El Mundo Juega a las Escondidas

La paz mundial está en peligro porque ya no existe un solo garante, ni un garante colectivo que lo reemplace.
¿La paz mundial? “Que la hagan otros,” dicen a coro amigos y enemigos en el conjunto geopolítico actual. Después de desastrosas intervenciones en guerras no convencionales, las potencias que quedan (todas muy mermadas), se pasan el fardo unas a otras, pues dicen “estar cansadas.” Pero ni el supuesto cansancio ni el olvido sirven para construir un orden internacional mas justo, pacifico y duradero. ¿Qué pasa cuando pedimos que el garante de la paz sea “el otro” y ningún “otro” aparece? Surgen la anomia y la confusión, se prolongan los conflictos armados, se extienden y multiplican, como pululan los gusanos en el cadáver de las viejas estructuras. Estamos todos en el mismo barco pero nadie puede ni quiere timonear. Conclusión: o la paz la hacemos todos juntos, o seguimos por separado en el fatal camino hacia una guerra generalizada y sin fin. Esta parece ser la posición franca y sensata del Papa, que ha convocado a todas las personas de buena voluntad –sin distinción de religiones o regiones—a una vigilia en la Plaza de San Pedro por la salvación de Siria de un fin desgarrador. Es significativo y oportuno que, mientras muchos agitan espadas, la convocatoria venga de un líder espiritual que no cuenta con ningún general de división.

En la Asamblea General de las Naciones Unidas se ha visto un esbozo de sensatez en la expresada voluntad por parte de la Federación Rusa, los EE UU, los países europeos, y la Republica Islámica de Irán, de conversar y negociar, en vez de mantenerse empedernidos en posiciones cerradas y actitudes belicistas. Es de esperar que tal esbozo de sensatez de buenos frutos. Es ciertamente un avance sobre el pobre espectáculo que dieron los “grandes” del G-20 en San Petersburgo hace apenas un mes. Allí la cima del poder mundial ofreció una vista bastante triste del porvenir en las relaciones internacionales. La perspectiva sigue siendo inquietante a pesar de las aperturas al diálogo y la diplomacia. Hoy todavía la competencia mezquina predomina por sobre la cooperación. El privilegio y el estrecho “interés nacional” echan por la borda el respeto por la reglas legales y morales, reducidas a su común y básico denominador, que es el respeto por la vida. Se considera un escándalo el uso de armas químicas en Siria, pero se usa ese escándalo para pasar por alto la muerte de mas de 100.000 personas por medio de armas convencionales, armas que las potencias gestoras de la paz suministran sin ruborizarse a los combatientes. El presidente ruso parece estar satisfecho del desorden porque este disimula la decadencia de su nación. En una movida maestra aprovechó la impericia de las autoridades norteamericanas para lanzar su propia iniciativa de paz y para dar, con ella, un respiro a su cliente y aliado sirio. Pudo ganar dos partidas: una en Siria y la otra frente a los Estados Unidos, al sacar al presidente norteamericano del pantano adonde él mismo se había conducido. Para muchos lideres de hoy la confusión y el desorden funcionan como manto de olvido. En el liderazgo mediocre que nos ha tocado en casi todos los países a esta altura del siglo hay una sola voluntad convergente, que no es voluntad de paz, sino voluntad de postergación. Desde el manejo de la crisis financiera europea hasta el manejo de las revoluciones y guerras civiles en el Oriente Medio, sin coraje y sin visión, nuestros líderes juegan buscando el empate y su prolongación.

El propósito del G20 fue hasta ahora el ampliar y fortalecer el sistema internacional cambiando la distribución del poder de Oeste al Este. Es también el propósito del que se habla en el seno mas amplio de las Naciones Unidas. En vez de abocarse a esa tarea, los organismos internacionales se conforman ahora con ser nada mas que un espejo de fisuras y fracturas en el panorama global. Las naciones emergentes pretender ser guardianes de la soberanía nacional frente al imperialismo occidental. Tal vez lo consigan, pero sólo porque los poderes mas grandes han optado por abdicar de la consecución de reglas comunes. El voto británico en la Cámara de los Comunes indica, entre otras cosas, que Gran Bretaña se lava las manos de las atrocidades en Siria. El sentimiento del Congreso norteamericano frente al llamado de intervención bélica del presidente Obama iba por el mismo camino. El propio llamado del presidente a una intervención punitiva suena hueco, dado el desprestigio moral y estratégico de los Estados Unidos. Francia se ha mostrado mas unida y enérgica, pero sin la capacidad de hacer sola una intervención. Irán sonríe mientras enriquece uranio. Las Naciones Unidas, por su parte, se ven paralizadas por el veto recíproco en el Consejo de Seguridad y parecen preferir la dilación a la acción. Los beligerantes toman nota y se convencen de que “todo vale y todo va.”

Entretanto, el proceso de globalización sigue en pie pero con novedades negativas. Las dificultades crecientes en los llamados mercados emergentes (India, Brasil, Indonesia, Sudáfrica y varios mas) revelan una interdependencia insoslayable pero conflictiva. El fin de la “plata dulce” inyectada en grandes dosis por el banco central norteamericano para sostener su economía reduce en forma notable el “viento de cola” que ayudó por mas de una década a economías dependientes como casi todas en América Latina. Cabe preguntarse ¿cuánto ha dependido el crecimiento de los mercados emergentes de una temporaria estrategia de salida de la crisis por parte de la primer potencia? Así como los países del Sur se vieron protegidos de la crisis financiera que afectó al Norte, hoy la recuperación del Norte los hace sufrir. En Europa, después de beneficiarse durante décadas de los prestamos a otros países para que comprasen sus productos de exportación, Alemania hoy les exporta austeridad, miseria y desocupación, con moralina por añadidura. Pero la interdependencia global se extiende mucho mas allá de la dimensión económica. Los grandes problemas planetarios: proliferación de armas masivas de destrucción, degradación ecológica, calentamiento atmosférico, ataques invisibles a los sistemas de información y ataques visibles de terroristas múltiples, la migración y el desplazamiento forzado de millones, se desentienden de cualquier estrategia “soberana.” No hay hasta el momento una buena respuesta concertada frente a problemas comunes y acuciantes. El multilateralismo que inspiró la fundación de las Naciones Unidas está moribundo y por ahora no parece tener sucesor. Las iniciativas que existen están todavía en pañales, atrapadas entre un mundo que muere y otro que bosteza.

Las Naciones Unidas vacilan entre el respeto por la soberanía de los países miembros por un lado, y la obligación de cada país de proteger a sus ciudadanos, por el otro. Las potencias dominantes se ocupan cada vez menos del interés planetario común pero no quieren que otras potencias emergentes intervengan. En suma, se aferran a privilegios perimentes. China, temerosa de toda posible insurrección en su territorio, se aferra al viejo principio de soberanía estatal hoy obsoleto. Europa, con la crisis ha pasado de ser modelo de gobernancia compartida a ser espectáculo de un “sálvese quien pueda,” mientras a sus puertas, un Medio Oriente explosivo la amenaza cada dia. Esto deja, una vez mas, a los Estados Unidos como el árbitro al que todos se refieren pero al que nadie quiere. El resultado es claro: un refuerzo de la corriente aislacionista que ha sido constante en la historia norteamericana.

Así llegamos a esta triste situación: hay países que se desangran, otros que se lavan las manos, y el mas poderoso que a todos los demás les da la espalda. Cabe preguntarse, como Cicerón, “Hasta cuando?’ (Quo usque tandem?).

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