Brasil: Un Potencia Emergente que Defiende la Integración Productiva

Brasil ha logrado un crecimiento espectacular y ha sabido utilizar el “viento de cola” de las exportaciones con una integración productiva de los sectores pobres, una disminución de la desigualdad social, y una dinamismo industrial que ahora necesita, primero defender, y luego profundizar para aprovechar las ventajas competitivas que le deparan su tecnología, sus recursos naturales, y su perfil demográfico en el siglo veintiunoEn un mundo multipolar, en el que la hegemonía norteamericana está mermando y el privilegio de los países ricos occidentales está siendo disputado por los países emergentes, el Brasil tiene una ubicación geopolítica excepcional. Sabemos que las ventajas comparativas de las naciones no son ni estáticas ni permanentes, sino que cambian con el contexto histórico, con la evolución tecnológica, y con el perfil demográfico. En suma, la variable geopolítica es en verdad variable. Otra manera de expresar esta tesis sería decir que a cada país se le abre una “ventana de oportunidad” en un preciso momento histórico, que sabrá o no aprovechar, y que tal apertura no es por un tiempo indeterminado. O en forma más concisa todavía: cuando a un país le llega el momento de gran desarrollo nacional, el imperativo que se le impone es la vieja sentencia romana: Carpe diem.

En su momento, los Estados Unidos supieron aprovechar las ventajas comparativas que les deparó el período histórico que se extiende desde fines del siglo diecinueve hasta fines del veinte [[Ver al respecto, Tyler Cowen, The Great Stagnation: How America Ate All The Low-Hanging Fruit of Modern History, Got Sick, and Will (Eventually) Feel Better. New York: Penguin, 2012. Tambien ver la compilación de Andrew J. Bacevich, The Short American Century: A Postmortem. Cambridge: Harvard University Press, 2012.]] . En el siglo veintiuno ha llegado la hora de otros pueblos en otros continentes. En América Latina, que ha sabido capear la crisis financiera de los paises occidentales ricos bastante bien, [[Ver mi último libro sobre el tema: Juan E. Corradi, South of the Crisis. A Latin American Perspective on the Late Capitalist World. London and Dehli: Anthem Press, 2010.]] Brasil ocupa un lugar muy especial. En 1941, el escritor austríaco Stefan Zweig sostenía que Brasil –su país de asilo—era el país del futuro. [[Stefan Zweig, Brasilien. Ein Land der Zukunft, 1941.]] Los europeos lo ridiculizaron, al punto que el General De Gaulle llegó a decir: “Brasil es el país del futuro –y lo será siempre.” Pero el futuro de ayer ha llegado a ser presente.

¿Cuáles son las grandes oportunidades del Brasil que ayer parecían inalcanzables y hoy son realidad?

En primer lugar, la que los economistas llaman “dotación de factores,” que antes favorecía a las regiones templadas y desfavorecía a las zonas tropicales, hoy resulta favorable para el Brasil. En efecto, los recursos naturales son mas valiosos en algunos periodos históricos que en otros. Por ejemplo, la dotación de factores de los Estados Unidos ha llegado a su límite mientras que la dotación del Brasil va ganando rápidamente en valor. Los obstáculos topográficos, el latifundio esclavista, y la política represiva de Portugal mantuvieron al Brasil subdesarrollado por varios siglos. Pero algunos de los obstáculos de ayer desaparecieron y otros se han vuelto factores de desarrollo. Así, durante siglos la productividad agraria se vió limitada por el clima tropical. Hoy, gracias a los conocimientos e intervenciones tecnológicos Brasil se ha transformado en una potencia agraria. Se han desarrollado granos y semillas que germinan en el trópico, y los científicos brasileños del Embrapa (Empresa Brasileira de Pesquisa Agropecuaria) han hecho fértil el Cerrado –la vasta sabana que ayer era miserable y hoy es granero del mundo. Las exportaciones agrícolas brasileñas hoy crecen un 670% mas veloces que las de los EEUU. Otro ejemplo de factores: en siglos pasados, los ríos navegables que desembocan en el mar favorecían el desarrollo económico interno de países como Estados Unidos y Argentina. En el Brasil, el sistema hidrográfico no favorecía al transporte, pero hoy le permite la generación de energía eléctrica. Si a esto le añadimos la energía solar del trópico y la capacidad de extraer petróleo de la plataforma submarina, no cabe duda que el potencial energético del Brasil es enorme en un mundo industrializado que ya no puede contar con abundante energía barata como antes. Y por añadidura, Brasil ha demostrado su capacidad de producir bio-combustibles en los que –por oposición a los bio-combustibles de los Estados Unidos—los insumos de energía empleados en su producción son muy inferiores a la energía que contienen los productos. Brasil es autosuficiente en energía sin tener que depender exclusivamente del petróleo que esta por extraer en cantidades fabulosas. Más cercano a Noruega que a Venezuela, Brasil puede escapar a una dependencia acentuada de los hidrocarburos, lo que evitará su caída en la trampa de la riqueza energética [[Ver el clásico de Terry Karl, The Paradox of Plenty. Oil booms and Petro-states, Berkeley: University of California Press, 1997.]] (conocida como el “mal holandés”).

En resumen: los países templados estuvieron bien dotados de recursos para su desarrollo en los siglos diecinueve y veinte; el Brasil está dotado para un gran desarrollo en el veintiuno. Podemos continuar este repaso de factores con una nota sobre la vasta reserva acuífera del Brasil. En un futuro cercano el agua ha de ser tan o más importante que el petróleo en el desarrollo económico del planeta [[Ver “The Miracle of the Cerrado,” The Economist, August 26, 2010.]] . En este artículo sólo presentaré un dato ilustrativo. Del 2007 hasta el 2010, China y Brasil combinados contribuyeron el 43.4 % del crecimiento económico mundial. La abundancia de agua del Brasil (que le permite una agricultura floreciente) y la necesidad cada vez mas imperiosa que tiene China de alimentar a su población, garantizan una inmensa trama de lazos comerciales y otras sinergías entre los dos mega-países.

En segundo lugar, la composición demográfica del Brasil favorece su desarrollo ya que el grupo poblacional productivo (la población entre los 15 y los 64 años de edad –unos 130 millones de personas) aumenta por si sólo el desarrollo económico potencial en un 2.5% anual, con un 2.7% anual de crecimiento del ingreso promedio de los brasileños. Esta ventaja demográfica será válida por veinte años, antes de que la población envejezca y aumente el peso de los sectores dependientes. Es una situación similar a la ventaja demográfica del “baby boom” norteamericano de posguerra. Recordemos que el premio Nobel de economía le fue otorgado en 1985 a Franco Modigliani por haber demostrado que la distribución de la población por edad determina el grado de robustez de la economía. La mediana etaria [[La mediana es el valor de la variable de posición central en un conjunto de datos ordenados.]] del Brasil es de 28.9 años de edad (36 años en EEUU, 35.2 años para China, 38.5 años para Rusia). Sólo la India, con una mediana estadística de 25.9 años de edad posee el mismo potencial demográfico/económico que el Brasil. Como bien saben los dirigentes y gobernantes, Brasil tiene veinte años de oportunidad para modernizar la economía, mejorar la calidad de educación, y transformarse en un país rico, es decir en un país donde el “premio” demográfico se aproveche con la incorporación productiva de 130 millones de personas. Gracias a la política de los presidentes Lula y Rousseff 40 millones de personas antes marginadas se han incorporado ya al torrente productivo, con una tasa de movilidad social sin precedentes. Como señala repetidamente la actual presidente Dilma Rousseff, el objetivo es transformar al Brasil en una “sociedad de clases medias.”

En tercer y último lugar, la economía brasileña es lo suficientemente diversificada como para lograr un desarrollo sostenido y equilibrado, especialmente si efectúa las reformas estructurales que se imponen, a saber: mayor flexibilidad laboral, mejor infraestructura, y simplificación de los procesos burocráticos que hoy impiden el rápido desarrollo de nuevas empresas a costos competitivos en el mercado mundial. El talón de Aquiles del modelo es el bien conocido “custo Brasil” y el desafío es la productividad y la competitividad de sus industrias.

Frente a esta tarea, Brasil se encuentra con trabas externas, a medida que los países ricos y endeudados, como los Estados Unidos, tratan de salir de su marasmo económico aprovechando de una enorme emisión monetaria y devaluación de su moneda, destinados a abaratar el costo de sus productos de exportación. Cuentan para eso con el privilegio exorbitante de emitir la moneda de referencia (el dólar). Debemos afirmar, frente a los falsos argumentos que circulan en los Estados Unidos, que el gran “manipulador cambiario” no es principalmente China sino los Estados Unidos de Norteamérica. [[Ver al respecto Barry Eichengreen, Exorbitant Privilege. The Rise and Fall of the Dollar and the Future of the International Monetary System. New York: Oxford University Press, 2011.]] Este truco cambiario tiene como objetivo lograr un dumping de su excedente en mercados prósperos como el de Brasil, política que amenaza el desarrollo industrial integrado. Como medida defensiva, Brasil ha introducido controles cambiarios, tarifas de protección, e intervenciones del sector público para no caer una vez mas en la trampa de subdesarrollo, que es la especialización en productos primarios y una industrialización parcial, de armado de productos con insumos importados de patentes y tecnologías que no son propias. No se trata de regresar al viejo modelo de desarrollo con sustitución de importaciones, ni a una economía cerrada. Brasil es una economía abierta competitiva, pero tiene que defenderse de “los magos de la finanza” en los países centrales, de los capitales especulativos, y de la devaluación disfrazada por emisión de moneda que los países centrales usan para salvar su modelo de crecimiento endeudado. En los EEUU y en Europa, el capitalismo tardío se ha transformado en “deudismo.” Esta es la posición de Guido Mantega, el ministro de finanzas del Brasil, en una reciente entrevista en la publicación brasileña Valor Económico. La reciente caída de la tasa de crecimiento, junto a la reducción de la tasa de interés, dan al Brasil un respiro para ajustar su modelo y ayudar a su industria. Pero estas medidas defensivas son sólo un resguardo de reformas más profundas que se avecinan en Brasil, y que, si resultan exitosas, lograrán que el país retome el ritmo de un alto crecimiento con inflación moderada y competitividad internacional. Tal es la tesis de la presidente Rousseff (entrevista del Financial Times, 2 de octubre de 2012). Las reformas estructurales no harán mas que potenciar los fundamentos positivos y la ventana geopolítica que hemos indicado más arriba. En tales condiciones, los próximos veinte años verán un ascenso cada vez mayor de esta nación-continente, que pasará del octavo lugar a uno de los primeros rangos en la economía mundial.

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