La Gran Revolucí­on Tecnológica Verde

La comunidad global enfrenta el problema de que alcanzar la meta consensuada de erradicar la pobreza requerirá mucho más progreso económico. Sin embargo, el progreso económico del pasado es la causa de la mayoría de las emisiones de gases de invernadero, responsables del cambio climático. Vencer la pobreza sin poner en peligro al planeta requerirá la adopción de tecnologías radicalmente diferentes para la economía global. Hoy en día, alrededor de 2.700 millones de personas (el 40% de la humanidad, aproximadamente) no tienen acceso a la energía moderna. Sin ella, tienen escasas posibilidades de alcanzar un nivel de vida decente. A menos que se lleve a cabo un cambio rotundo hacia la energía limpia y una mayor eficiencia energética dentro de las condiciones de vida modernas, satisfacer la demanda energética adicional impulsará el cambio climático a niveles catastróficamente peligrosos.

La agricultura, que es la fuente de subsistencia de la mayoría de los pobres del mundo, representa el 14% de las emisiones de gases de invernadero. No obstante, será necesario incrementar la producción de alimentos entre un 70 y un 100% para mediados de siglo para alimentar a una población que se proyecta ser de 9.000 millones de personas y así evitar la inseguridad alimenticia crónica. Por ende, del mismo modo, nada menos que una revolución tecnológica agrícola podrá permitir el incremento de la producción alimenticia sin continuar dañando el medio ambiente ni amenazar los medios de subsistencia de las áreas rurales.

La incidencia de desastres naturales se ha quintuplicado desde los años setenta, mayormente debido a cambios climáticos. El impacto humano de sucesos naturales extremos es más sentido por los pobres del mundo, que tienden a vivir y trabajar en áreas menos protegidas. Mejorar la infraestructura y edificios reducirá la vulnerabilidad de los pobres ante sucesos extremos. A largo plazo, reducir la frecuencia de sucesos extremos demandará una transición tecnológica acelerada tanto en la agricultura como en la industria y energía.

La edición del 2011 de la Encuesta económica y social mundial (“World Economic and Social Survey” o WESS) de las Naciones Unidas, titulada “Great Green Technological Transformation” (la Gran Transformación Tecnológica Verde), reclama una revolución tecnológica del orden de la primer revolución industrial como un elemento indispensable para lograr el doble objetivo de asegurar que los países pobres sigan teniendo un camino hacia el desarrollo y al mismo tiempo proteger la habitabilidad de la Tierra.

Con el fin de no quebrantar el límite de emisiones señalado para no afectar el cambio climático, esta transformación tecnológica deberá ser completada en su mayor parte para el 2050. Esto constituirá un enorme desafío. Transformaciones anteriores de los fundamentos de los sistemas energéticos, tales como la efectuada al sistema actual basado en combustibles fósiles, requirieron de alrededor de 70 años para completarse. Entonces, ¿Es del todo plausible concretar una revolución tecnológica verde en aproximadamente cuatro décadas?

En agricultura, el desafío más grande tal vez no es tanto la innovación tecnológica per se, sino proveer a los pequeños propietarios agrícolas de los países en desarrollo de, particularmente, mayor acceso a tierras, infraestructura, créditos y conocimiento sobre técnicas de agricultura sustentable. Esos serán factores condicionantes que distan de las tecnologías de la revolución no tan verde de los años sesenta y setenta, que llevaron al uso excesivo e inapropiado de fertilizantes, a la contaminación de vías fluviales debido a una mayor sedimentación y al uso intensivo de productos químicos, y a la pérdida de biodiversidad. Las nuevas tecnologías que se deberán adoptar involucrarán prácticas tradicionales de conocimiento y cultivo tales como cultivo bajo siembra directa, rotación de cultivos y cultivo asociado, uso de fertilizantes verdes, recolección de agua y siembra de uso eficiente del agua. Existen nuevas y más sustentables variedades de cultivos alimentarios de alto rendimiento y resistencia a plagas y enfermedades, pero deben seguir desarrollándose.

El desafío de inducir la innovación tecnológica suficiente para lograr una transformación energética verde es mucho mayor. Las fuentes de energía limpia, renovable, existen, pero son muy costosas. Tendrán que ser ampliadas masivamente, pero igualmente la factibilidad de hacerlo, de manera tal que cubra la futura demanda energética, es incierta. En la WESS (Encuesta económica y social mundial) hacemos hincapié en que los esfuerzos actuales por desarrollar estas nuevas tecnologías están muy lejos de ser suficientes. Al mismo tiempo, sin embargo, decimos que, a diferencia de como es el caso ahora, debería darse aún más prioridad a los incentivos e inversiones que mejorarían considerablemente la eficiencia energética. Más de la mitad de los beneficios deberán lograrse en estos aspectos. Entonces los formuladores de políticas no solo deberían impulsar alejarse de las fuentes de energía no renovables, sino promover con más fuerza que las “tecnologías de uso final” sean más eficientes energéticamente. Se pueden alcanzar enormes ahorros energéticos a través del mejoramiento de calentadores eléctricos, motores diesel y eléctricos, quemadores de biomasa, hornallas y motores que la industria manufacturera utiliza en aparatos, calentadores, equipamiento de fábrica. Los países en desarrollo también tienen que embarcarse en este tipo de cambio tecnológico si pretenden mantener la competitividad internacional de sus productos.

A nivel internacional, esto requeriría desplegar una gama más amplia de políticas de propiedad intelectual –más allá de las políticas actuales que conceden el monopolio de los derechos de uso a los propietarios– para facilitar tanto la innovación como la difusión de nuevas tecnologías a la velocidad requerida, incluyendo disponer la puesta en común de patentes y el uso de licencias obligatorias.

¿Es todo esto asequible? Estimamos que la comunidad global debe invertir alrededor del 3% del PBI desde hoy al 2050 para asumir la transformación tecnológica verde. Con el paso del tiempo el costo puede reducirse, ya que las inversiones verdes –por lo que sabemos hasta ahora- tienden a crear más puestos de trabajo que las inversiones que dañan el medio ambiente y estimularán el crecimiento. ¿Una ilusión? No puede serlo, dado que no hacerlo acarrea la condena de sobrepasar los límites naturales de nuestro planeta.

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