La estrategia del Behemoth




William Blake,  Behemoth y Leviatán, ilustración para el
Libro de Job

El desorden promovido desde el poder no es ni siquiera o solamente un síntoma de incapacidad, sino una estrategia de destrucción de las instituciones democráticas a través de la confusión y la distracción.  Después vendrá la represión.

En la escatología bíblica (libro de Job), dos monstruos asolan a la humanidad, y desafían a Dios.  El primero es Leviatán, monstruo en forma de serpiente que surge del mar para engullir a los otros seres.  Thomas Hobbes lo usó como símbolo para representar al estado. Su argumento es resumible: la condición humana (competencia y envidia) conduce a una guerra fratricida.  La pelea continua de todos contra todos decima a la humanidad y termina por horrorizar a los participantes.  Incapaces de alcanzar la paz por sí mismos, invocan un poder supremo que los reprima y discipline: así surge el Leviatán, o sea el estado autoritario. En suma, la gente acepta la sumisión a cambio del orden una paz con miedo.

Pero existe otra bestia terrible que no surge del mar sino camina sobre la tierra.  Es el Behemoth, que todo lo destruye a su paso.  Así como el Leviatán es un tipo de serpiente, el Behemoth es una especie de dinosaurio. Esta bestia no ha tenido, en tanto símbolo mitológico, una historia tan distinguida como su rival en la ciencia política desde los tiempos de Hobbes hasta que se publicó, en plena Segunda Guerra Mundial, un análisis magistral de la teoría y práctica del nazismo.  Su autor, Franz Neumann, fue asesor legal del partido socialdemócrata durante la república de Weimar, y especialista en sistemas políticos comparados.[1] Estuvo vinculado con la Escuela de Frankfurt. Su libro describe el no-Estado nazi, el imperio de la anomia que devoró los derechos y la dignidad del hombre. Establece las causas que llevaron al colapso de la república de Weimar.  

La diferencia entre Hobbes y Neumann, entre el Leviatán y el Behemoth, reside en que Hobbes teorizó al Estado y Neumann introdujo el concepto de no-Estado.  A diferencia del estado autoritario, el no-estado totalitario de corte nazi o fascista no afirma el orden, sino apuesta al desorden.  Aunque suene a oxímoron, es un régimen anárquico, no un partido tradicional y establecido, sino un movimiento en el poder, o un poder en perpetuo movimiento. Al orden rígido del estado autoritario, o al orden consensual del estado democrático, sustituye la confusión, la desinformación, y la movilización continua.  Es un régimen destructivo que promete construir una fortaleza en el futuro, pero sólo después de la destrucción de personas e instituciones.  No establece el orden como sistema sino el desorden como método.

El Behemoth no molesta al estado autoritario, que considera como una reliquia, como un simple antecesor primitivo, pero se ensaña en cambio contra el estado democrático, al que odia y desprecia.  Peor aun, encuentra en el estado democrático el punto de entrada para su poder dañino.  ¿Cómo y porqué la democracia es susceptible de este ataque?

Jorge Luis Borges decía sobre la democracia: «Para mí la democracia es un abuso de la estadística. Y además no creo que tenga ningún valor. ¿Usted cree que para resolver un problema matemático o estético hay que consultar a la mayoría de la gente? Yo diría que no; entonces ¿por qué suponer que la mayoría de la gente entiende de política? La verdad es que no entienden, y se dejan embaucar por una secta de sinvergüenzas, que por lo general son los políticos nacionales. Estos señores que van desparramando su retrato, haciendo promesas, a veces amenazas, sobornando, en suma. Para mí ser político es uno de los oficios más tristes del ser humano. Esto no lo digo contra ningún político en particular. Digo en general, que una persona que trate de hacerse popular a todos parece singularmente no tener vergüenza. El político en sí no me inspira ningún respeto. Como político.»

En nuestra juventud, sin pensar demasiado, rechazábamos tales propósitos como la opinión de un anciano reaccionario.  Pero Borges también me dijo una vez, en una conversación en Cambridge, Massachusetts: “Yo me anoté en el partido conservador [que tenía poquísimos miembros en la Argentina] porque me pareció que era el único partido incapaz de suscitar entusiasmo.”  El insigne escritor era consciente de la ironía de su anterior apotegma, y se burlaba de la manera en que una democracia se dejaba manipular por inescrupulosos.

Han pasado los años. Borges ya no está, pero el populismo rabioso del presidente Trump y sus secuaces (entre otros populismos similares en Europa y en el mundo en desarrollo) le otorga una nueva significación a sus palabras.  Este nuevo populismo virulento de derechas poco tiene que ver con los movimientos populares de América Latina, pero queda bien retratado en el sarcasmo de Borges.  La democracia, a veces por sus defectos, le abre la puerta al Behemoth que intentará destruirla.

La democracia norteamericana fue tomada por asalto aprovechando justamente los defectos del sistema, que bien puede caracterizarse como un abuso descarado de la estadística.[2] ¿Cómo es posible que un presidente de los Estados Unidos sea elegido después de haber perdido el mandato popular en las urnas por tres millones de votos en 2016?  La respuesta es clara: esto es posible porque son elecciones indirectas, a través de un Colegio Electoral donde los estados cuya población es reducida, homogénea, mayoritariamente blanca y reaccionaria, están sobrerrepresentados, de acuerdo con una Constitución diseñada para otra época 233 años atrás.  Por otra parte, el rediseño de la geografía electoral por distritos asegura el triunfo de partidos que reflejan mal la composición real de la población.  Este es un abuso político de la demografía.  Por este camino se logra que una minoría se encarame en el poder y gobierne como falsa mayoría.  De esta manera, la democracia puede ser burlada y derrocada, no por un golpe de estado, sino por vía nominalmente democrática. 

El artilugio no es novedoso.  En un texto publicado en 1935, el ministro de esclarecimiento y propaganda del Tercer Reich Joseph Goebbels afirmaba, a sólo dos años del triunfo electoral que encumbró al nazismo en Alemania: “Si la democracia nos concedió en tiempos de la oposición métodos democráticos, ello ciertamente debía suceder en un sistema democrático. Pero nosotros los nacionalsocialistas nunca afirmamos ser representantes de un punto de vista democrático, sino que hemos declarado francamente que sólo nos servíamos de los métodos democráticos para ganar el poder y que después de la conquista del poder denegaríamos desconsideradamente a nuestros adversarios todos los medios que en tiempos de la oposición se nos habían concedido.”

Como sostienen los profesores de Harvard Steven Levitsky y Daniel Ziblatt, las democracias bien pueden morir por vía democrática, tanto o mejor que por un golpe o planteo militar.[3]  De acuerdo con la peculiaridad de cada país y de su sistema democrático, la defunción tiene una etiología distinta.  De la misma manera, una vez conquistado el poder, los medios y los métodos para mantenerse en él varían pero nada tienen que ver con los genuinos valores y prácticas democráticos.

Entre las prácticas utilizadas por los detentores del poder que primero usan los puntos débiles de la democracia para llegar a él, y una vez instalados tratan de destruirla, se encuentran los siguientes: (1) usar los nuevos medios de comunicación social para diseminar información falsa y para ampliar las brechas sociales existentes; (2) socavar las bases de instituciones independientes del ciclo político/electoral (que ellos llaman con desprecio “el estado profundo”) a saber: la justicia, la investigación científica, los servicios de seguridad e inteligencia, y también las fuerzas armadas; (3) impedir o hacer difícil el acceso al escrutinio a los opositores reales o potenciales (en el caso de los EEUU la población negra y latina); (4) hacer fraude electoral en nombre de “evitar el fraude” (por ejemplo la campaña de la administración Trump para destartalar el servicio postal y reducir o suprimir el voto por correo); (5) distraer a la población y asustarla frente a enemigos inventados (inmigrantes, minorías étnicas, estudiantes, y minorías sexuales). 

Estas maniobras son el equivalente de lo que en la Argentina de los años treinta (la llamada década infame de 1930 a 1943) se llamaba “el fraude patriótico”.  Daré como ejemplo las elecciones de 1937 en Argentina.  En la mayoría de las provincias, el método elegido por los conservadores para burlar la voluntad popular consistió en abrir las urnas en el correo y reemplazar los votos radicales por votos para la llamada Concordancia (el bloque oficialista). En la provincia de Buenos Aires el fraude fue más violento: los conservadores no permitían que hubiera boletas de la UCR (la oposición)en el cuarto oscuro o, simplemente, echaban a los fiscales de mesa del radicalismo. Sólo en Capital y en La Rioja -donde el gobierno dejó votar- y en Córdoba y Tucumán -gobernadas por los radicales- hubo libertad electoral. En todos esos casos venció cómodamente la fórmula opositora al gobierno.

Como otrora los gobiernos conservadores argentinos después del golpe de estado de 1930, el partido republicano en los EEUU de hoy practica el “fraude patriótico” en forma adaptada a nuestros tiempos (y se propone también utilizar el correo[4])  Se confirma ampliamente el apotegma de Samuel Johnson: “patriotism is the last refuge of the scoundrel” (“el patriotismo es el último refugio de los sinvergüenzas”).

En las próximas elecciones generales (para presidente y cámaras legislativas) en los Estados Unidos, se enfrentarán una coalición democrática diversa y multicolor y una camarilla de sinvergüenzas que tratarán de aferrarse al poder a toda costa.  Esta situación crítica y anómala tiene grandes implicancias geopolíticas.  A pesar de contar con sólo el 4 por ciento de la población mundial, los norteamericanos decidirán una parte significativa del destino del 96 por ciento restante que no participará en el escrutinio[5] pero sufrirá las consecuencias.


[1] Behemoth.  Pensamiento y acción en el nacionalsocialismo.  México: Fondo de Cultura Económica, 1943.

[2] Ver “El sistema electoral norteamericano y sus perversiones” en https://hayderecho.expansion.com/2016/11/22/el-sistema-electoral-americano-y-sus-perversiones/

[3] How Democracies Die, New York: Crown, 2018.

[4] Ver “El peligrosísimo bloqueo del voto por correo” en https://www.hoydallas.com/estados-unidos/nacional/5124-opinion-el-peligrosisimo-bloqueo-del-voto-por-correo.html

[5] Salvo por supuesto a través de gobiernos (entre otros los de Rusia, China, Irán, Israel, y Corea del Norte) que intentan manipular ellos también a los votantes del gran país del Norte.

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