Este es el momento para abatir desigualdad

Existe hoy una coyuntura favorable para los países productores de materias primas. La demanda crece sostenidamente, la economía se dinamiza, se genera mayor riqueza, aumenta la inversión y el consumo ….. y se ahonda la desigualdad! Pocos pequeños productores logran aprovechar las oportunidades; la mayoría se mantiene en espacios menos rentables. El sistema productivo deja importantes segmentos de población activa desocupada. La pugna salarial se acentúa. Los sectores marginalizados sabotean el proceso productivo. La gobernabilidad democrática queda amenazada y crecen los espacios para que emerjan demagogos y oportunistas del clientelismo político.

Frente a esos graves riesgos es imprescindible tomar una serie de medidas y una de las principales es abatir la desigualdad mientras se está creciendo, ahora cuando el hierro está caliente y puede ser forjado; cuando las condiciones son favorables y no en la adversidad. ¿Cómo hacerlo?
Hay hoy una coyuntura favorable para los países productores de materias primas. La demanda de sus productos crece sostenidamente arrastrando precios y/o volúmenes hacia arriba. Un ejemplo: el precio de la soja (poroto, harina y aceite) subió 40% en los últimos cuatro meses y todo indica que esos nuevos niveles se sostendrán por una favorable confluencia de factores (mayor consumo de China e India y demanda para biocombustibles en todo el mundo). Pero no sólo la soja sube sino también el maíz, el azúcar, la carne, la leche, el cobre, entre muchos otros productos de las bien provistas tierras del Sur. Esto ayuda a generar escenarios inéditos, como es el caso de Argentina donde se verifica un record histórico de exportaciones: 20% de incremento anual con lo que por primera vez se atraviesa el nivel de los 50.000 millones de dólares exportados.

Con ello la economía se dinamiza, se genera mayor riqueza, crece la inversión y el consumo…. y se ahonda la desigualdad. ¡Qué gran absurdo éste! y, sin embargo, hay una lógica subyacente inconmovible y amenazas ciertas de descarrilamiento si no se actúa sobre caliente para corregirla.

Con viento de cola en los mercados internacionales los productores mejor posicionados son quienes capitalizan en primera instancia las oportunidades. El Estado, por su parte, reclama participar de ese plusvalor vía tasas e impuestos (en Argentina las retenciones a la exportación). Con esos mayores ingresos fiscales se nivelan presupuestos oficiales y aparecen superavits fiscales.

Ese mayor dinamismo exportador impacta a los demás sectores de la economía a través de las relaciones que se establecen con otras unidades productivas que les proveen de insumos, servicios, materias primas. Una mayor dinamia tiende así a generar mejores condiciones … pero no para todos en la misma proporción. Quienes por su posición en el sistema económico disponen de una mayor capacidad de negociación terminan reteniendo una proporción más alta de los resultados que los más débiles o quienes ocupan espacios marginales en sectores o regiones menos promisorias.

Si hubiese competencia perfecta esto no sería un gran problema porque paso a paso se irían produciendo ajustes en la economía de modo de acomodarse todos a las nuevas circunstancias y así llegar a compartir las nuevas condiciones favorables. Pero el mercado suele no ser perfecto y los más hábiles o conectados terminan concentrando desproporcionadamente los resultados; pocos pequeños productores logran insertarse en las mejores dinámicas y en cambio la mayoría se mantiene en los márgenes menos rentables del sistema. Aún con las nuevas oportunidades internacionales, el sistema productivo deja enormes segmentos de población activa desocupada. Los asalariados pugnan como pueden para disputar su parte del reparto. La ética y la gobernabilidad democrática son puestas a prueba cuando sectores marginalizados sabotean el proceso, se alzan para destruir o bloquear la producción, impotentes y frustrados de no poder participar del progreso nacional. Se generan así espacios para que demagogos, oportunistas, aventureros del clientelismo político, enerven aún más la paz social, extiendan la corrupción, prediquen el sálvese quien pueda.

Una condición, no suficiente pero si necesaria -diría imprescindible- para encarar estos riesgos (y otros imposible de mencionar en tan cortas líneas), es abatir la desigualdad, ahora, cuando el hierro está caliente y puede ser forjado. No será lo mismo intentarlo con estructuras ya cristalizadas, con intereses aún más pertrechados que servirán de sustento a una estructura más rígida de distribución del ingreso y del poder. Éste es el momento; éste el imperativo: abatir la desigualdad al tiempo que se crece; cuando las condiciones son favorables y no en la adversidad. Se trata de generar formas sustentables de crecimiento y no rencores, antagonismos, mayor desigualdad; enrumbar hacia un desarrollo económico que sea social y ambientalmente sustentable.

¿Cómo hacerlo? Hay mucho para considerar pero vale destacar cinco importantes instrumentos para abatir desigualdad: las negociaciones salariales, el blanqueo del trabajo informal, la canalización de inversiones hacia la base de la pirámide social, corregir la regresividad del sistema impositivo y asegurar el mejor uso posible del ingreso y superávit fiscal. Esto será analizado en el próximo número de Opinión Sur.

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