Siempre costo entender cómo pequeñas minorías lograron someter enormes mayorías y, sin embargo, es una constante desde los albores de la humanidad. Sin duda que la fuerza represiva interviene para que unos se impongan a otros aunque no es todo. Hasta hace unas pocas décadas las precarias democracias eran capturadas con golpes de Estado donde no sólo fueron responsables los militares que comandaron las insurrecciones. Arriba de ellos siempre estuvieron sus mandantes, aquellos que detentaban el poder real. Un poder que se adapta a las circunstancias de los tiempos y a quienes lo integran, siempre aferrados al timón de países y naciones.
Hoy, en el contexto de un desaforado proceso de concentración de la riqueza y el consecuente poder decisional, se han perfeccionado los viejos instrumentos de dominación. Más sofisticadas tecnologías para manipular conciencias a través de redes sociales. Apoderados de medios de comunicación transformados en hegemónicos, cooptados sectores de la política y de la Justicia, con usinas de pensamiento estratégico que les provee de cobertura ideológica, las poderosas minorías mantienen detrás de escena el poder de disuasión de las fuerzas de seguridad y concentran sus mayores esfuerzos en colonizar las mentes de esas mayorías para desviar su atención, alienarlas con adicciones y un irrefrenable consumismo, fragmentarlas para que unos peleen con otros, atontarlas con banalidades y espejitos de colores. Las complicidades se compran, no faltan los amanuenses del sometimiento popular.
Hasta cuándo las mayorías estarán alejadas de cuidar el planeta y la entera humanidad.
Salir de esas encerronas exige crecer en esclarecimiento, profundizarlo hasta reconocer las raíces de la dominación y las dinámicas que la sostienen. Y además avanzar en organización, limando divisiones, alineando intereses que nos quieren hacer creer que son antagónicos cuando muy pocos lo son. Muchos otros pueden ser alineados; es decir, respetados en su diversidad y convergiendo para los logros mayores. Toca pasar de un mundo timoneado por minorías a otro donde las diferentes vidas y decisiones broten desde los miles de millones que comparten el planeta. No más la indignidad de la codicia sin fin.
Cordial saludo,
Los Editores