Grecia, Argentina y el Mundo

En esta nota comparo dos países que me son caros pero que me parten el corazón. Amo a la Argentina porque en ella aprendí a vivir. Amo a Grecia porque en ella aprendí a navegar (como Cristóbal Colon, en Chios). Me duele la Argentina porque crece siempre por debajo de su potencial. Me duele Grecia porque, como la Argentina, ha institucionalizado la “viveza criolla.” Ambos son países subdesarrollados por esfuerzo propio. Esto debe cambiar. Además, la crisis griega amenaza la propia unión de los europeos, que seria fatal para la civilización occidental. La cuna de esa civilización no debe volverse su tumba.Un maestro mío, profesor de Harvard, solía referirse a Grecia como “un pequeño estado balcánico sobrestimado” (an overrated little Balkan state). El tenía una educación clásica y criticaba a los románticos ingleses –en particular Lord Byron—por haber hecho una propaganda desproporcionada a favor de la Grecia clásica. Afinando el sarcasmo, refería a sus alumnos a una curiosa paradoja: Grecia, que supo crear una civilización brillante, nunca pudo ser Grecia, es decir un conjunto superior a la suma de sus partes. Fue por eso tal vez que sucumbió ante Roma. Los griegos eran genios individualistas pero pendencieros; los romanos eran mas opacos pero bien organizados. Esa apreciación es similar a la que me hizo un taxista en Buenos Aires la semana pasada –salvando el enorme tiempo y la gran distancia. Contaba este señor que su padre le decía que un norteamericano solo no es gran cosa; que dos ya se organizan, y que tres fundan una empresa. Los argentinos en cambio, decía el padre de mi taxista, aislados son brillantes, pero cuando se juntan son vagos y pendencieros. Y seguía mi relator con el inevitable comentario sobre el seleccionado nacional de fútbol, compuesto por figuras estelares descollantes en el extranjero, pero ineficaz como equipo organizado. Remataré esta comparación diciendo que griegos y argentinos parece que son buenos goleadores, pero cuando se juntan son capaces de patearse en contra.

La Grecia del presente se parece en algo mas a la Argentina del pasado reciente: está al borde del default soberano, por la bonita suma de 300 billones de dólares. Los vencimientos de parte de la deuda se acercan, y no hay plata para pagarlos. Por lo tanto, será necesario renegociar los términos con los acreedores, que en su mayoría son los bancos y los inversores europeos. Como la Argentina otrora, Grecia hoy necesita adquirir mas deuda para pagar los intereses de la deuda vieja. Para eso debe convencer a los prestamistas públicos y privados que en el futuro producirá mas y gastará menos y así, en el tiempo, pagará su deuda con el interés pactado. Una crisis de liquidez (plata disponible para pagar vencimientos) se supera. Pero aquí se trata de algo mas grave: de una crisis de solvencia (la capacidad de crecimiento sostenido de una economía a lo largo del tiempo). Las crisis de liquidez a veces se resuelven con “planes de estabilización” o de austeridad, impuestos por organismos multilaterales como el FMI. Estos planes raramente funcionan, porque tienen dos graves desventajas: son pro-cíclicos (es decir producen o agravan una contracción económica), y son impopulares, ya que el ajuste significa para el pueblo una ajuste de cinturón.

Cuando el ajuste organizado fracasa, se produce el ajuste caótico del default, que fue lo que sucedió con la Argentina. El país entero se vuelve un paria para los capitales internacionales, y se aísla de los flujos mas dinámicos de la economía global. La crisis de liquidez se transforma en default cuando los acreedores y los prestamistas eventuales pierden la fe y abandonan al país a la buena de Dios. Peor aun, hay quienes comienzan a apostar fuerte a una eventual bancarrota nacional, que es, en el lenguaje de las carreras, una apuesta no a ganador sino a perdedor. Esta ultima operación se llama “un ataque de los mercados.” En efecto, una característica del capitalismo global de hoy es que “los mercados” pueden hundir a un país. Recuerdo que en la Argentina del 2001, en los estertores de la convertibilidad (el uno a uno), el superministro de economía Domingo Cavallo, que perdía el control de la situación, se refería exasperado a “los mercados” como “cuatro yuppies malditos con teléfono celular,” expresión curiosa en boca de alguien cercano a Wall Street.

Es probable que Grecia siga el camino espinoso de la Argentina. Pero aquí corresponde señalar diferencias importantes entre los dos países. En primer lugar, Argentina en 2001-2 estaba sola, sin un vecindario capaz de apoyarla y frente a la indiferencia u hostilidad de los países centrales. Grecia hoy, en cambio, es miembro de la Unión Europea, y su situación amenaza con arrastrar a toda la región, provocando una crisis del euro y por extensión, provocando una recaída de la economía global. La diferencia pues, es entre una crisis marginal y una crisis central. En segundo lugar, la Argentina quedó empobrecida y aislada pero se recuperó con asombrosa velocidad gracias a las exportaciones agrícolas hacia países asiáticos, en particular la China. Esta situación produjo una nueva dependencia y pujas distributivas, pero sacó al país del pozo financiero en que había caído. Es difícil augurarle a Grecia una suerte similar: carece de iguales mercados para exportar. Tardará mucho en nacer, si es que nace, una nueva época de prosperidad helénica. Ni su flota naviera ni sus ingresos por turismo son capaces de generar un crecimiento muy fuerte en los años venideros. Quedará a la merced de la supervisión europea. Sí, en cambio, aumentará el flujo emigratorio y la exportación de talentos, abultando el caudal de comunidades griegas en los Estados Unidos y en Australia. La diáspora es parte de su destino, que es vieja tradición europea.

Si el resto de Europa se muestra incapaz de manejar y contener la crisis griega, ésta se extenderá por toda la zona del euro y pondrá en tela de juicio a la propia Unión. Esto es grave, porque sólo unida Europa podrá competir con las grandes potencias continentales, EE.UU. y los BRICs. La hipótesis más sombría no es el default de Grecia ni su salida de la moneda única europea. Es el espectro de un “sálvense quien pueda” en cadena, y la eventual salida de Alemania del euro, a favor de un ilusoriamente “mas seguro” Deutsche Mark. Por el momento, los alemanes parecen no entender que su interés mezquino será a la larga contraproducente y nefasto para su propio país.

Ni en Grecia ni en Argentina, ni en el fútbol ni en la vida, se puede salir adelante contando con la improvisación, que es lo que parecen hacer hoy los gestores de la crisis, especialmente en Europa.

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