¿Son los biocombustibles responsables por el aumento del precio de los alimentos?

Por su incidencia en el precio de los alimentos y su repercusión en el medio ambiente se han acentuado las críticas al uso de cultivos alimenticios para producir biocombustibles. Sin embargo, aún sin que hubiese mediado la creciente demanda por biocombustibles, el precio de los alimentos igual hubiera subido como lo ha hecho el petróleo, el oro y la plata entre otros productos básicos o commodities. ¿Cómo se explica esto y qué nuevas opciones se abren para las economías emergentes del Hemisferio Sur?
El aumento del precio de los alimentos suele afectar en mayor medida a los países pobres que a los ricos. En los ricos la proporción del gasto en alimentos sobre el total del gasto familiar es del 10% mientras que en los países mas pobres alcanza el 60%. Este porcentaje esconde diferencias dentro de cada país ya que la población indigente gasta en alimentos casi la totalidad de sus magros ingresos y aún así son millones de seres humanos los que mueren cada año por falta de comida.

Por su incidencia en los aumentos de precios y su repercusión en el medio ambiente se han acentuado las críticas al uso de cultivos alimenticios para producir biocombustibles. La incidencia en los precios de alimentos de estos productos energéticos es muy importante aunque creo que esta importancia ha sido exagerada por las siguientes razones:

(i) En las grandes economías emergentes, como China, India, Brasil y México, el creciente consumo de alimentos va de la mano con su desarrollo económico y éste es uno de los principales factores que sostienen la firme demanda mundial por alimentos (confiemos no retornar por esto a un neo-maltusianismo corregido);

(ii) Los factores climáticos adversos como sequías e inundaciones han afectado la producción de alimentos de importantes oferentes en el mercado mundial;

(iii) La caída en los mercados accionarios mundiales junto a la devaluación del dólar han generado un movimiento especulativo con corrientes de inversión que se dirigen a los commodities como, por ejemplo, el oro pero también a los productos básicos agrícolas;

(iv) La estigmatización de los biocombustibles (sostener por ejemplo que “se sacrifican 2 mil millones de pobres para alimentar los estanques de 800 millones de autos”) puede perjudicar a países en desarrollo (entre los cuales Brasil es un ejemplo emblemático), quienes perderían la oportunidad de posicionarse en un mercado que ya promete hasta una cuarta generación de biocombustibles involucrando productos no alimenticios, transgénicos y celulósicos. Esta visión afectaría también posibilidades de superar situaciones de pobreza en zonas rurales en donde a nivel de municipios puede generarse bionergía en proyectos cerrados como el que actualmente está evaluando FAO para la ciudad de Talca en Chile.

Por estas y otras razones creo que, aún sin que hubiese mediado la creciente demanda por biocombustibles, el precio de los alimentos igual hubiera subido como lo ha hecho el petróleo, el oro y la plata entre otros productos básicos o commodities.

Estas ideas pueden contrariar algunas opiniones con fuerte resonancia mediática particularmente en momentos en que los precios del maíz se han incrementado 30% el último mes, arrastrando también a la soja cuyo precio parece no tener techo y a otros productos agrícolas como el trigo. Pero es necesario señalar que estas subas tan alarmantes se dan en un contexto de 100 años de baja de los precios de los alimentos y favorecen a muchos países en desarrollo que son productores de materias primas.

Resulta también necesario distinguir entre cultivos energéticos como la caña de azúcar en Brasil, país que tiene una frontera agrícola de decenas de millones de hectáreas de tierras no cultivadas y cuyo precio no ha subido, y el caso por ejemplo del maíz subsidiado en EEUU. Igualmente, el creciente precio de los alimentos como los oleaginosos están tornando más rentable la producción de aceites comestibles que la de biodiesel, cuyo costo no puede absorber en ausencia de subvenciones un precio creciente de su materia prima. Otro aspecto a remarcar es que pareciera que el boom del etanol, principalmente en EEUU, parece estar llegando a una meseta y que surgen ya voces contrarias a la apertura de nuevas plantas procesadoras por falta de infraestructura de transporte entre otros cuellos de botella (eso a pesar que gracias a los subsidios, el precio del biodiesel americano es la mitad del proveniente de energía fósil).

Considero que la humanidad enfrenta desafíos enormes como el cambio climático con el calentamiento global; la destrucción de los bosques y las reservas pesqueras; la incapacidad para vencer el flagelo del hambre en el mundo, entre otros temas y que condenar a priori a los productos bioenergéticos no es razonable. Reconozco eso si que es éste un tema sobre el que aún no se ha dicho la última palabra y que queda mucho por explorar y evaluar. De ahí que FAO ejerza cautela sobre el tema de los biocombustibles hasta que en junio de 2008 se analicen en una reunión de alto nivel los resultados de investigaciones en curso.

Como conclusión personal creo que con el paso del tiempo el aumento de la oferta agropecuaria (incluyendo a futuro nuevas materias primas como algas); el mejoramiento de las condiciones climáticas adversas; y la oferta y la demanda en su sentido amplio, irán moviendo el péndulo hacia un punto de equilibrio el cual espero no implique volver los precios agrícolas a su baja crónica del último siglo. Asimismo, la intervención del gobierno con políticas de Estado como las que tiene Brasil, permitirán orientar estos precios mayores hacia los pequeños productores rurales y no solo para las grandes empresas que también debieran cumplir un rol solidario en este proceso.

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