Protegernos de los coletazos de la crisis global

Los países del Hemisferio Sur no hemos generado la crisis contemporánea ni estamos enfrentando sus más destructivos efectos pero debemos protegernos de sus coletazos que pueden afectar la trayectoria de desarrollo. Varios gobiernos procuran adoptar medidas que refuercen líneas de defensa sin sacrificar el rumbo hacia un crecimiento orgánico con inclusión social y productiva. Los desafíos no son menores y toda política es por cierto perfectible; se impone proteger lo antes posible y con toda la efectividad del caso aquellos flancos que pudiesen quedar más expuestos. Después de décadas de inestabilidad varios países del Hemisferio Sur hoy crecen a buen ritmo en base a una crucial transformación de su estrategia de desarrollo. Sin aislarse del mundo, lograron ajustar el rumbo impulsando un dinámico crecimiento del mercado interno y de sus exportaciones gracias a la adopción de una serie de políticas y al buen aprovechamiento de circunstancias internas y externas. Pusieron el foco principal en dos poderosos motores impulsores de crecimiento: un fuerte financiamiento de la inversión pública y una más equitativa distribución del ingreso. Al mismo tiempo encararon con inusitado vigor la remoción de factores que venían esterilizando gran parte del esfuerzo nacional; entre otros, la tremenda evasión tributaria, el sobre endeudamiento del sector público, un nefasto predominio del capital financiero y una peligrosa concentración en los medios de comunicación. Todo esto se dio con un contexto internacional favorable debido al fuerte crecimiento de China, India, Brasil y otras economías emergentes, que aumentó significativamente la demanda de varios productos de exportación mejorando precios y cantidades vendidas.

Los motores impulsores de crecimiento

Una fuerte inversión pública en infraestructura productiva y social fue entonces uno de los principales motores para impulsar el nuevo rumbo. La construcción de vías, mejoras portuarias, comunicaciones, hospitales, centros de salud, saneamiento y agua potable y muchos otros equipamientos, dinamizó las economías alentando a que también el sector privado reforzase sus propias inversiones. Aumentó así muy significativamente el nivel de inversión nacional aunque, como se verá más adelante, no alcanzó para acompañar al mismo ritmo el explosivo crecimiento del consumo.

La expansión de la demanda interna fue resultado directo del esfuerzo puesto en mejorar la distribución del ingreso y promover la producción local. Esta mejora implicó que grandes segmentos de la población antes postergados lograsen un mayor acceso al mercado de consumo y que se desarrollasen cadenas de valor generadoras de bienes y servicios de origen nacional que requirieron crecientes volúmenes de fuerza de trabajo, equipos e insumos. Varias políticas y medidas convergieron para hacer posible ese crecimiento de la demanda interna; entre ellas, una fuerte recuperación salarial y el crecimiento del trabajo registrado; un redireccionamiento del gasto público hacia la educación, el saneamiento, la salud y la infraestructura productiva; el otorgamiento de subsidios a familias de escasos recursos; un muy fuerte apoyo a pequeños y medianos emprendimientos productivos; mayor disponibilidad de crédito para toda la economía, un promisorio desarrollo científico y tecnológico; tipos de cambio que alentaron las exportaciones; un más estable contexto institucional y notorias bajas en la conflictividad social. Este conjunto de medidas y circunstancias mejoraron la competitividad nacional.

Al mismo tiempo, se logró una fuerte reducción del endeudamiento externo que levantó una de las más duras restricciones que atenazaba el potencial de desarrollo de los países. En el caso de Argentina esto se dio a través de una reestructuración forzada de la deuda externa y, en otros casos, por acuerdos no del todo voluntarios con acreedores.

Los desafíos pendientes

Sin embargo, la marcha hacia un desarrollo justo y sustentable tiene aun varios desafíos por resolver, tales como proteger con mayor firmeza el medio ambiente; reforzar la competitividad nacional; mejorar la productividad social y económica del gasto público; abatir la regresividad de los sistemas impositivos; seguir enfrentando la tremenda evasión que limita el papel del sector público como promotor de desarrollo; sacar de la pobreza y la indigencia a millones de compatriotas incluyendo, dentro de esta perspectiva, reorientar selectivamente los subsidios públicos construyendo trayectorias virtuosas en las que los beneficios otorgados generen autosostenimiento (excepto para sectores poblacionales permanentemente vulnerables).

En todos los casos será necesario adentrarse en las singularidades de cada comunidad, sector y momento. Por ejemplo, existen sectores donde la competencia entre actores es considerable lo que modera precios y beneficios; hay otros de estructura oligopólica e incluso monopólica donde algunas empresas imponen precios y condiciones que les generan rentabilidades extraordinarias a costa del resto de la sociedad. Una forma de encarar esta situación es facilitando que emerja mayor competencia pero, cuando esto no se logra o no es posible por la naturaleza del bien o el servicio que se provee, es imprescindible establecer regulaciones que impidan abusos y la extracción de valores que pertenecen a actores más débiles, sean proveedores, empresas que demandan esos insumos, distribuidores o consumidores.

Un aspecto estratégico de suma importancia es trabajar acuerdos regionales con otros países del Hemisferio Sur de modo de ayudarnos unos a otros en materia tecnológica, comercial, financiera y de complementación de inversiones. En esa perspectiva algunas medidas concretas podrían ser, entre otras, redireccionar importaciones para favorecer a países vecinos y medidas equivalentes que impulsen nuestras exportaciones; decisiones de inversión basadas en acuerdos que integren regionalmente producciones sectoriales; comercialización conjunta de productos complementarios, conformar nuevas entidades financieras regionales y fortalecer las existentes.

Junto con las amenazas que emergen de la crisis en Europa y los Estados Unidos hay un tema que cruza toda la realidad de los nuevos rumbos. Al fragor de las urgencias, voces interesadas aprovechan temores legítimos y pánicos inducidos para contrabandear decisiones que implican serios y costosísimos desvíos de trayectoria. Las soluciones convencionales, impulsadas muchas de ellas por el capital financiero que lucra con la crisis, encuentran en esas coyunturas espacios propicios para imponerse como si fuesen las únicas disponibles, y no es así. Es que aun en la emergencia y las urgencias es posible adoptar rápidas y efectivas decisiones que no afecten nuestro rumbo de mediano plazo.

Así, por ejemplo, el esfuerzo por sostener la oferta productiva no debiera desembocar en una mayor concentración social y territorial de los ingresos. Para evitar esto se impone respaldar con políticas activas a todo el espectro del aparato productivo nacional y no sólo a los actores más consolidados. Esto es, habrá que poner especial cuidado para que al dinamizar la generación de empleo y la oferta productiva, pueda también colocarse un importante foco en la formación de capital sustentable en la base del aparato productivo. Cómo hacerlo es lo que se analiza en las líneas que siguen.

Proteger lo avanzado consolidando el rumbo

El vigoroso crecimiento de países del Hemisferio Sur pudo en un comienzo sustentarse en una capacidad productiva instalada que estaba ociosa o muy subutilizada debido a décadas de políticas neoliberales. Sin embargo luego de algunos años con altas tasas de crecimiento, los márgenes de capacidad instalada disponible se estrecharon y en ciertos sectores desaparecieron. De ahí las tensiones inflacionarias que emergieron por la presión que el creciente consumo ejerce sobre una oferta que no puede crecer con igual dinamismo sólo utilizando la capacidad instalada existente y, además, porque no es posible acudir a masivas importaciones para complementar la oferta nacional sin comprometer el saldo de la balanza comercial. En esta nueva fase de consolidación del rumbo escogido se requieren inversiones frescas que expandan la capacidad nacional de producción.

Aquí es donde importa, una vez más, que exista firmeza gubernamental. Ocurre que las empresas individuales, enfrentadas a nubarrones externos y expuestas a los interesados pregoneros del desastre, privilegian el corto plazo y ven que encuentran rentabilidad sin aumentar la producción (implicaría invertir a mediano plazo) sino elevando el precio de sus productos: la relativa escasez de oferta lo posibilita. Pero también sucede que, a poco de andar, casi todos sus rubros de costos tenderán a ajustarse a la nueva realidad de precios eliminando aquella rentabilidad especulativa. Claro que, de todos modos, en esa fase inicial de tensiones inflacionarias logran acumular excedentes vía especulación y si, además, tuviesen la capacidad de seguir anticipando sus ajustes de precios a los del resto de la economía, habrán encontrado un mecanismo para acumular sin inversión; al menos hasta que el sistema implosione y todos terminen atrapados en esa erupción.

La empresa individual no puede resolver este dilema por sí misma; toca al Estado tomar las medidas y adoptar las regulaciones que permitan alinear los intereses individuales con los del conjunto socioeconómico de modo tal de asegurar no sólo la equidad sino también la propia sustentabilidad del desarrollo de todos. Para ello habrá que adoptar baterías de medidas complementarias. Así, por ejemplo, entre muchas otras, lograr acuerdos de precios y salarios y asegurar su fiel cumplimiento; establecer facilidades crediticias e impositivas que permitan inducir nuevas inversiones y la reinversión de utilidades; negociar con quienes importan iniciativas complementarias de exportación; punir con firmeza la especulación comercial y en especial la financiera que no agregue valor a la economía real.

Hay, sin embargo, otro crítico conjunto de medidas que no puede ser ignorado por la acción pública: aquellas que permitan aprovechar las políticas que buscan aumentar la oferta productiva como una oportunidad para promover la emergencia de nuevas unidades de producción de tamaño medio y alta productividad que incluyan pequeños productores de la base de la pirámide social.

Formación de capital en todos los niveles del aparato productivo

Se señaló que en la actual fase de desarrollo de los países del Hemisferio Sur es crítico promover inversiones que generen empleos y oferta productiva. Esto es fundamental para que los países puedan continuar avanzando hacia un crecimiento orgánico, uno de los pilares del desarrollo sustentable. Estos empleos y oferta productiva deben ser de apropiada productividad y competitividad; empleos dignos y oferta productiva que pueda acceder al mercado interno, sostenerse por sus propios medios y, de ser posible, proyectarse al exterior.

En general, este tipo de empleos y de oferta productiva es generado por empresas grandes y medianas. Estos actores están en condiciones de encarar nuevas inversiones siempre que sus cálculos les auguren una buena rentabilidad o, cuando menos, que podrán preservar sus empresas y cuotas de mercado sin mayores pérdidas. Podrán receptar invocaciones del sector público pero se mantendrán a la expectativa hasta convencerse que lograrán los beneficios que justifiquen realizar nuevas inversiones; es un segmento del aparato productivo muy sensible a las expectativas pero que, de todos modos, es necesario dinamizar. En ese frente ya operan los gobiernos con una serie de medidas y negociaciones sectoriales que es de esperar arrojen buenos resultados.

Sin embargo, no cabe descuidar otra vía de promoción del empleo y la oferta productiva que tiene igual importancia, aunque entrañe otros desafíos. Se trata de movilizar en esa misma dirección a la inmensa base del aparato productivo nacional: el universo de pequeñas empresas y de micro emprendimientos productivos, que es el segmento más numeroso del aparato productivo nacional y el que crea más empleos. Sin embargo, los empleos y la oferta productiva que los pequeños y micro productores son capaces de generar suelen ser de baja productividad, pobre compensación por el esfuerzo realizado y altas tasas de quebrantos. Sucede que las pequeñas unidades operan con bajos niveles de competitividad: cuentan con escaso capital y presentan grandes brechas respecto a los actores de mayor envergadura en lo que hace a capacidad de gestión, tecnología, apropiados contactos, acceso a información y a mercados. De ahí que les resulta muy difícil lograr una sostenida acumulación capaz de financiar su formación de capital que es lo que les permitiría fortalecer resultados y crecer orgánicamente.

¿Cómo entonces encarar la aparente contradicción entre la necesidad de movilizar la inmensa base del aparato productivo, tradicionalmente abocada a actividades de muy baja productividad, y el requerimiento que sean dignos los empleos y competitivas las ofertas productivas que generen?

Hay una diversidad de respuestas que intentan resolver este dilema. Son múltiples y diversos los esfuerzos y, en principio, ninguno debiera desacreditarse porque cada uno aporta lo suyo en función de lo que se sabe, de quienes participan, de los recursos con que cuentan y del contexto socioeconómico en que esos esfuerzos se desenvuelven. De ahí que lo que se propone no descarta ni desmerece otras iniciativas que, por otra parte, agregan experiencia sobre la que es posible seguir construyendo.

Antes de avanzar vale explicitar que una movilización productiva de estos sectores mayoritarios de la sociedad contribuye no sólo a generar empleo y oferta productiva sino que también mejora la distribución del ingreso, refuerza la cohesión social, reduce la necesidad de subsidios aumentando la productividad del gasto público, da mayor sustento a la gobernabilidad democrática; todo ello, con un menor coeficiente de componentes importados que el resto de sectores. Menos sensibles a las expectativas especulativas, si estos pequeños productores recibiesen los apoyos necesarios se volcarían decididamente a aumentar su producción, reinvirtiendo buena parte de sus resultados para financiar su formación de capital.

¿Cómo concretar una amplia apertura movilizadora?

Una estrategia orientada a movilizar de manera sustentable a amplios sectores de la base de la pirámide socioeconómica exige identificar con propiedad los desafíos a enfrentar, escoger los mejores espacios de intervención y desarrollar, en consecuencia, medidas y regulaciones.

Para efectivizar este tipo de movilización de pequeños productores es necesario encarar, en simultáneo, desafíos de escala, de productividades, de sustentabilidad y de inclusión socioeconómica. La pequeña escala de productores no capitalizados [[Bien diferente es el caso de pequeños productores y profesionales independientes con altos o medianos niveles de capitalización en recursos materiales y conocimientos.]] limita su accionar y acceso a oportunidades. Se señaló que disponen de restringida capacidad de gestión y de escasez de contactos, tecnología, información, conocimiento de mercados y recursos financieros. Para superar su rezago necesitan acceder a esos críticos factores.

Resolver la escala no implica tan sólo agrupar a pequeños productores; esto puede o no ayudar. Existen asociaciones de pequeños productores que procuran aumentar la escala de operación y, a pesar de ello, no logran resultados que permitan acceder a trayectorias de sostenida acumulación. Lo que se propone no es reemplazar asociaciones existentes sino complementarlas con una nueva modalidad de organización socioeconómica capaz de viabilizar la integración de pequeños productores en unidades productivas de porte medio que se desempeñen con aceptable productividad en mercados promisorios.

Son emprendimientos inclusivos que, utilizando moderna ingeniería de negocios, logran articular pequeños productores con socios estratégicos en unidades productivas capaces de acceder a superiores umbrales de oportunidades. En artículos anteriores de Opinión Sur hemos caracterizado los emprendimientos inclusivos [[ [Emprendimientos inclusivos: asociando equidad con excelencia->https://opinionsur.org.ar/wp/emprendimientos-inclusivos-asociando-equidad-con-excelencia/, noviembre 2009]] y abordado la cuestión de cómo organizarlos y asistirlos [[[Desarrolladoras de emprendimientos inclusivos->https://opinionsur.org.ar/wp/desarrolladoras-de-emprendimientos-inclusivos/?var_recherche=Desarrolladoras%20de%20emprendimientos%20inclusivos%2C%20diciembre%202009, diciembre 2009 ]]. Vale realizar algunas consideraciones adicionales acerca de cómo movilizar socios estratégicos y de qué forma puede asegurarse un rumbo que combine efectividad y equidad.

La participación de un socio estratégico en un emprendimiento inclusivo puede resolver diversas carencias que agobian a la pequeña y micro producción pero, al mismo tiempo, entraña varios desafíos. Por de pronto, el emprendimiento inclusivo debe atraer a un buen socio estratégico; ninguno aceptaría participar si no estimase obtener razonables resultados. Esto implica que habrá que estructurar el negocio de tal manera que asegure una apropiada compensación a todos quienes participen, incluyendo al socio estratégico, en función del valor que cada quien realmente aporta y no por que detenta una posición dominante. Para lograr un buen nivel de resultados, el emprendimiento inclusivo deberá así estructurarse en torno a una actividad rentable orientada a un mercado promisorio y adoptar una efectiva forma de operar.

El desafío de asegurar que esfuerzos y resultados se distribuyan equitativamente y que alguno de los participantes del emprendimiento inclusive no imponga condiciones que lo hagan inviable, exige pensar en un tercer tipo de participante además de los pequeños productores y el socio estratégico. Ese otro participante (o subconjunto de participantes) puede ser el gobierno local, una agencia de desarrollo, una universidad, un fideicomiso o fondo dedicado a invertir en la base del aparato productivo, una o varias empresas comprometidas con la responsabilidad social y ambiental, una fundación. Quizás lo ideal fuese contar con una apropiada combinación de algunos de esos actores.

Estos actores garantes del rumbo y viabilidad del emprendimiento inclusivo tendrían un doble papel: (i) integrar el directorio del emprendimiento inclusivo participando en la toma de decisiones estratégicas (competitividad, estructura de propiedad, distribución de resultados) y (ii) aportar financiamiento y asistir con contactos, información, gestión, conocimiento y otras cuestiones de sus campos de especialidad.

Algo importante para resaltar: integrar socios estratégicos a emprendimientos inclusivos abre, además, una serie de otras oportunidades. Por de pronto, estos emprendimientos generan espacios donde nuevos liderazgos empresariales pueden desplegar su capacidad de gestión; y lo hacen en contextos productivos en los que prima una gran diversidad de patrones culturales. Se abre así una oportunidad para que emerjan más emprendedores y que los mismos sean portadores de habilidades y valores al servicio de sectores sociales postergados.

Es también una oportunidad para que muchos otros actores vinculados a la producción se involucren y comprometan su esfuerzo y experiencia en apoyo a sectores castigados por nuestras sociedades. Ese aporte constituye un invalorable activo y, aunque no son pocos quienes quisieran contribuir a un desarrollo justo que trajese un mejor ambiente de paz y seguridad, pocas veces se encuentran canales apropiados para volcar gestión, conocimiento, información, formas de estructurar negocios, de acceder a mercados y al financiamiento. Podrían concebirse campañas nacionales y/o provinciales de inclusión productiva movilizando, entre otros, a empresarios y empresas de mayor envergadura, escuelas politécnicas y de negocios, institutos científicos y tecnológicos, organizaciones empresariales y sindicales, agencias de desarrollo; cada quien apadrinando uno o varios emprendimientos inclusivos y colocando especial énfasis en la formación de liderazgo dentro de los pequeños productores que se asocian al emprendimiento inclusivo.

Conclusión: protegernos preservando el rumbo

Es necesario adoptar medidas para protegernos contra eventuales coletazos de la crisis que afecta a los países afluentes. Hay sectores que, escudados en la urgencia, procuran contrabandear medidas que aseguren sus privilegios; atentan contra los intereses del país. Hoy tiene alta prioridad aumentar empleos y oferta productiva: Con la capacidad instalada cerca de estar plenamente utilizada, se impone promover nuevas inversiones: es una condición de sustentabilidad para nuestras economías emergentes. Sin embargo, hay también otras condiciones de sustentabilidad que pasan por transformar el proceso de crecimiento concentrador: necesitamos nuevas pero también social y territorialmente diversificadas inversiones. Es que, de ser exitosas y ojala lo sean, las nuevas inversiones reforzarán nodos existentes de acumulación mientras que, para que se materialicen, habrá que facilitar un contexto de estímulos que la sociedad toda termina financiando. Siendo así, corresponde que una parte significativa de las nuevas inversiones se genere a través de financiar la formación de capital en la base de la pirámide socioeconómica.

En esos vulnerables estratos, la generación de empleos es considerable aunque de baja productividad; algo más modesta resulta su contribución al objetivo de aumentar la oferta productiva mientras que la tasa de quebrantos suele ser significativa. Así y todo, invertir en pequeñas unidades es recomendable para mantener tonificado el mercado interno aunque deban tomarse adecuados recaudos de modo de asegurar sustentabilidad en el tiempo. De ahí que propongamos nuevas formas más efectivas y sustentables de invertir en la base del aparato productivo promoviendo emprendimientos inclusivos y estableciendo desarrolladoras especializadas en organizarlos.

Cuando existe la decisión política de transformar el crecimiento concentrador en un desarrollo sustentable e inclusivo, los tipos de inversión a promover deben contribuir al objetivo macroeconómico de aumentar empleos y oferta productiva pero, al mismo tiempo, asegurando que se preserva el rumbo escogido. No hay excusas para reproducir concentración promoviendo una matriz concentrada de nuevas inversiones.

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