quebrar esa dinámica subordinando la economía a los intereses del bienestar general y el cuidado ambiental, subordinación que no implica voluntarismo en el sentido de sólo tomar en cuenta las oportunidades sin considerar las restricciones y particulares circunstancias del contexto interno y externo.

(ii) Firme regulación de la actividad financiera

El capital financiero se ha apoderado del timón de la economía global y sobrepasa la capacidad regulatoria de los Estados Nacionales. Esta situación es insostenible en términos económicos, sociales y ambientales. Los efectos han sido desastrosos para el mundo [3] . El libertinaje de la especulación financiera con sus altas tasas de ganancia ha desviado ingentes recursos de la producción de bienes y servicios dedicados al bienestar general. Esas tasas de ganancia se logran expropiando buena parte del valor generado por empresas, trabajadores y los propios Estados. No habrá transformación sistémica sin dominar a los grupos financieros más recalcitrantes a través de gravar con firmeza tanto su patrimonio como las transacciones que realizan. Existen entidades financieras que especulan con su enorme tamaño, convencidas que su dimensión y el impacto que generarían si desapareciesen en una crisis o quiebra les protege [4].

(iii) Abatir la evasión y la elusión tributaria

Existe una enorme evasión y elusión tributaria en los países en desarrollo (facilitadas por operaciones comerciales y la existencia de guaridas fiscales) que alimenta la fuga de capitales y restringe la capacidad del Estado de proveer servicios sociales y productivos. La organización Global Financial Integrity estima que en 2012 U$S 991.2 mil millones de dólares salieron ilícitamente de nuestros países, 55% hacia bancos principalmente de Estados Unidos e Inglaterra y 45% a guaridas fiscales como Suiza, las Islas Vírgenes o Singapur [5].

Algunas estimaciones señalan que sólo un 3% del total ingresado en las guaridas fiscales es atribuible a la corrupción política, un tercio se debe al crimen organizado y entre un 60 y un 65% a las maniobras ilícitas de particulares y grandes empresas: los ricos fugan el doble de dinero que los políticos y el crimen organizado juntos; es escandalosa la evasión fiscal de los poderosos [6].

Son varios los países que activamente facilitan el robo de recursos de países en desarrollo obteniendo enormes ganancias. Uno de los mecanismos más utilizados es la triangulación comercial subfacturando exportaciones y sobrefacturando importaciones. A través de manipular el precio, la cantidad o la calidad de los bienes o servicios que se comercializan, los delincuentes pueden fácil y rápidamente mover sumas sustanciales de dinero hacia jurisdicciones más laxas en materia fiscal y en preservar el secreto de las operaciones [7] .

El Parlamento Europeo denunció la hipócrita conducta de países occidentales que permiten que grandes empresas lucren abusivamente a costa de los países del Sur evadiendo sus obligaciones tributarias. Sostiene que los paraísos fiscales “pueden constituir un obstáculo insuperable para el desarrollo económico de los países pobres, usurpando la soberanía de otros países y creando incentivos para la delincuencia económica”. Hace un llamado a favor de un nuevo acuerdo financiero global vinculante que obligue a los grupos multinacionales y sus filiales a revelar automáticamente los beneficios obtenidos y los impuestos abonados en cada país. Además propone que se prohíba a cualquier sociedad, banco o institución registrados en un paraíso fiscal beneficiarse de fondos públicos [8] .

(iv) Reorientar el ahorro de la especulación financiera hacia la economía real

Si la rentabilidad de la inversión financiera superase grandemente la rentabilidad de las inversiones en la economía real, se hará cuesta arriba financiar la actividad productiva. Es que apropiarse del valor que otros generan (vía especulación financiera pero también por prevalencia oligopólica) quita sustento y resta posibilidad de operar a quienes se dedican a producir bienes y servicios para satisfacer necesidades de la población y mejorar su nivel de vida. Se instala una perversa dinámica de acumulación y un desarrollo angosto y excluyente ya que más y más los ahorros disponibles tienden a volcarse a la actividad financiera y a corporaciones oligopólicas que aseguran mayores retornos de corto plazo, mientras que la base amplia de la economía real no crece o crece lentamente afectando empleos y los ingresos populares que son la columna vertebral del mercado interno. Cuando el control del Estado quedó en manos de minorías privilegiadas, vinculadas con el capital financiero u otros poderosos intereses económicos, las instituciones dedicadas a financiar la inversión terminaron siendo funcionales a la concentración económica y dieron la espalda a la transformación y democratización de la estructura productiva nacional. Es en el contexto de movimientos transformadores que esas entidades pueden cumplir un muy diferente rol. La inversión productiva se financia mayormente con el ahorro nacional y sólo en ciertos sectores y circunstancias con ahorro externo. Estos dos tipos de recursos fluyen a través de canales y entidades financieras que en las últimas décadas han logrado desprenderse de regulaciones que solían normar y controlar su accionar. El resultado de ese proceso de desregulación financiera, con epicentro en países afluentes, ha sido uno de los principales factores que explican la prevalencia de inversiones especulativas que extraen valor en lugar de generarlo. Las autoridades financieras de cada país son responsables de establecer las políticas financieras, en procesos de transformación consistentes con los propósitos de desarrollo inclusivo, y de ejercer el control y supervisión de las entidades financieras. De ahí que no sorprenda que el capital financiero haya tradicionalmente procurado apropiarse del Banco Central proclamando como verdad incuestionable la necesidad que sea “independiente”, por supuesto no de ellos sino del poder político de turno. El Banco Central se conformaba así como un crítico custodio de sus intereses y privilegios. Hoy, al menos en varios países de América Latina, esta posición comienza a cambiar: las nuevas Cartas Orgánicas de los Bancos Centrales los hacen parte del esfuerzo nacional de desarrollo.

(v) Reemplazar las actuales calificadoras de riesgo

Las actuales calificadoras de riesgo constituyen una parte esencial de la dinámica concentradora que predomina en el mundo. Si, a diferencia de lo que hoy sucede, las evaluaciones se orientasen a identificar inversiones que contribuyesen a mejorar el bienestar general, el cuidado ambiental y la estabilidad sistémica, sería imprescindible y posible reemplazar las calificadoras existentes por otro tipo de entes calificadores, uno que amplíe los criterios de evaluación de modo de agregar a los riesgos financieros otros riesgos económicos, sociales y ambientales. Sería pasar de un sistema evaluador sólo dedicado a proteger la rentabilidad de inversores a otro más comprehensivo que, sin desconocer legítimos intereses, supiese subordinarlos al bienestar general, al crecimiento orgánico de las economías y a un firme cuidado ambiental [9].

Notas

[1] Esclarecimiento e imaginación para transformar.

[2] Dinámica denominada de “puertas giratorias” (revolving doors)

[3] ¿Arde el mundo?.

[4] Son las denominadas “demasiado grandes para caer, quebrar o ser sus directivos encarcelados (too big to fall, fail and jail)

[5] http://www.gfintegrity.org/issue/illicit-financial-flows/.

[6] Guaridas fiscales, ¿mal de la época? José Nun.

[7] Global Financial Integrity.

[8] Paraísos fiscales, delitos y sus víctimas.

[9] Ver el artículo ¿Calificadoras de riesgo? en este mismo número de Opinión Sur.

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